LA ALEGRÍA PERONISTA

domingo, 29 de mayo de 2011

KRIS, NESTOR, DD.HH., JUICIO Y CASTIGO DESDE 1983.

EL LIBRO DE BEATRIZ SARLO SOBRE KIRCHNER Y CRISTINA

29–05–2011 / Antes que en 6,7,8, Beatriz Sarlo había expuesto su impugnación al kirchnerismo en un libro.Con escaso sustento fáctico alaba al ex senador Duhalde, ignora el compromiso de Kirchner con losderechos humanos previo a su presidencia, minimiza el reto del poder agromediático, desconoce la cronología del conflicto con Clarín, atribuye a Kirchner la ley de comunicación audiovisual con menosprecio machista por CFK y subestima la calidad del debate que la precedió y la coalición que la sustenta.

Por Horacio Verbitsky

Ncfk
Néstor y Cristina en 1983, durante un acto de campaña en el que se reclamó juicio y castigo por los crímenes de la dictadura militar. Beatriz Sarlo desconoce esos hechos y sostiene que ese fue un discurso adoptado en 2003 para legitimar a un gobierno débil.

La visita de la ensayista Beatriz Sarlo al programa 6,7,8 tuvo una merecida repercusión. Introdujo en un medio tan ubicuo y paupérrimo como la televisión un debate político necesario, lo cual merece todo encomio, para la invitada y sus anfitriones.

Si no pudieron profundizar los temas discutidos, fue antes por las limitaciones intrínsecas del medio que por deficiencias de ellos.

Más propicio para ese fin son el papel y la letra impresa. Lo que sigue no es un comentario del último libro de Sarlo (1), quecontiene opiniones sobre medios y estilos de comunicación, sino apenas una discusión de aquellos tramos en los que plantea algunas cuestiones políticas.

El campo del debate

Sarlo afirma que “el campo” no había sido enemigo de Kirchner “hasta la resolución 125” y después se convirtió en su “enemigo principal”, cuando en realidad sólo se trataba de una “mera disputa por la renta”.

Agrega que

hasta el enfrentamiento con el Grupo Clarín, cuyo inicio coincide con el conflicto con el campo, elkirchnerismo no había agitado la necesidad de una nueva ley de medios audiovisuales. No era una cuestión de principios ni una cuestión programática. Iniciado el conflicto con Clarín se convirtió en ambas cosas”.

También sostiene que desde que Kirchner favoreció al grupo con la extensión de licencias “no había sucedido otra cosa que el cambio de línea editorial del diario”, por lo cual la ley de medios de comunicación audiovisual habría constituido una mera venganza.

De este modo, y sin más trámite, desdeña la magnitud y la gravedad del desafío que la oligarquía diversificada (según la definición de Eduardo Basualdo) planteó en la disputa por las retenciones que, tal como Sarlo sostiene, adquirió una dimensión simbólica.

En ella se jugaba el destino de la democracia en la Argentina, agrego yo.

Es imprescindible recordar que el Grupo Clarín no sólo es socio de La Nación y de las patronales rústicas en la megaferia Expoagro, en la que se cierran cada año negocios por 300 millones de dólares, sino que desde la Asociación Empresaria AEAconduce junto con la trasnacional italiana Techint a la fracción dominante del capitalismo en la Argentina, que dos de sus voceros, Hugo Biolcati y Mariano Grondona, vaticinaron entre chanzas que Cristina no terminaría su mandato y que,una vez fracasado ese intento, el CEO del Grupo, Héctor Magneto, reunió en su casa a los jefes de la oposición política para urgirlos a encontrar una combinación electoral que permitiera derrotar al gobierno.

Sarlo realiza una crítica cultural a partir de afirmaciones e imágenes instaladas por ese mismo poder agromediático.

La inteligencia de su especulación intelectual no puede suplir tamaña falla de origen en los cimientos de la obra, quepierde densidad al rebajar a la autora al nivel de sus interesadas fuentes.

Licencia para divagar

La prórroga por 10 años de todas las licencias de radiodifusión, dispuesta en mayo de 2005 por el decreto 527, no fue un favor al Grupo Clarín (que acababa de renovar las suyas) sino a sus competidores de los canales de televisión 2 y 9, que las tenían a punto de vencer y para colmo estaban en convocatoria de acreedores.

Esto era causal de extinción de las licencias, según el artículo 53, inciso c, de la ley de radiodifusión 22.285 vigente entonces.

En tal caso, Clarín reinaría sin competencia, dado que el restante canal de aire, en manos de la española Telefonica, se abstenía de cualquier intervención política.

El entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno, intercedió ante Telefonica para que condonara o refinanciara la deuda que Daniel Hadad contrajo al adquirir el canal 9, como informó este diario oficialista el 26 de diciembre de 2004.

Cuando esas gestiones fracasaron, Kirchner acudió a la prórroga de las licencias. De ese modo revalorizó a los contrincantes del Grupo Clarín y los rescató de la quiebra.

Es decir que ya en el 2º año de su presidencia, Kirchner estaba prevenido contra la enorme concentración de poder mediático en un solo grupo, que además procuraba expandirse al campo de las telecomunicaciones, para lo que solicitaba el apoyo oficial.

Que no lo haya enfrentado entonces obedece a debilidad objetiva y subjetiva.

“Hay cosas que no me animé a hacer, para no desestabilizar, para no profundizar, y que, gracias a Dios, Cristina las está haciendo”,dijo en enero del año pasado (“Hombre de la Plaza Rosada”, Página/12, 10 de enero de 2010).

Una vez más, la cronología ayuda a comprender los procesos. En diciembre de 2007, 3 días antes de su conclusión, elgobierno de Kirchner había autorizado la operación conjunta de Cablevisión y Multicanal, si se cumplían las condiciones de desmonopolización señaladas por el Tribunal de Defensa de la Competencia.

El 4 de abril de 2008, a 10 días del primer lockout agropecuario, la presidente recibió a los directivos de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y el 16 de abril a los miembros de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, quienes le presentaron los “21 puntos por el Derecho a la Comunicación” en los que desde 2003 trabajaron 300 organizaciones sociales y cooperativas, sindicatos, universidades, organismos de derechos humanos, asociaciones de radiodifusores y radios comunitarias y le solicitaron que reformara la vetusta ley de Radiodifusión, sancionada porVidela en 1980 y empeorada por Menem 10 años después.

Un año de debate

Transcurrió un año de debates, seminarios, foros, mesas redondas, en los barrios, los sindicatos, las universidades, Concejos Deliberantes y Legislaturas provinciales antes de que CFK presentara su primer anteproyecto, que recién se convirtió en proyecto de ley luego de otro semestre de apasionados foros regionales realizados en todo el país.

También las dos cámaras del Congreso realizaron sendas rondas de consulta con las organizaciones de la Coalición y con aquellas que representaban a los intereses económicos en juego, incluyendo a las autoridades del Grupo Clarín, que se negaron a concurrir aduciendo que las decisiones ya estaban tomadas.

No hay otra ley discutida con tan alto grado de participación en la historia argentina, y sólo el Código Civil del siglo XIX puede competir con ella en cuanto a anotaciones de legislación comparada.

Con una desventaja: aquel Código fue obra de un solo hombre, Dalmacio Vélez Sarsfield, y se aprobó a libro cerrado en el Congreso.

Podría decirse que Cristina se apropió de las propuestas para la democratización de las comunicaciones que elaboraron las organizaciones fundadoras de la Coalición y que tenían un antecedente fundamental en los proyectos del ex presidente Raúl Alfonsín, elaborados por el Consejo para la Consolidación de la Democracia pero nunca aplicados, como tantas otras buenas iniciativas de aquel malogrado gobierno.

Más costaría fundamentar qué tiene de malo que un gobierno elegido por el voto popular adopte las reivindicaciones queprovienen de los sectores más avanzados de su propia base electoral.

Lo mismo hizo Cristina con la Asignación Universal por Hijo, que también surgió de fuerzas políticas y sociales ajenas a la propia y que durante años fue resistida por el gobierno.

La laboriosa ministra de Desarrollo Social, Alicia Kirchner, y su hermano presidente objetaban ese tipo de transferencia directa de ingresos, y en su lugar privilegiaban la reducción del desempleo, para que cada cual se ganara con mayor dignidad el sustento.

Pero, igual que en otros campos, fue el éxito de esa política (con la creación de 5 millones de puestos de trabajo y la caida del desempleo a los niveles de hace un cuarto de siglo) el que puso en evidencia sus limitaciones y la necesidad de superarlas.

Cristina pudo adoptar la AUH porque antes había recuperado el sistema previsional, convertido por Menem y Cavallo en un negocio financiero para los grandes bancos, que con ese dinero financiaban a altas tasas los déficit del Estado, consecuencia de esa misma privatización.

Esta capacidad de reconocer los problemas y el desprejuicio para adoptar las soluciones ideadas por otros es unaclave de la vitalidad del kirchnerismo, que no debería suscitar rechazo en quienes valoran el diálogo y los consensos.

Derechos y humanos

En un capítulo importante de su libro, Sarlo dice que Kirchner encontró en la reivindicación de los derechos humanos una fuente de legitimidad ya “que había llegado al gobierno cautivo de su propia debilidad”.

Se trataría de una operación política, comenzada en su discurso inaugural cuando “recordó a los militantes asesinados” que enSanta Cruz nunca habían recibido “el menor homenaje de su parte”.

Así habría puesto fin a “una amnesia política que había durado mucho tiempo”.

Habría dramatizado de ese modo “una puesta en escena de una alianza entre las organizaciones de derechos humanos y el presidente”, con quienes Kirchner “se inventa una relación”.

Sarlo dice que al pedir perdón en nombre del Estado Nacional el 24 de marzo de 2004 en la ESMA, “por la vergüenza de haber callado durante veinte años de democracia tantas atrocidades”, Kirchner dio “un paso principal en su propia invención política”.

Con una entonación psicologista comenta:

Él, que no se había ocupado de los derechos humanos hasta llegar a la presidencia, transfería ese lapsus al Estado argentino y a otro presidente, Raúl Alfonsín, que había hecho su campaña electoral comprometiéndose a juzgar a los comandantes responsables de los crímenes de la dictadura”.

Concluye que esa omisión le evitó

“el incómodo recuerdo de que él mismo votó, en 1983, a un partido justicialista que consideraba legal la autoamnistía que se habían otorgado los militares”.

El oficio de la crítica literaria, que Sarlo practica con general beneplácito, no soporta bien su traslado a la política, como bien saben quienes admiraron la obra de David Viñas, porque esta materia no se circunscribe a un texto fijo ofrecido a la interpretación del lector, según establecieron Hegel y Perón.

Por el contrario, es tan huidiza que, con toda probabilidad, Sarlo no conocía al escribir su libro el discurso que Kirchner pronunció en el Ateneo Juan Domingo Perón, durante la campaña para elegir el candidato justicialista a la intendencia de Río Gallegos en 1983.

Allí dijo que

“la represión de la dictadura militar ha ensangrentado a todo el pueblo argentino”

y que

“siempre dijimos que Videla y Massera y Agosti, y todos los sinvergüenzas que vinieron después, iban a ser sentados en el banquillo de la justicia constitucional para que respondan ante tantos abusos y ante tantos crímenes cometidos contra este pueblo”.

La observación de Sarlo sobre la posición del candidato justicialista a la presidencia en 1983, Italo Luder, es de estricta justicia, pero no puede reclamársele a Kirchner, quien recién en 1991, después de las amnistías de Alfonsín y los indultos de Menem,accedió a la gobernación de su provincia, una posición desde la que no es posible modificar asuntos que pertenecen a la escena nacional.

El discurso completo pronunciado por el joven Kirchner a sus 33 años puede encontrarse en http://www.youtube.com/watch?v=siuGYpyG3A=youtu.be.

Hay un bonus track: la presentación del orador por la también jovencísima Cristina Fernández, que está despertando pasiones retrospectivas en la web.

Floja de papeles

“A diferencia de los radicales”, dice también Sarlo, “los peronistas ‘se meten’ con los medios, los favorecen, los acosan o los cortejan, fundan medios y los financian”.

Es una afirmación incomprensible en alguien que haya vivido en la Argentina durante las presidencias de Arturo Frondizi y Raúl Alfonsín. Lo que les faltó no fue desprejuicio, sino eco popular.

La principal diferencia entre El Nacional y Tiempo Argentino, entre los “Bueyes perdidos” de Mario Monteverde y 6,7,8, está en la eficacia, y ésta no depende sólo de las calidades personales o profesionales de sus responsables, sino de la índole de los respectivos gobiernos que defendieron.

Equivocaciones menores de Sarlo confirman la impresión de una exégesis teórica presuntuosa, edificada sobre una base fáctica que conoce mal.

Por ejemplo, al referirse a las elecciones de 2005, en las que Kirchner decidió confrontar con quien lo había impulsado al gobierno, dice que

en la madrugada de la victoria, entre gallos y medianoche, abandonaron a Duhalde y se hicieron kirchneristas los fieles Díaz Bancalari y Pampuro, nombres importantes del derrotado peronismo bonaerense”.

Es cierto que Díaz Bancalari era el compañero de fórmula de Hilda González en el Partido Justicialista, pero Pampuro fue quien lo venció, como 2º de la boleta que encabezaba Cristina Fernández.

Sorprenden también las alabanzas al ex senador Eduardo Duhalde, quien durante unos meses de 2002 y 2003 ocupó en forma interina la presidencia.

Dice que

practicó la moderación hasta que la policía, en un episodio oscuro, asesinó a los militantes Kosteki y Santillán”.

Sólo las distintas acepciones del adjetivo impiden calificarlo de escandaloso: el gobierno de Duhalde preparó en forma cuidadosa esa emboscada, con el propósito de dar un escarmiento a las fuerzas sociales movilizadas en aquellos días,con informes falsos y tremendistas elaborados desde la SIDE por su ministro Carlos Soria y presentados a la Justicia por su ministro Jorge Vanossi.

Antes, había presionado a la Justicia federal para que encarcelara a Cavallo y a varios banqueros, ofreciéndolos a la vindicta pública.

Según Sarlo, el moderado Duhalde trabajó

“en la reparación de un país en ruinas, donde la palabra incendio no era una hipérbole sino una imagen descriptiva bastante realista”.

Ni una línea en las 235 páginas del libro menciona la brutal transferencia de ingresos, de los sectores subordinados a las mayores empresas, provocada por la mayor devaluación del tipo de cambio real de la historia y por la pesificación asimétrica dispuesta en aquel nefasto gobierno, sin el cual la devastación de la década anterior no hubiera terminado de ejecutarse.

Sin duda, se trata de un libro audaz, escrito con más pasión que cálculo.

(1). Beatriz Sarlo, Kirchner 2003-2010. La audacia y el cálculo, Sudamericana, 2011.

sábado, 28 de mayo de 2011

Un, dos, tres… ¡Jazz!


Por Marina Cavalletti Inspirado en el Real Book del jazz americano, un grupo de jazzistas argentinos reunió en un libro la ecléctica y vasta producción local. Además, armaron un ensamble que ofrece conciertos en múltiples escenarios y que están disponibles gratis en la red
LECTURA:|ENVIAR POR EMAIL|IMPRIMIR|PUBLICAR|COMPARTIR


Entre los clásicos del jazz de todos los tiempos están, y sólo por nombrar dos, “What a worderful world” y “Come fly with me”. Esos estándares del siglo XX llegaron a Louis Armstrong o a Frank Sinatra y a tantos que los hicieron inolvidables porque alguien resolvió compilarlos en un libro. Porque si a las palabras se las lleva el viento, casi lo mismo pasa con las canciones de jazz. La Biblia del standard se llama Real Book, se dice que data de los años setenta y ya tiene una versión nacional siglo XXI, porque, en este caso, no sólo de partituras se trata. Esteban Sehinkman, responsable de la realización general del Real Book Argentina (RBA) aclara que “además, estamos tocando con el Ensamble Real Book Argentina y versionamos composiciones que están en el libro. El año pasado hicimos el disco RBA volumen 1 -que está disponible en nuestra página para libre descarga-, también ahí reunimos a más de veinte músicos del jazz local con la premisa de versionar temas del libro, no propios. De esa manera generamos intercambio de música y vamos conociendo un repertorio más vasto”. Decenas de músicos participaron de esta iniciativa. Tres de ellos dialogaron con Debate y comentaron sus experiencias sobre un género que crece y se abre lugar entre lo académico y lo informal, entre los instrumentistas y su público.

Una habitación con tres pianos, estantes repletos de discos, carpetas que atesoran partituras, arma el escenario donde transcurre la vida cotidiana de Esteban Sehinkman, un instrumentista de cabello entrecano que después de años en Estados Unidos volvió al país y, con vocación pedagógica y de rescate, inició Real Book Argentina.“Este trabajo se concibió una madrugada de lunes en el bar Thelonious. Se charlaba acerca de las razones por las cuales los músicos argentinos que hacen jazz no tocan piezas de sus compatriotas, salvo, digamos de Astor Piazzolla y de algún otro que ahora no viene a mi memoria… Concretamente, nos preguntábamos por qué. Y surgió como algo pequeño, al principio hubo una edición limitada de 200 ejemplares que se repartieron entre los compositores y las escuelas de música”. Según el músico, RBA es un aporte a la cultura popular, además, el haberse juntado tantos compositores es un reflejo de cómo piensa esta rama de la cultura, ya que el proyecto documenta manifestaciones bien diversas.

¿Cuál es la distancia entre este libro y el original norteamericano?
Se dice que para el armado del Real Book original un grupo de estudiantes de Boston transcribió bastantes melodías tradicionales que se tocaban en las jam sessions y en los conciertos de jazz -temas de Cole Porter, Charly Parker, Miles Davis o Thelonious Monk, entre muchos otros- y las compiló en un libro (de “manera ilegal”), que comenzó a circular entre los músicos del mundo. Esto les sirvió como vehículo de difusión, que es uno de los grandes objetivos del RBA. Una diferencia o particularidad del Real Book Argentina, es que acá los compositores fueron convocados y ellos mismos decidieron qué obras mandar.

¿Dónde radica la diferencia entre el jazz que se hace aquí y el original?
Géneros como el tango, el folclore, la música rioplatense o el rock son una influencia importante en los músicos y compositores argentinos. De ahí parte la identidad tan clara y definida. La mezcla genérica que se produce acá es única, y está dada por nuestra particular situación histórica, social y geográfica.

El saxofonista Ramiro Flores tiene una visión optimista no sólo de las diferencias sino del panorama que se abre por estos días para los músicos jóvenes: “Creo que hay una particularidad que tiene que ver con la idiosincrasia argentina, con eso de no quedarse con lo que ya conocen y siempre estar buscando algo distinto. Eso puede dar frutos o no, pero es parte nuestra y los músicos de jazz también lo tienen. Tal vez la mayoría de los músicos de jazz de Europa o Estados Unidos son grandes músicos, pero hacen cosas que uno ya escuchó y entonces se pierde esa frescura de la escucha.

¿Diría que los compositores locales son más arriesgados?
No sé si generalizar tanto porque hay músicos europeos que son increíbles, pero me parece que hay un poco de eso. Más allá de las cuestiones rítmicas y características de la música de acá que son importantes a la hora de plasmar algo, la forma de cantar y de hablar también influye a la hora de escribir una melodía. Es muy común que se usen ritmos del folclore, del candombe, del tango.

¿Por ejemplo?
El Cuchi Leguizamón, por ejemplo, se copaba con Monk. Fue uno de los tipos que empezó. Él lo hizo de una manera extremadamente orgánica y sería genial poder hacerlo ahora. Lo mismo hizo Piazzolla.

Lucio Balduini, guitarrista, docente y compositor participó en el RBA por partida doble: grabó en el disco y editó una partitura propia.

¿Cómo definirías este proyecto?
Como un libro abarcativo de compositores argentinos contemporáneos que va mucho más allá del jazz y evita que el material se pierda. Todo músico que quiera tocar aquello que escucha en conciertos o en bares puede acercarse a esos compositores. Eso es lo más interesante. Además, la parte pedagógica, que no sé si está tan incorporada: que el libro esté en las escuelas de música, en los lugares donde haya jam sessions (sesiones de improvisación) y que esté al alcance de todos.

Hay pocos discos de jazz producidos acá, comparado con otros géneros.
Es que acá no se reversiona tanto el jazz, como sí sucede con el tango y el folclore. Quizás eso suceda por la falta de material y por eso el RBA es tan valioso. Yo lo he hecho, en mi disco toco dos temas de Enrique Norris. Con mi grupo toco un tema de Ariel Naón, uno de Pipi Piazzolla. Toco música de otros músicos afines a mí.

El proyecto es interesante para la circulación de partituras entre músicos, pero ¿qué hay del público?
Bueno, el público puede escuchar y descargar el disco y asistir a los conciertos del ensamble del RBA.

¿Se produce más jazz que antes acá?
L.B: Lo que pasa es que el jazz abarca gente que está buscando y tomando la música desde diferentes lugares. Hay un montón de músicos que están tratando de llevar adelante sus proyectos y grabar discos. Personalmente, vivo eso como un gran estímulo, encuentro mucha gente con un espíritu muy positivo, con casi ningún prejuicio para explorar.

R.F: El jazz local cada vez tiene más importancia. Hay un festival en Buenos Aires y muchos en las provincias -lo cual es súper importante porque se federaliza el jazz argentino. Hay más bares y más gente tocando. También me parece que hace unos veinte años no se le daba tanta importancia a gente que hacía música propia. Ahora hay lugares donde la gente va especialmente a escuchar eso. Es algo casi milagroso.

“Casi la mitad de los 807 procesados tiene una causa en juicio”


Por Luis San Martín 10 preguntas a Pablo Parenti, titular de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las causas por violaciones a los Derechos Humanos
LECTURA:|ENVIAR POR EMAIL|IMPRIMIR|PUBLICAR|COMPARTIR


Responsable de la Unidad Fiscal de Coordinación y Seguimiento de las causas por violaciones a los Derechos Humanos durante la última dictadura militar y uno de los responsables del escrito que logró la inconstitucionalidad de las de leyes de Punto Final y Obediencia Debida, Pablo Parenti espera el fallo de la Cámara Nacional de Casación Penal respecto de la extracción compulsiva de sangre a Marcela y Felipe Noble Herrera, la próxima semana.

1. ¿Cuándo nació la Unidad Fiscal?
En 2007, la Corte confirmó la inconstitucionalidad de las leyes de los ochenta y, para evitar confusiones, atrasos y crisis respecto de las causas, el procurador Esteban Righi creó esta unidad, específicamente orientada a hacer el seguimiento de todas las causas del país e intentar coordinar con los fiscales esas políticas de seguimiento.

2. ¿Existe alguna entidad similar, en cuanto a función y métodos, en otros países?
En lo que atañe a su funcionamiento, hay que destacar que se están haciendo los juicios con los mismos tribunales que están previstos por la ley, no se crearon tribunales especiales, mientras que, en otros lugares del mundo, sí se crearon tribunales ad hoc. En la Argentina se privilegió la legitimidad.

3. Hay más de ochocientos procesados, ¿no?
Sí, son personas que ya fueron indagadas y que tienen un auto de procesamiento. Según el último informe, tenemos 212 condenados, la mitad fue sentenciada en 2010. De los 807 procesados, casi la mitad tiene una causa en juicio, por lo que eso también está avanzado. Además, cabe destacar que, en el último año, se incrementó la cantidad de procesados.

4. ¿Los juicios orales permitieron avances?
En realidad, muchos casos avanzaron con pruebas que ya existían en las causas cuando éstas fueron cerradas. Nosotros pensábamos que en los juicios orales se iba a relatar lo que ya conocíamos y que no iba a haber muchos más aportes. Sin embargo, ocurrió lo contrario. Realmente, los juicios nos están sorprendiendo por la calidad de los testimonios, por la información que aportan y por el aprovechamiento que se hace de esos datos para la investigación.

5. En los casos de apropiación de menores, ¿cuántos condenados y procesados hay?
En esas causas hay 32 condenados y 68 procesados. Entre estos procesados están incluidos quienes están en juicio, como Videla y otros que están siendo juzgados.

6. Se cumplieron diez años del caso Noble, y esta semana comenzó la instancia en Casación. ¿Cómo lo ve realmente?
Es un caso necesario de esclarecer por distintas razones. Por un lado, porque tenemos que saber si estamos ante un caso de apropiación. Por el otro, porque el hecho de que se esclarezcan tantos otros y éste no, obviamente, echa un manto de sospecha sobre la justicia. Después de diez años, todavía no se llegó a ningún resultado.

7. ¿Cómo piensa que va a seguir esa causa?
Tienen una estrategia. Escucho a los abogados de Noble que hablan de persecución, de acoso. Incluso, dicen estar bien predispuestos para que se esclarezca la situación, que no se oponen a conocer la verdad. Sin embargo, es muy sencillo conocerla, simplemente tienen que aportar una gota de sangre o una célula para establecer el patrón genético. Y no lo hacen.

8. Pero, ¿hasta dónde llega la estrategia teniendo en cuenta el juicio?
La ley prevé la entrega voluntaria de ADN, pero, en el caso de que así no fuera, también habla de extracción compulsiva, norma que se aprobó por unanimidad en el Congreso. La instancia está, entonces, en Casación. Luego, en todo caso, quedará una instancia más, que es la Corte Suprema de Justicia que va a tener que definir la cuestión.

9. La sentencia a Luis Falco, apropiador de Juan Cabandié, ¿crea un precedente por la magnitud de su condena, de 18 años?
Creo que los juicios y condenas retroalimentan el proceso. Es verdad, ahora, en los casos de apropiación, se imponen penas más elevadas. Tal vez, porque se está tomando conciencia de la verdadera dimensión de ese delito.

10. La decisión de José Mujica de plebiscitar la apertura de juicios a los miembros de la dictadura uruguaya, dada la historia del presidente, ¿sorprendió?
Me causa mucho dolor pensar en cómo deben sentirse las víctimas que sufrieron crímenes gravísimos durante la dictadura y que luego, la democracia les da la espalda. Creo que hay ciertas cosas que no hay que plebiscitar. Es otro país, es cierto, pero son crímenes de lesa humanidad y creo que los derechos humanos no son nunca un asunto interno de un Estado.

viernes, 27 de mayo de 2011

Un acto, la CGT y los rostros de la multitud


Por Ricardo Forster *

Imagen: Bernardino Avila.

1

Nuevamente Buenos Aires, su centro neurálgico, fue el escenario de una multitudinaria manifestación obrera, de esas que nos recuerdan otros tiempos argentinos y que también despiertan las réplicas airadas que nacen del prejuicio y el desconocimiento. Que cientos de miles de trabajadores sindicalizados se hayan volcado a la 9 de Julio por el Día del Trabajador, y lo hayan hecho a partir de la convocatoria de la CGT, constituye, qué duda cabe, un gran acontecimiento político y social, la puesta en evidencia de que algo sustantivo viene conmoviendo la vida argentina. Frente a esta irrupción de las multitudes, lo que queda, desde la lógica de una oposición paupérrima, es lanzar las sempiternas denuncias de clientelismo, esas que sólo consideran al trabajador desde la perspectiva de quien se moviliza si alguien le paga o si lo obligan. Para esa mirada de clase y hasta racista no hay identidad, ni conciencia, ni deseo de participación. Sólo hay manipulación y prebendas. Así se ha construido una lectura sesgada y profundamente reaccionaria de lo que significa la organización sindical, incluso cuando sus dirigentes no están a la altura de sus obligaciones y de los mandatos de las bases. En este caso, la CGT comandada por Hugo Moyano ha venido a demostrar que desde hace varios años ha intentado –y esto más allá de sus contradicciones y de sus zonas opacas que tendrá que revisar y que, en ocasiones, la colocan en un andarivel complicado– ponerse al frente de una reconstrucción del movimiento obrero en clara consonancia con un proyecto que, iniciado en mayo de 2003, ha generado una decisiva inflexión de la vida política, económica y social de un país que antes estaba absolutamente condicionado por el neoliberalismo.

En todo caso somos testigos de una evolución del sindicalismo que lo pone delante del desafío de alejarse de prácticas que lo han envilecido y le han restado credibilidad social. Salir de los reflejos corporativos, que cada tanto lo acechan desde el fondo de su historia, es parte de una necesaria transformación que lo ponga a la altura de lo que el kirchnerismo ha venido a perturbar de un país que no podía ni sabía encontrar el rumbo hasta que la llegada de Néstor Kirchner vino a producir una inflexión notable en el interior de una sociedad más predispuesta a la reproducción de la crisis y el cerramiento de cualquier horizonte, que a la caudalosa mutación de la que estamos siendo testigos. Es en este sentido que la CGT se encuentra ante una prueba que le exigirá inteligencia y plasticidad para adecuarse a las demandas de una época, y a sus prácticas democráticas, que poco y nada se asemejan a las de antaño. Del mismo modo que el peronismo no ha pasado indemne por su travesía menemista, tampoco la CGT puede ofrecerse como un dechado de virtudes; pero sí puede, y lo hace en sus mejores momentos, articular sus intereses, que se corresponden con el de los trabajadores sindicalizados y por lo general bien remunerados, con los del proyecto nacional que encabeza Cristina. Las chispas de los últimos tiempos muestran que nada es sencillo en el presente argentino, pero que lo inédito que nos recorre como sociedad también interpela a prácticas y organizaciones que no estaban acostumbradas a tener que dar explicaciones de sus actos.

Salir de la lógica del prejuicio, superar la simplificación brutal con la que el poder económico y mediático ha tratado de reducir la compleja trama de la vida sindical al modelo excluyente del negocio y la prebenda, es un componente no menor de la querella cultural simbólica que atraviesa la realidad nacional. Y eso sin eludir las rémoras que arrastran muchos sindicatos, ni desconocer la continuidad de zonas oscuras que, entre otras cosas, han conducido a prisión a los máximos dirigentes de la Asociación Bancaria y de la Unión Ferroviaria. Pero la tradición sindical es mucho más que esos dirigentes olvidados de su condición, y así lo ha mostrado en la gigantesca manifestación del viernes 29 de abril. La democracia se vuelve más intensa cuando los rostros de los olvidados regresan para disputar su derecho a una distribución más igualitaria de la riqueza. Y los prejuicios se multiplican allí donde los trabajadores se movilizan para defender sus conquistas y su exigencia de ser parte en la suma de la distribución.

2

Los rostros del suburbio se sumergen en el centro de Buenos Aires como quien entra en una geografía que no le pertenece pero que, una vez penetrada, se transforma en su propio lugar, aquel en el que no dejará de mostrar sus señas de identidad, esas que no suelen ser descriptas con benevolencia por los grandes medios de comunicación. Rostros curtidos, oscuros, serios y alegres a la vez, de acuerdo con la mirada con la que se topan o la circunstancia en la que se encuentran. Rostros que devuelven, aunque no lo sepan, las imágenes de otras historias que atravesaron con intensidad las calles de la ciudad, que bajo otras memorias y otras experiencias se encolumnaron para afirmar la presencia de quienes vienen nuevamente encolumnados a defender sus derechos, todos, los del salario y los de la dignidad, esos derechos que algunos han querido suprimir cuando los vientos de la historia parecían soplar hacia la inclemente imposición de la gramática absoluta del capital.

Rostros que remiten a otros rostros, como queriendo recordarnos que las épocas se cruzan y que las memorias no se borran por más que se busque invisibilizar lo que sigue insistiendo en el interior de una sociedad injusta y desigual. Rostros de una justicia siempre reclamada, rostros incontables de aquellos que desde siempre exigen que se los reconozca como iguales, allí donde la democracia, antigua y nueva, se ofreció a sí misma como el espacio de una igualdad que luego sería sistemáticamente negada por los poderosos. Esos rostros, múltiples, anónimos, íntimos y lejanos, expresan una escritura desplegada en el tiempo de las rebeldías y de las innumerables luchas por el reconocimiento. Poco importa si quienes los representan no están a la altura de esas historias y de esas demandas, poco y nada importa el desdén clasista con el que los nombran los otros, los dueños de las rotativas y de las cámaras de televisión, los narradores de un sentido común atragantado de tanto racismo. Importa que después de mucho tiempo, casi un par de décadas de ausencia (cuando otros rostros más ajados y empobrecidos los sustituyeron para manifestar que los expulsados del sistema, los desocupados del neoliberalismo, también tenían rostro y derechos), han regresado las multitudes anónimas a las calles de una ciudad que, más allá de la hostilidad de muchos, guarda como su mejor secreto las huellas de esas otras movilizaciones que en el pasado dignificaron la lucha obrera.

Buenos Aires, la antigua, tal vez aquella que, como Borges dijera, empieza en el sur, descubrió sus ausencias; con un dejo de anonadamiento se recordó a sí misma, recuperó en un instante y entre aquella multitud de rostros llegados de los suburbios pobres otras escrituras alejadas del individualismo de época y perturbadoras de una “opinión pública” construida a la altura de los prejuicios de ciertas clases medias que nunca dejaron de horrorizarse ante la invasión de los bárbaros, de aquellos incivilizados que vienen de una lejanía inclasificable y peligrosa. Eran, una vez más, los “negros del choripán”, la masa anónima movilizada por los recursos del clientelismo (recursos alimentados, dice esa sesuda “opinión pública”, por los impuestos que paga la gente decente), el rebaño que se deja conducir a cualquier lugar y bajo cualquier consigna porque son iletrados y casi analfabetos, carne de cañón de cualquier populismo. Son pura ausencia allí donde carecen, según esta interpretación “sociológica” de algunos connotados dirigentes opositores, de la capacidad para discernir lo que significa la libertad, el derecho y la calidad institucional. Son feos, malos y sucios, y van dejando esas evidencias mientras caminan con desparpajo por las avenidas de una ciudad que no les pertenece.

Están ahí, arracimados bajo sus banderas, las de sus organizaciones sindicales, las que todavía señalan sus pertenencias más allá del intento del sistema por arrojarlos al vacío neutro de un anonimato en el que sólo vienen a expresar rostros oscuros e inclasificables, masa de trabajadores que sólo son capaces de malvender su fuerza de trabajo. Esas banderas son una poderosa conjunción de pasado y de presente; en ellas, entre sus pliegues, se guarda la memoria de otras batallas y de otras derrotas; ellas siempre son más que la circunstancia que hoy las vuelve a convocar y que algún nombre que se ofrece como el garante último de la verdad. Ellas son el barro de la historia, esa argamasa de sangre y sudor que siempre nos recuerda lo que todavía no se ha cumplido, los sueños soñados ayer que aún siguen esperando su oportunidad y que cada generación redescubre bajo sus propias e insustituibles condiciones. ¿Puede soñar una multitud? Para los cultores de un liberalismo exhausto por su propia crisis, eso es un oxímoron porque, ante todo, están el individuo y su libertad, bastión contra esa masa indiferenciada que viene a amenazar a la República y a la pureza de sus instituciones. Para ellos la multitud no puede soñar, apenas puede comportarse como una ameba, como una fuerza primitiva que es movida de acuerdo con los deseos de unos pocos. Entre el clasismo brutal y el racismo se mueve una “opinión pública” que no deja de retroceder, en términos intelectuales, hacia un conservadurismo elemental, ese mismo que suele expresar la fuerza de choque informativa de la corporación mediática, esos movileros que intentan describir lo que sus ojos no pueden alcanzar a comprender con los limitados vocablos de quienes expresan la pobreza de la ideología del prejuicio.

Extrañas vicisitudes las de una época que creía que la historia había concluido bajo el reinado omnívoro y entramado del mercado y de la democracia liberal. Un presente absoluto sin rostros curtidos que, amenazantes, se atrevieran a recorrer las calles de la ciudad burguesa recordando que acá, entre nosotros, persisten la injusticia y la pobreza. Una época que se sobresalta al descubrir que nada es eterno bajo el sol a veces negro de la historia, de ese sol que vuelve a irradiar sobre las multitudes, iluminando con nueva luz la demanda de los incontables por ser parte de lo que todavía, y pese a las promesas que vienen del inicio de la democracia, no se ha repartido con justicia. Gracias a que existen los sindicatos, y más allá de opacidades y agachadas de muchos de sus dirigentes, la brutalidad del sistema no acaba por triunfar precisamente porque todavía esos rostros de los suburbios arropados bajo sus banderas y sus memorias insisten en recorrer las calles de Buenos Aires.

Sabrá, el amigo lector, elegir sus propias visiones e interpretaciones de lo que fue el impactante acto convocado por la CGT; sabrá valorar su importancia en esta hora de definiciones políticas en la que se juega tanto; mi intención fue otra, apenas buscar las huellas dejadas por esos rostros en la memoria de la dignidad, de esa que guardan, desde siempre, los trabajadores y sus sindicatos. Pero también, por qué no, intentar descifrar los giros de la historia, los diferentes modos de comprender y de oscurecer nuestra visión de los acontecimientos allí donde lo no esperado nos sacude con sus provocaciones. Un intento por resignificar aquello que se despliega delante de nuestros ojos y que no alcanzamos a comprender; aquello que nos remite a otros momentos y a otras circunstancias pero que, en el caudaloso río de la actualidad, nos pone delante de nuestra mirada a un colectivo social que sigue dejando sus marcas en una historia por suerte inconclusa. Mucho se juega en estos meses por venir, entre otras cosas, el regreso de esos rostros de los suburbios al centro de la escena política; un regreso sin garantías porque sabemos que la restauración conservadora sigue siendo una amenaza real, aquella que intentará, nuevamente, que las multitudes salgan de la historia para regresar al silencio y el olvido. Pero también las acechanzas provienen desde el interior del movimiento popular: en su seno persisten prácticas cuya superación se vuelve un imperativo de la hora.


3

Los mismos que reducen las movilizaciones populares a una cuestión de clientelismo y prebendas son quienes, por un lado, se espantan ante la reaparición de un sujeto social político que busca rearticularse y, por el otro, desearían que volviésemos a la política como show de los años ’90. Su rechazo no apunta a Hugo Moyano, ni a la CGT en tanto estructura anquilosada o antidemocrática; su rechazo más visceral o, para decirlo mejor, la verdad no dicha de ese rechazo, hay que ir a buscarla en su mirada despolitizadora y prejuiciosa de esa que se fue articulando en consonancia con la certeza de un fin de la historia y un más allá de las ideologías que incluía, como un rasgo no menor, el borramiento de la escena de un actor social irrelevante de acuerdo con los nuevos paradigmas emergidos de la crisis de los ideales igualitaristas y en medio del triunfo, así lo veían y lo siguen viendo, de la máquina simbólica del capitalismo neoliberal. Un fin de la historia que expulsaba de su campo de visión, que en algunos de ellos sigue autoproclamándose progresista, a los que volvían a ser los invisibles en medio de una realidad expropiadora de cuerpos materiales, de sueños compartidos y de articulación de la vida social popular, y un proyecto de transformación anclado en una fuerte recuperación de la política, que en realidad escondía –y lo sigue haciendo, según estos bien pensantes– una radical forma de impostura.

Así como Moyano no es otra cosa que un simulador que apunta a su propio enriquecimiento (cientos de miles de trabajadores fueron a la 9 de Julio a festejar las cuentas bancarias del líder camionero y a gozar al son de la burocracia sindical, mostrando una vez más que en el interior de la vida popular sólo hay vacío que apenas se puede llenar con choripán y tetrabrik), el derrame de multitudes en las calles de Buenos Aires (tanto en el Bicentenario, pasando por los días de duelo y despedida de Néstor Kirchner, como la manifestación de la CGT) poco y nada tiene que ver con la genuina participación democrática. Su realidad hay que inscribirla en el interior de los lenguajes de la espectacularización mediática que se ha devorado, al menos hasta ahora y con inusual virulencia con el actual gobierno, a la política. En los ’90 se trataba, para las clases medias, de pizza y champagne; ahora, en 2011, de 100 mangos por cabeza y de un pebete de jamón y queso acompañado de sangría. Mientras tanto, en medio del populismo gastronómico que convoca multitudes de famélicos, algunos pocos descifradores de los signos de la vida posmoderna esperan, ya sin ansiedad ni convicción real, que algún día renazca la “República verdadera”, esa misma que fue desalojada por el banquete pantagruélico de las multitudes plebeyas capaces de cambiar su libertad y su dignidad al bajo precio de un choripán.

Por eso les resulta imposible “ver” a quienes no deberían estar, de nuevo, en el centro de la escena; para ellos, en particular para sus intelectuales refinados y portadores de una perspectiva de crítica cultural y social deudora de matrices teóricas dignas de mejor causa, los miles y miles de rostros llegados desde el suburbio no pueden ser contabilizados en la suma del ideal democrático, ni ser expresión, caudalosa y multitudinaria, de un involucramiento en el litigio contemporáneo, que es también un litigio antiguo, por la distribución más igualitaria de los bienes materiales y simbólicos. No. Ellos, los negros de la historia, son portadores de un anonimato que –eso desearían, aunque no siempre lo pueden expresar nuestros ilustres “etnoantropólogos de la vida popular”– debería eludir la tentación, muy televisiva, de los quince minutos de fama mediática para permanecer, como siempre, fuera de escena y alejados de la cámara que, eso sí, sólo debe retratarlos cuando muestran su otro rostro, ese que es siempre tomado como verdadero por el relato del miedo y la inseguridad, que es el rostro de la violencia y la delincuencia. Como sujetos políticos ya no tienen nada que hacer. Su presencia artificial expresa apenas el retorno, convertido en farsa, del populismo.

Esa incapacidad para ver se asocia, insisto con esta lectura, a una profunda mutación en la subjetividad de quienes, en otro momento de su deriva biográfica, creyeron en la fuerza política reparadora de las masas populares, pero que hoy, después de décadas de desilusión y cambio de paradigmas teóricos, no pueden sino identificar cualquier irrupción de las multitudes como forma excremencial de la sociedad del espectáculo y de la manipulación. Juegan, como lo suele hacer por ejemplo, aunque con ciertos matices algo más sutiles, Beatriz Sarlo, con el refinamiento vanguardista y provocador de cierta crítica cultural que coquetea incluso con el anticapitalismo de Barrio Norte, para acabar por movilizar argumentos que son de fácil digestión para el estómago de una clase media instalada en una etapa de su propia vida social fuertemente atravesada por la lógica del prejuicio y la vulgarización. Las descripciones que ha hecho Sarlo del kirchnerismo o de las movilizaciones populares han tratado de jugar al filo de la navaja entre un cierto inevitable reconocimiento de que algo insólito está sucediendo y la convicción, última y decisiva, de la impostura como núcleo atávico de una experiencia política construida, como el título de su último libro lo dice, desde “la audacia y el cálculo”. Audacia propia de los aventureros, de quienes arriesgan en función de una acumulación exponencial de poder por el poder mismo; y cálculo para garantizar, con lógica mefistofélica, que cada acción contribuya a esa acumulación y preservación del poder. Audacia, entonces, para abrir los canales de participación popular, y cálculo para reducirlos en función de sus propias estrategias acumulativas y puramente bulímicas. Para los Kirchner, podría especular nuestra etnoantropóloga urbana, los rostros de la multitud no son otra cosa que peones en el ajedrez de una política que, en el fondo, sigue prisionera de lo espectacular icónico. Gaston Bachelard, un filósofo indagador de los lenguajes de las ciencias muy leído en otra época, acuñó la categoría de “obstáculo epistemológico” para referir a la imposibilidad de la comunidad de científicos de ver aquello que su encuadre teórico le impedía ver (prejuicios, límites conceptuales, sentido común dominante, etcétera). Algo semejante les sucede a quienes, cuando ven los rostros de la multitud, no hacen otra cosa que proyectar sus prejuicios.

* Doctor en Filosofía, profesor de la UBA y la UNC.

LA NUEVA TRANSVERSALIDAD.




LA NUEVA TRANSVERSALIDAD
(por Enrique Masllorens)
Hasta 2003 los jóvenes de los sectores urbanos del país repetían una dolorosa y dolida consigna: la única salida es Ezeiza. Se sentían sin futuro, sin respuestas, sin contención y estaban desencantados de la experiencia basista –solidaria pero estéril– de las jornadas asamblearias posteriores al 19 y 20 de diciembre de 2001. El ideal de “piquete y cacerola, la lucha es una sola” se desvaneció en cuanto los sectores medios atisbaron un horizonte restaurador de sus módicos privilegios y resurgió la sospecha, la estigmatización y el desprecio hacia el diferente, hacia el otro. Si algo persistía era el deseo de que “se vayan todos”. Era la propuesta que resumía en sí misma la frustración y la ausencia de herramientas de transformación creíbles.
La política y la participación comunitarias habían sido convertidas en antigüedades sin ningún uso práctico y quienes seguían militando y activando eran mirados con sorna y hasta con un dejo de conmiseración. La salida individual, la insolidaridad y la quimera del éxito económico se había instalado en el imaginario de la población, a punta de bayoneta durante la dictadura cívico militar y con el bombardeo mediático en la década de 1990 al calor de los medios masivos entregados por el menemato a sus socios y mandantes y continuada por la fallida experiencia del timorato gobierno de la Alianza.
Con la sorpresiva irrupción de la impronta militante de Néstor y Cristina que llegaron al gobierno con más proyectos que votos, se intentó ampliar la base de sustentación con la apelación a la transversalidad. Los intereses sectoriales de algunos convocados, algunas mezquindades y la falta de confianza en la posibilidad de construir un proyecto nacional y popular que se consolidara en el tiempo, hicieron debilitar la experiencia. Tal vez, el mayor error táctico fue entronizar a un personaje de la laya de Julio Cleto Cobos, aunque a priori su defección no era previsible ni imaginable.
En ese contexto y a partir de los intentos restauradores del orden conservador encabezados por las patronales agropecuarias sostenidas por el Grupo Clarín y La Nación y la movilización alrededor de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entre muchos otros hitos, se fue cimentando gradual y sostenidamente una militancia juvenil propositiva, entusiasta y desprejuiciada.
La muerte de Néstor Kirchner abroqueló aun más el sentimiento de pertenencia, de protagonismo y de compromiso colectivo. Nada puede ser más bienvenido que el cambio de actitud de los jóvenes –de cualquier ideología– que comenzaban a pensar en el país y pensarse en él, solidariamente. Se empezaba a ganar la madre de todas las batallas: la batalla cultural.
Lo intuyó Néstor cuando eligió a Juan Cabandié como testigo, símbolo y nexo entre los que fuimos jóvenes en los ’70 y la generación que inevitable y afortunadamente nos está sucediendo. Le dio a él y a muchos otros las alas y los entusiasmó con aquel “que florezcan mil flores”.
La Cámpora, la JP Descamisados, la Juventud Sindical Peronista, la del Movimiento Evita, la de Octubres, la del Peronismo 26 de Julio y otras varias recogieron el aliento y se dedicaron a multiplicar, cada una desde sus singularidades y decisiones tácticas y políticas, pero estratégicamente unidas en un objetivo común: consolidar y profundizar el modelo inclusivo, soberano y democrático.
Con Cristina cada vez más afianzada y en camino hacia un triunfo electoral arrasador, los medios hegemónicos han elegido un nuevo fantasma y mienten para infundir miedo e intentar modificar el triunfo popular. La Cámpora es ahora el enemigo preferido.
En una nota firmada por la periodista militante ultra anti kirchnerista Susana Viau, en el Clarín del domingo 22 de mayo, se despliega una batería de infundios, inexactitudes y malicia que delatan más el paso de los años y la envidia, que el odio que vuelca en su columna. Sin reparar que el artículo 14 bis de nuestra Constitución ordena que a igual trabajo, igual salario, revela los sueldos de algunos funcionarios que provienen de La Cámpora (incluso la de uno que no pertenece a esa agrupación) como si fuera una irregularidad.
Los salarios que menciona son los que corresponden a cualquier funcionario que se desempeñe en esos cargos, sean de la edad de la periodista o de la edad de esos jóvenes.
En el Poder Ejecutivo existen alrededor de 2000 cargos entre directores, directores nacionales, subsecretarios, secretarios, además de los ministros y directivos de organismos descentralizados. La Cámpora y otros colectivos de juventud aportan algo más de una treintena de cargos.
La presidenta sigue marcando el rumbo y apostando al futuro eligiendo esta nueva transversalidad de una juventud comprometida con su Patria y con el momento histórico. Y como enseñaba Perón en su Manual de Conducción Política, la cosa pública no puede estar en manos de los hombres y mujeres con cerebros marchitos y con el corazón intimidado.
Los que fuimos muy jóvenes en la década de 1970 celebramos esta nueva oportunidad de volver a sentirnos vitales, militantes de la vida y de la política, de festejar una nueva primavera desmintiendo al otoño de nuestro presente y conmovernos en la certeza de que miles y miles de nuevos compañeros y compañeras no permitirán jamás volver atrás,
Mal que les pese a quienes operan en contra del camino emprendido en 2003, también ellos serán remplazados sin haber dejado nada positivo o constructivo que los recuerde. Y seguirán siendo viejos. Porque el tiempo es inexorable como la victoria del pueblo. Nunca Menos.

Publicado en "Tiempo Argentino" - 27/05/11

jueves, 26 de mayo de 2011

Yemen sediento de agua y de justicia



Carmen Ruiz Bravo-V

Martes 17 de mayo de 2011, por Revista Pueblos

La nueva actualidad del Yemen, en la que cuenta decisivamente su situación geográfica y las nuevas posibilidades que esta ofrece para el establecimiento de “cabezas de puente” comerciales y bélicas, no es hija del momento, sino que venía asentándose desde hace décadas [1], inserta en el cambio regional próximo-oriental y la penetración estadounidense en la zona (cuestiones de las que se han venido haciendo eco algunos analistas en medios de nuestro país). [2]

Ilustración: Paula Cabildo

Hay que añadir a esto la complicada trayectoria de unificación de Yemen del Norte y Yemen del Sur y de las distintas fuerzas socio-políticas del país, sobre lo que advertía Pedro Martínez Montávez [3], quien se preguntaba ya a mediados de los noventa “cómo podrá restañarse tanta herida reabierta y superarse el dramático dilema nacional yemení”, una herida que parece haberse hecho más profunda en los momentos presentes.

Para el intelectual yemení Abdelaziz al-Maqalih la causa prin- cipal de los problemas de la región (y del mundo entero) sigue siendo la existencia de grandes diferencias económicas entre unas clases y otras. Entiende por ello que están vigentes los principios de la revolución yemení del 26 de septiembre de 1962: “No habrá otro medio para librar al hombre de la tiranía y la pobreza que aplicar uno de los principios de la revolución, el de acabar con las (grandes) diferencias sociales y económicas, poniendo un techo límite a los ricos”. [4]

La intensa y dinámica concentración de actividad y tensión política, económica y militar en el llamado Cuerno de África confiere especial importancia a la situación geográfica-estratégica del vecino país árabe del Yemen, cuyas costas en tierra firme se acercan en algún punto a tan sólo una treintena de kilómetros del continente africano. Además, el proyecto de construcción de un puente que uniera ambos continentes va concretándose: no sería técnicamente imposible, toda vez que ya se ha visto la factibilidad de un vínculo similar como enlace fijo entre el norte de África y el continente europeo. Por otro lado, junto al Estrecho de Bab el-Mandeb, el puerto yemení de Adén (en la entrada sur al Mar Rojo) es la principal escala meridional para cualquier navío comercial o militar que quiera navegar entre el Índico y el Mediterráneo.

Tanta o más importancia tiene Socotra, la principal de las islas yemeníes, abierta ya al Índico, a tan sólo 350 kilómentros al Sur de las costas peninsulares arábigas, y aún a menor distancia de las costas africanas de Somalia, hacia el Oeste. En esta isla se viene construyendo una base militar estadounidense [5], aérea y naval, de cada vez más amplias proporciones. La construcción de esta base indica más claramente que ningún otro hecho la evolución o involución que se ha dado en la orientación del Yemen, país que en 1990 declaraba mantener una posición equilibrada y no beligerante en la zona, y que recientemente estaba en negociaciones con Rusia para construir una base en aquella misma isla.

Khalid Albaih. www.flickr.com. Dictado: Ben Ali: Amo Arabia Saudí. / Mubarak: No somos Túnez. / Gadafi: No somos Túnez ni Egipto. / Ali Salih: No somos Túnez, Egipto ni Libia. / Bashar: No somos Túnez, Egipto, Libia ni Yemen.

Norte, sur y reunificación

La trayectoria del Yemen desde 1990 muestra el progreso de una política de alianzas con Arabia Saudí y Estados Unidos contrapuesta a la posición de 1990, que fue de no intervención activa en la coalición contra Irak, desmarcándose en este caso de los demás países de la Península Arábiga. En aquel entonces Yemen se encontraba centrado en su propio proceso de unión o reunificación (en 22 mayo 1990 se une como República del Yemen). Era una complicada tarea, porque sus dos partes habían vivido las recientes décadas de independencia como dos países diferenciados, bajo alianzas y regímenes políticos bastante distintos.

Mientras Yemen del Norte había procurado un sistema tradicional, un punto “liberal”, e inmerso en una línea reformista, Yemen del Sur había buscado una peculiar fórmula “marxista”, democratizante y abierta al Islam. Ambos países habían ido acercando sus enfoques en un sólo estado, buscando una fórmula abierta a la participación democrática. No llegaron, sin embargo, a constituirse como federación. Desde el momento de la unión, la capital del Norte, Saná, se convertía en capital del país entero, mientras el puerto de Adén era el eje de la reivindicación del papel sureño en varios aspectos.

La inclinación progresiva del Yemen hacia posiciones de compromiso (y ya de dependencia) creciente respecto a Kuwait, Arabia Saudí y Estados Unidos, se suele interpretar dentro de la sociedad yemení como una imposición por parte del sector hegemónico dentro del gobierno, que no tendría en cuenta las posiciones de desacuerdo existentes. Esta interpretación se basa en una realidad: no parece que haya habido suficiente evolución democrática en el Yemen, ni un auténtico diálogo nacional abierto. Después de veinte años, y como ha sucedido en numerosos países árabes, lo que fue un frente nacional durante la independencia y la unificación se ha fosilizado en una forma de partido único y en la perpetuación y concentración de decisiones en el lado del mismo gobernante, el presidente Sáleh.

Unas revueltas prolongadas en el tiempo

La revuelta por parte de varios sectores de la población contra dicha forma autoritaria de Estado ha llegado en los últimos años a enfrentamientos armados que han sido sofocados severamente. Por lo tanto, no se puede afirmar que las actuales movilizaciones pacíficas sean los primeros indicios de un profundo descontento político. Además de lo dicho, para entender mejor las dificultades que atraviesa la población del Yemen y los enfrentamientos y movilizaciones internas existentes, hay que tener muy en cuenta los procesos de dislocación socio-económica que empezaron a producirse en el país desde el verano de 1990 y que arrancan de la repatriación forzosa de los emigrantes.

A raíz de la mencionada crisis Kuwait-Irak y la posición adoptada por Yemen, cerca de 2 000 000 yemeníes que trabajaban en Arabia Saudí fueron expulsados sumariamente de este último país, lo que causó a la economía y al tejido social yemeníes un daño grande, todavía difícil de calcular, pues en el trabajo de estos emigrantes se sustentaba la vida de una cuarta parte de la población. Esta pasó a tener, en los cómputos oficiales, de los diez millones en 1990 a algo más de 12 millones en 1992. La delimitación definitiva de fronteras entre Arabia Saudí y el Yemen, que se produjo después, no ha conseguido frenar los continuos intentos de atravesar la frontera hacia el país vecino por parte de miles de personas, en general las más pobres, que se arriesgan una y otra vez a atravesar el desierto aun sabiendo que no van a ser admitidos en ningún trabajo.

La delimitación de fronteras se interpretó desde otro punto de vista como un logro estatal yemení, ya que en las zonas fronterizas se han ido encontrando nuevos yacimientos de petróleo (especialmente en el sur). Sin embargo, el hallazgo y aprovechamiento de nuevos recursos en hidrocarburos apenas ha mejorado la situación económica del grueso de la población yemení, la de ingresos medios más bajos de todo el conjunto árabe, y para nada ha atendido a la población de las zonas de frontera. Todo ello no sólo induce a pensar en una mala gestión económica sino en, desde luego, una injusta distribución de la renta y de las oportunidades económicas y de desarrollo, concentradas en las principales ciudades y sus aledaños.

Dos últimos factores actúan: por un lado, la anunciada penetración o desarrollo de elementos ultra-islamistas en territorio yemení, lo que ha dado pie a la llamada colaboración antiterrorista internacional y a su presión sobre el país; y, por otra, la revuelta de sectores chiíes, de raigambre social y política en el Yemen del norte. Entre 2008 y 2010 la represión de estos últimos, los huth, por parte del gobierno del Yemen ha sido muy severa, sin apenas recurso a la diplomacia ni a los pactos.

Ya recientemente, los ataques de Arabia Saudí contra las personas huidas en la zona de frontera han supuesto una lucha desigual por tierra de un ejército contra guerrilleros, y la utilización de aviones de combate, con la colaboración, pasividad y omisión de ayuda por parte de las autoridades yemeníes. Quizá este trato cruel y humillante ha debido ser la gota que ha colmado el vaso. Estos son algunos de los elementos que han conmovido y movilizado a la gente del Yemen, acostumbrada a tratar con pueblos de diversos orígenes e intereses, pero no a ser tratada como un pueblo servil.

En cualquier caso, el 26 de agosto de 2010, el gobierno de Yemen y el grupo chií firmaron un acuerdo en Doha. El acuerdo ha durado poco tiempo, pues, ante la represión de las manifestaciones populares, Abdel-Malek al-Huthi, líder de los huth y, en general, candidato opositor del norte, ha emitido varios escritos de rechazo y protesta.

¿Igualdad o fraude a las tribus?

Empecemos por enfocar la cuestión tal y como la propia población yemení se la ha planteado a su Gobierno, en la calle, en este año 2011: se pide al régimen igualdad y redistribución dentro del propio país, y se reivindica un ejercicio de la justicia y una aplicación de la ley que trate por igual a todos los ciudadanos. Y aunque esto significa prácticamente lo mismo en todos los lugares de la Tierra, adquiere un significado reivindicativo más profundo en países de organización ampliamente politribal, en donde se ha exhortado, convencido y “obligado” a las gentes a “soltarse” cada vez más de los vínculos de las tribus y, en especial, de la justicia interna de las mismas, en aras de un ideal de igualdad ciudadana y nacional moderna.

Por tribus hay que entender un conjunto poblacional habitualmente asociado a un territorio donde ejerce su actividad, mora, y donde, hasta épocas recientes, alcanzan y rigen pactos y leyes propias comúnmente aceptados. En los Estados árabes que tienen una sociedad politribal activa, el sistema lleva siglos asentado en un sistema de labil equilibrio, pero equilibrio a fin de cuentas, gracias al funcionamiento de una red de ciudades muy vinculadas a su respectivo entorno rural o desértico, y viceversa, por medio del comercio y la mutua ayuda.

En el Estado moderno el equilibrio es muy precario, pues las ciudades (centros de interrelación humana e intertribal) se convierten en polos de desarrollo mucho más rápido que los ámbitos rurales. Desiertos y campos, por otra parte, son tratados por los Estados modernos demasiado frecuentemente como “tierras de nadie” donde se instalan campos de petróleo, carreteras, vallados y divisiones. Las tribus arraigadas en estas tierras perciben entonces que el antiguo sistema ha decaído sin que lo sustituya una adecuada reconversión del conjunto en una nación (umma)civil tan igualitaria como se pretendía con la proclamación de independencia.

Una de las formas de mantener el poder en el sistema tribal, desde el Magreb hasta el Yemen, es intentar conservar una legislación y un código ético paralelo al del Estado, que unas veces se añaden en la práctica sin generar conflicto, y otras entran en contradicción con el sistema legislativo nacional. [6] El llamado “código de honor” o la “venganza”, retoma sus perfiles legislativos “pre-nacionales”. Esta tendencia (que a veces se extrapola al conjunto de países árabes e impide no sólo los progresos nacionales sino también los inter-árabes) fue duramente criticada por sociólogos como el iraquí Ali al-Wardi o el yemení Al-Maqalih, por ejemplo. Sin embargo, estos mismos pensadores comprendían que para que fuera entendida la crítica a los excesos de los sistemas “parciales” o “tribales”, la población tendría que ver con sus propios ojos que el sistema judicial del país quedaba libre de corrupción y favoritismos y, sobre todo, del escondido deseo de venganza. Es más, de no ser así, como está sucediendo, sería predecible más de una revuelta, y puede que una involución.

Si esto lo referimos al sistema de justicia de la comunidad o sociedad internacional, cabrá afirmar lo mismo: en cuanto que una población o un país árabe (o de otra zona del mundo) perciba que la comunidad internacional y los organismos internacionales aplican diferentes raseros y criterios a unos pueblos y a otros, a unos y otros dirigentes y, sobre todo, que la vieja ley de la venganza grupal subyace a comportamientos jurídicos aparentemente modernos, habrá una desconfianza profunda respecto al porvenir positivo de las relaciones diplomáticas y jurídicas internacionales.

Y el agua…

Desde la justicia internacional a la regulación de los aspectos más cotidianos de la existencia en este país, como los derechos de paso, los aranceles, las tasas de los puertos y mercancías, todo influye. Y así también, lo que sucede con el agua.

Se ha venido anunciando, desde hace tiempo, que el acceso al agua y la necesidad de repartirla equitativamente constituyen la principal de las reivindicaciones económicas en el presente y para el futuro en el mundo entero. Para quienes conocen la geografía y la historia del Yemen, resulta un hecho evidente que el país, y el Estado, se organizaron desde antiguo precisamente sobre la actuación en torno al agua: conservar y retener la lluvia que cae estacionalmente en las altas montañas y procurar su embalse y canalización. Las grandes cisternas de la antigüedad en Adén, o los restos del inmenso dique de Maarib, indican al viajero cómo estuvo siempre centrada la articulación del país en torno a este elemento, con un derecho de aguas tradicional que ha regulado al detalle su reparto.

En la actualidad, sin embargo, se considera que el Yemen es uno de los países con menos disponibilidad de agua potable del mundo, y los sistemas de alarma ya han sonado, alertando de una posible penuria. La media de agua potable con la que cuenta actualmente cada ciudadano del Yemen es de 125 metros cúbicos al año y el nivel de los acuíferos desciende de manera muy rápida. Pero no se trata sólo de una cuestión de cantidad, sino de que el acceso al agua es muy difícil, pues en numerosos puntos se encuentra a gran distancia de las poblaciones y no es raro que en gran parte de las regiones más pobres los caminos de acceso estén en pésimo estado.

Estos son factores que dañan la vida cotidiana y generan una gran desconfianza respecto a la eficacia moderna y a las promesas de igualdad. Se emprenden costosos proyectos, a costa de lo que sea, sin tener en cuenta la resolución de necesidades básicas de la población. ¿Cómo no recordar a este respecto la excentricidad de los personajes de la novela La pesca del salmón en el Yemen, de Paul Torday (2007), que se va a llevar pronto a la pantalla?

El hermosísimo Yemen rural y ciudadano que constituía el fondo de la exotizante película (1974) de Passolini Las mil y una noches subsiste en cierta medida en sus paisajes, el trato y comportamiento dignos y respetuosos de sus gentes, pero también en sus dramas, y se ha visto sacudido por una evolución desordenada, caprichosa, o premeditadamente explotadora, como en el conjunto de la Península arábiga, donde todos los experimentos son posibles. Por eso, el Yemen clama abiertamente. Por eso muestra su realidad.


Carmen Ruiz Bravo-V es arabista y editora. Ex Catedrática de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).

Este artículo ha sido publicado en el nº 46 de la Revista Pueblos, segundo trimestre de 2011.



Notas

[1] Véase el extenso trabajo de conjunto sobre el Yemen de Pedro Martínez Montávez: “Raíces y nueva actualidad del conflicto del Yemen” (1994), reeditado e incluido oportunamente en su obra Mundo árabe y cambio de siglo, Universidad de Granada, 2004, pp. 23-50. Sobre la interrelación entre unas y otras zonas árabes y occidente, remito a su libro Pretensiones occidentales, carencias árabes, Madrid, CantArabia - Visión Libros, 2008.

[2] Véase, por ejemplo, el artículo de Ernesto Gómez de la Hera “La singularidad de Yemen: Una incierta ubicación regional”, en Nación Árabe, nº 47 (2002).

[3] Pedro Martínez Montávez: “Raíces…”, p.49.

[4] Abdelaziz al-Maqalih: “Al-Azamat al-iqtisadiyya wa-tahawwulatu-ha ila azamat ichtimaiyya wa-siyasiyya” (“Las crisis económicas, y su transformación en crisis sociales y políticas”). Ver: http://arabrenewal, 5 de marzo de 2011.

[5] Michel Chossudovsky: “Yemen and The Militarization of Strategic Waterways Securing US Control over Socotra Island and the Gulf of Aden” (4/01/2010). Existe una versión al castellano (Sinfo Fernández), en www.rebelion.org.

[6] Véanse, por ejemplo, los artículos de Layla Hamad Zahonero: “La identidad zaydí hoy, ¿superación del antiguo régimen?”, en Hesperia-Culturas del Mediterráneo, nº 12, 2009; “Sobre la relación entre la ley islámica y el derecho consuetudinario en el Yemen tribal”, Awraq, vol. XXIV (2007) pp. 215-240; y “La estructura social en el Yemen tribal. El derecho consuetudinario y los roles sociales”, en Hesperia-Culturas del Mediterráneo, nº 7, 2005.