LA ALEGRÍA PERONISTA

domingo, 21 de noviembre de 2010

“Recuperamos autonomía política y soberanía económica”




Por Néstor Leone Juan Manuel Abal Medina, vicejefe de Gabinete, analiza la importancia del principio de acuerdo con el Club de París y la discusión alrededor del Presupuesto
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Conmovido por la ausencia. Así dice que se siente Juan Manuel Abal Medina por estos días. Secretario de Gestión Pública y vicejefe de Gabinete en el gobierno de Cristina Fernández, y mano derecha de Néstor Kirchner durante su breve pero intenso trabajo al frente de la Unasur, recuerda en esta entrevista a su jefe político y analiza la importancia que tiene para la Argentina el principio de acuerdo con el Club de París. “Hasta 2003 éramos simplemente un deudor que andaba por el mundo pidiendo siempre más, solicitando consentimientos, mendigando. Todo eso se terminó, cambió, somos otro país”, señala. Además, da su punto de vista sobre los entretelones de la negociación trunca que impidió al Gobierno aprobar el presupuesto para 2011. “Es la actitud típica de aquellos que saben que no van a ser gobierno”, sostiene respecto de la actitud de la oposición.

¿Qué significa, en términos políticos, el principio de acuerdo con el Club de París?
Es un paso fundamental en la estrategia que adoptó el país a partir de 2003: recuperar la autonomía política por el camino de la soberanía económica. Néstor y Cristina siempre entendieron que gran parte de los problemas de la Argentina, más allá de las cuestiones internas, tenía que ver con esta relación de dependencia permanente con los organismos de crédito internacionales. Y, ligado a eso, cómo eso nos había condicionado, destruyendo nuestra economía y quitándonos márgenes de acción en términos globales.
¿Y qué significa que se haya hecho a pesar del Fondo?
El Club de París, como muchas instituciones internacionales, exigía que se siguiese con el monitoreo del Fondo Monetario, cuestión que la Argentina, una y otra vez, se había negado a aceptar. Este paso dado significa eso: vamos a saldar los compromisos sin ningún tipo de control externo. Hasta 2003 éramos simplemente un deudor que andaba por el mundo pidiendo siempre más, solicitando consentimientos, mendigando. Había que aceptar que viniera anualmente el FMI a decirnos cómo estaban las cuentas y a dictarnos ideas nefastas, como el blindaje o el déficit cero de Domingo Cavallo, sólo para complacerlos, para decirle al mundo que nos íbamos a portar bien. Todo eso se terminó, cambió, somos otro país.
Muchos economistas daban por hecho que el acuerdo sin el Fondo sería casi un imposible.
Este proyecto político viene demostrando, desde 2003 en adelante, que su marca de origen es hacer posible lo imposible. Decían que no se podía renegociar la deuda con la quita que propusimos y se dio; decían que no se podía salir del Fondo y se pudo; y, hasta la semana pasada, decían que no se podía acordar con el Club de París sin el FMI. Parecía una verdad de Perogrullo, pero volvimos a demostrar lo contrario, que aquello que se sostenía como un hecho era una zoncera, en los términos de Arturo Jauretche. Y que, cuando hay un gobierno que tiene muy claro hacia dónde va, lo imposible se vuelve posible.
¿Qué hubiese implicado concretamente el monitoreo del Fondo en este contexto, que no es el mismo de 2001?
Se hubiese metido en cosas que no tiene porqué meterse. El Fondo siempre quiere incidir sobre el modo en que se utilizan los recursos y sobre un conjunto de cuestiones que, como se demostró en la crisis de 2008, siempre son selectivas: se hace con algunos y con otros no. Tanto Estados Unidos como España también son integrantes, pero no fueron monitoreados y ya vimos qué pasó cuando explotaron las burbujas. ¿Por qué? Porque lo que hace el Fondo, en realidad, es incidir sobre el sentido de las políticas, pero siempre de los países emergentes o del tercer mundo.
No se conoce la “letra chica” del acuerdo, todavía en discusión, pero, ¿cuál fue la clave del acercamiento? ¿Qué cede la Argentina? ¿Qué cede el Club de París?
No es cuestión de ceder. Lo que ya se sabe es que no va a haber monitoreo externo y que el acuerdo se va a hacer en términos razonables para ambas partes. Lo importante no es la discusión sobre eso, sino sobre cómo se llegó a este acuerdo.
Por ejemplo, el Club pretende que la cancelación sea en un año. En el Gobierno están pensando en otros tiempos.
Las cuestiones concretas las definirá el ministro Amado Boudou y, por supuesto, la Presidenta. Pero acá lo importante es que se superaron vallas ideológicas que no permitían el acuerdo; vallas ideológicas que permanentemente se les imponen a nuestros países. Ahora, llegar a buen término con las cuestiones más concretas no es tan complicado. Hay que pensar que éste es un proceso que viene desde hace tiempo, con negociaciones que tienen su historia. No se dio de un día para el otro, se vienen construyendo consensos importantes. En ese sentido, fue muy importante la visita de la Presidenta a Alemania y, en general, la actitud de liderazgo de nuestro país, presidiendo el G-77 e integrando el G-20. Estas cosas ponen al país en una situación que hace muy difícil que puedan seguir viéndonos como un país marginal que necesita ser controlado. Lo que nosotros siempre dijimos empieza a ser aceptado racionalmente por los distintos actores.
¿Qué pasará con los llamados fondos buitre?
Cada paso que se da en estas negociaciones, y éste que se dio ahora es muy importante, va quitándole entidad a los reclamos de esos fondos.
Lo llevo a la discusión por el Presupuesto. ¿Le sorprendió la actitud de la oposición en su discusión, con acusaciones de coimas incluidas?
En una buena medida, sí; en una buena medida, no. En verdad, es una actitud que viene desarrollando desde que asumió la nueva mayoría circunstancial en la Cámara de Diputados, obstruyendo, poniendo palos en la rueda. En ese sentido, no me sorprendió. Pero, si se lo mira de otra manera, creo que la oposición no midió todavía de qué se está hablando. Es la primera vez que no se le aprueba un presupuesto a un gobierno. Las ocasiones anteriores en donde no los hubo fueron porque no se lo pudo mandar, se lo mandó tarde o no había propuesta. Pero ahora es distinto. En un hecho inédito, el Congreso le dice “no” a esa aprobación. Más intento de obstruir a un gobierno que no aprobarle el presupuesto que envía, es difícil de pensar. Si bien es la continuación de una actitud previa, representa una actitud que, en buena medida, puede calificarse como suicida.
¿Cuál cree que es la lógica política que está detrás de esta actitud?
Es la actitud típica de aquellos que saben que no van a ser gobierno. Las propuestas antisistémicas tienen mucho de eso. Pueden trabar todo porque nunca van a gobernar. Entonces, no importa que no haya presupuesto o que se caiga el país. Es entendible en algunos actores como Elisa Carrió, quien juega permanentemente a ese juego, pero no en otros.
Hay una autoconciencia anticipada de la derrota, usted dice.
Hay mucho de eso y también de la actitud permanente del Grupo Clarín y de Héctor Magnetto, particularmente, que usan a Carrió para este tipo de cosas y la dejan de lado cuando no les hace falta. Ella misma fue ante los diputados denunciando que si daban quórum los iba a denunciar en TN. Actitudes como éstas les sirven a quienes están en el día a día pegándole al Gobierno, pero no se termina de entender cuál es la lógica de la jugada en aquellos que dicen tener expectativas ciertas de gobernar el país. Supongo que operan así más por miedo, por debilidad o desorientación que por análisis racional.
El principal argumento de la oposición para negarse a tratarlo es que los números del Gobierno subestiman el crecimiento y, de esa forma, les permitiría administrar a discreción los recursos excedentes en un año electoral.
Sí, dicen que el presupuesto está dibujado por cómo se ponen algunos indicadores y esas cosas, pero si se fijaran mejor son muy parecidos a los que el PRO elevó en la Ciudad. Con lo cual, la pregunta sería a qué están jugando.
También se dijo que el Gobierno subestima, en esos cálculos, los índices de inflación.
Son números muy parecidos al que ha hecho el gobierno del principal distrito que maneja la oposición, que es Buenos Aires, y ahí nadie dice nada. Se ve con mucha claridad que esto es una mera excusa. La única vocación es intentar deslegitimar al Gobierno y continuar con la acción destituyente que de-sarrollan desde el conflicto con el “campo”.
La falta de resultados concretos en la negociación, según algunos analistas, se la adjudican a la ausencia de Néstor Kirchner. “Con Kirchner esto no hubiese pasado”, señalaron algunos, palabras más, palabras menos.
Es un disparate. La acción de nuestro gobierno es la misma porque la Presidenta es la misma. Son lecturas tontas. Hablan de una transición, de un cambio de estilo, pero me parece que se confunden un poco. Y no conocen bien a Cristina. La Presidenta tiene un dolor personal muy fuerte, pero a la vez tiene una convicción personal muy grande, más ahora frente a esto. ¿O alguien duda de que va a seguir por el mismo rumbo? Lo que hay, pero no es nuevo, es esta actitud de la oposición, en gran medida irracional, que pretende complicar las cosas. En buena medida, el caso del presupuesto es muy parecido al de las reservas. Era un tema que no debía tener gran discusión y la tuvo: una decisión lógica la frenó tres meses.
¿Qué implica para el Gobierno gestionar sin Presupuesto aprobado?
Es posible que algunas cosas se vuelvan más engorrosas, que haya que manejar muchos de los recursos presupuestarios con una pauta ajena a la realidad de 2011. En definitiva, viene a entorpecer, a intentar que las cosas funcionen mal. Es como si a un piloto de avión le das un mapa viejo. Obviamente, no vamos a tener dificultad para llevar el país adelante, pero lo que llama la atención es la actitud.
La sensación que se tenía, de todas maneras, es que el Gobierno ya manejaba esa posibilidad.
Obvio, si Carrió nos venía amenazando desde hace unos meses con que esto iba a ocurrir. Quería usarlo como piedra de cambio de otros temas. Es más, no sólo no quisieron aprobar el presupuesto sino que quisieron cambiarlo por uno que hizo Alfonso Prat Gay, quien encabezó una lista que salió tercera en la Ciudad de Buenos Aires. Esto, de alguna manera, es algo peor en términos conceptuales. La oposición nos pedía que dejáramos de gobernar con nuestro presupuesto y tomáramos el de una fuerza opositora que ni siquiera es segunda minoría. No se entiende la lógica, muy posiblemente porque carezca de ella.
Hace un tiempo se habla del poskirchnerismo, no ya como posibilidad sino como cierre de ciclo. Eso parece hoy más lejos.
Ese nunca fue nuestro diagnóstico, obviamente. Con la muerte de Néstor, muchos que durante algunos años mostraron su enojo por el bloqueo brutal de los medios, recordaron todo lo que había hecho, lo que había dicho y corrieron la gran cortina que se había construido alrededor de su figura. De repente, apareció la realidad de una forma tan contundente que nadie se puede hacer el distraído. En la calle me encuentro con muchas personas que reconocen que se equivocaron con la evaluación que habían hecho. Toda esa gente que había sido engañada por el discurso del monopolio hoy sale a la luz. Y después está el coraje de la Presidenta maravillosa que tenemos, que frente al dolor se pone firme demostrando su convicción y seriedad para gobernar el país. Creo que eso también fue un recordatorio importante de lo que este proyecto significa.
Kirchner se llevó consigo el mote de “crispador” que estaba instalado y los argumentos habituales que esgrimía la oposición para cuestionar al Gobierno. Se supone que habrá nuevos flancos débiles que tratarán de explorar.
No se quedarán quietos, por cierto. Los ataques que nos hacen son siempre brutales. A Néstor le habían inventado una leyenda negra realmente indignante. Lo de la crispación, lo acepto, puede tener algún fundamento, pero que hace valioso todo este proceso. Nosotros no acordamos con los grupos de poder, discutimos con ellos y lo hacemos con honestidad y con fuerza. Para algunos eso es crispar; para otros, no. Lo cierto es que no somos un gobierno manso frente a los factores de poder. Como decía Néstor y siempre dice Cristina: “los argentinos estamos muy acostumbrados a los gobiernos duros con los de abajo y blandos con los de arriba”. Bueno, nosotros somos al revés.
Primero se planteó la debilidad de Cristina. Luego, la imposibilidad de cumplir las tareas a las que estaba abocado Néstor o la existencia de cierto “estado deliberativo” en el kirchnerismo.
Para el diagnóstico de los monopolios el problema, antes, era Néstor; ahora, su ausencia. Algunas cuestiones también vinculadas al sexismo y machismo brutales. Un dirigente le dijo, incluso, que debía pedirse licencia por un tiempo. No creo que si a un presidente en ejercicio se le hubiese muerto la mujer, le hubiera pedido algo por estilo. Es decir, se vincula una supuesta debilidad a su condición de mujer, cuando Cristina, si de algo ha dado muestras, es que coraje no le falta. Enfrentó situaciones terribles que nadie pone en duda.
Más allá de la mala fe de muchos comentarios, es innegable el rol político que Kirchner jugaba. La sensación que uno tenía era que jugaba diez partidas simultáneas. ¿Cómo se reemplaza?
Lo hará la Presidenta. Cristina es una persona de una capacidad intelectual, de una entereza moral y de convicciones únicas. Estuvo toda la vida a su lado y construyeron todo esto juntos. Había una relación de compañerismo muy fuerte entre ellos, así que no hay cosa importante de lo que él hacía que ella no supiese, y al revés también. Los que estamos a su lado lo que hacemos es asistirla en esa tarea.


“Néstor me enseñó que la política es pasión”

Usted fue una de las personas que más cerca estuvo de Néstor Kirchner en los últimos años. ¿Qué es lo que puede decir que aprendió a su lado?
Mucho. Pienso que todos estos momentos que compartí con él fueron un regalo de la vida. Y puedo asegurar que me sirvieron más para aprender de política, que mis veinte años de estudio en universidades de todo el mundo y que mis veinticinco años de militancia. Los largos viajes que hacíamos al exterior, las noches en los hoteles, el camino a los actos eran los momentos para charlar y aprender. Pero la enseñanza más grande que me llevo de él es que la política no puede ser entendida sin pasión, no puede ser entendida como una actividad chata, mediocre. Me quedo con esa idea suya de que la política no se puede conformar con administrar lo existente, que era a lo que nos habíamos acostumbrado. La política, necesariamente, debía ser otra cosa: la vocación de transformar, de ir por más, de hacer posible lo imposible. Esa es la gran revolución que hizo Néstor con todos no-
sotros y con la Argentina: recuperar la idea de la política de pasión, de amor, de fuerza.
¿Le quedaron cuentas pendientes con él?
No, ninguna. La verdad que, sobre todo los últimos meses, compartimos tantas cosas, en todo sentido, que estoy enormemente agradecido. El día anterior hablé varias veces con él y estaba contento, nada que ver con todas las estupideces que se dijeron.
¿Qué cuestiones lo tenían obsesionado últimamente?
Volvía una y otra vez sobre los ciclos frustrados de crecimiento que tuvo la historia argentina. No quería que la historia se repitiese. Tenía en la cabeza los números de la economía de 2015: cuánto podía llegar a ser el presupuesto, cuál iba a ser el nivel de deuda… Decía que, para entonces, la deuda sería un mal recuerdo. Hablaba con empresarios y trataba de convencer a aquellos a quienes le iba bien, pero asumían el discurso de los medios. Otro tema era el de los jóvenes. Cuando veía cómo se estaban volviendo a enamorar de la política, se sentía mejor que nunca.
Con la despedida que le ofrecieron hubiera estado contento.
Sin duda. Me acuerdo una actividad con centros de estudiantes secundarios, pibes de catorce o quince años, en Lanús, poquito tiempo atrás. Estaba muy conmovido. En verdad, su velatorio expresó eso: estaba la primera pareja de matrimonio igualitario, la CGT, la CTA, estaban los movimientos sociales, los jóvenes, los trabajadores… El kirchnerismo vino a ampliar derechos y eso quedó reflejado en esa gran diversidad. Vino a dar derechos económicos, sociales, ciudadanos a un conjunto de actores que, o no los habían tenido nunca, o los habían perdido con el tiempo. Después, otro tema que lo obsesionaba era la integración latinoamericana. Sentía que estábamos ante una oportunidad histórica y que había que evitar ser cerrados u obcecados para no desaprovecharla. Decía: “No armemos un club de partidos amigos, armemos una unidad de verdad que pueda procesar las diferencias, que pueda incorporar opciones de derecha serias y modernas”.

Cuestiones de armado

¿Hay que dar por hecho que Cristina irá por la reelección?
Ese es el deseo de la inmensa mayoría del pueblo argentino y, obviamente, de los que militamos en este proyecto, pero va a ser una decisión de ella. No es momento para estar pensando estas cosas y, mucho menos, para preguntárselas. Tenemos que seguir gobernando el país y convertir el dolor que sentimos en acciones concretas.
Más allá de posibles acuerdos y la ampliación de la base social, el sostén del proyecto, uno supone, seguirá siendo el PJ y su estructura.
El peronismo, con su estructura, y todos los que vienen acompañando este proyecto.
Hay sectores importantes que siguen pensando en la posibilidad de reeditar esa idea que no terminó de germinar como debía: la transversalidad. ¿En qué esquema político están pensando?
El peronismo, desde su origen, es un movimiento frentista que, en sus mejores momentos, siempre incorporó y se abrió hacia otros compañeros de ruta. Es lo contrario de la del partido cerrado, del comité que sólo mira hacia adentro. Además, los proyectos de transformación siempre necesitan del peronismo pero debe ser acompañado por un conjunto de sectores. Algunas apuestas salen bien y otras salen mal, como fue la opción por el vicepresidente. Pero eso no nos tiene que llevar a cerrarnos sobre nosotros mismos. Como lo dijo más de una vez Néstor, hay que continuar con la apertura, con la incorporación de aquellos sectores que se sientan atraídos por nuestras políticas.
¿Qué rol pueden jugar figuras como Martín Sabbatella, en este contexto?
Hay actores políticos que vienen acompañando con lealtad el proyecto y dieron muestra, en momentos muy difíciles, donde se define la historia, de qué lado estaban. En un país donde los rótulos valen tan poco, eso es importante. Vemos supuestos hombres de izquierdas, como Pino Solanas, que se encolumnan firmemente con la derecha y hablan desde ahí, que lo importante no es cómo uno se autodefina. También tenemos algunos que se definen como hiperperonistas y su acción siempre fue contraria al peronismo. Frente a esa poca solidez de las palabras, lo que importan son los hechos. Y quién está de un lado y quién en otro se demuestra en la acción.
¿Existe la posibilidad de que juegue sus chances en la Ciudad, aliado al kirchnerismo, por ejemplo?
La verdad, esas cuestiones no las estamos pensando y falta mucho para definiciones.
¿Cuál será la actitud frente al Peronismo Federal, que ha perdido fuerza y más de un dirigente anda con ganas de emprender el regreso?
Néstor lo dijo más de una vez cuando se pensó el tema de la reforma: lo importante es fortalecer a los partidos. Las primarias están para eso, para que muchos que se van por cuestiones específicas sientan que pueden discutir adentro.
Las puertas están abiertas, entonces.
Las puertas están abiertas, obviamente. Lo que no vamos a hacer es cambiar un ápice del proyecto que estamos desarrollando. Ni un ápice. Pueden venir a discutir pero tendrán que ganarse un lugar a través de los votos.
¿Hay lugar para Carlos Reutemann, por ejemplo?
Son definiciones personales de los dirigentes. No vamos a decir lo que tengan que hacer los otros. Lo que sería sano es que vinieran a discutirlo dentro de este nuevo marco. Si hay sectores que piensan que sus diferencias ideológicas son tan grandes que ya no tiene sentido discutir, allá ellos.
Eduardo Duhalde piensa lanzarse en diciembre. ¿No le ve posibilidades de aglutinar a ese sector disidente?
Si se presentan por fuera de la primaria del peronismo, no podrán llamarse más peronismo disidente. Peronismo disidente va a ser el que compita contra nosotros y pierda en la primaria. Lo otro será otra cosa: el PRO, la derecha, el partido conservador, tendrá que buscarse otro nombre.

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