LA ALEGRÍA PERONISTA

jueves, 10 de septiembre de 2009

El anti y el ultra.

Lorena Morena

La línea que divide al anti del ultra es casi imperceptible, delgada, finita.
Casi que se tocan los extremos, se parecen, se complementan. Sin el anti no hay ultra.

Al anti lo maneja, lo posee un sentimiento de odio. Odio que le nubla la vista y el entendimiento y no le permita elaborar una opinión que no este colmada de desprecio y rechazo, de oposición a todo lo que el objeto de su odio le proponga.

Al ultra lo invade un sentimiento de pasión. Pasión descontrolada y ciega, de acompañar, defender a rajatabla incluso aquello que no se comprende o no se comparte. No discutir ni evaluar los comportamientos del objeto de su pasión.

Ambos desprecian al otro, y marcan el terreno. El ultra denota barbarie, el anti civilización. El ultra representa la mafia y lo ilegal, el anti la gente de bien y el empresario preocupado por el país. El ultra es la vieja política, el anti la nueva propuesta.

Mario Weinfeld escribió en el diario Página 12, en el marco del envió al congreso de la ley de servicios audiovisuales, que llamativamente no hay “ultras” en la oposición sino que son exclusividad de los oficialistas.
Mientras que los letrados son “intelectuales K”, la plebe son “Ultra kirchneristas”.
Esto salvaría a la oposición de tener un fanatismo, una pasión que invada el sano razonamiento. Y todos sus actos y sus opiniones serian, entonces, vertidas desde la más honesta objetividad.

Sin embargo la realidad que vivimos, fuera de lo que nos venden los medios como verdad absoluta enmarcada en “lo que la gente piensa”, nos muestra otra cosa.

Muchas veces se han escuchando en las calles, en las reuniones, en los lugares públicos frases tiradas al aire llenas de odio, de desprecio hacia aquellos que hoy, y seguramente para estos “anti” gracias al fraude, están al poder.

Insultos de todo grado y descripción se pueden leer en los portales de los diarios, en los comentarios de los lectores, en las paredes o en los mensajes por mail.

Pero no solo el anónimo. Empresarios como Vila, desde el atril de un acto del multimedios del cual es dueño junto con Manzano, escupió sin el menor de los pudores, acusaciones y frases que dejaron sorprendido al menos iluso de los espectadores.

Si alguien que por interés económico, es capaz de decir que una ley que va al congreso es de una gravedad institucional semejante solamente al golpe militar de 1976, es porque ya no existe ningún filtro en la mente del anti.

Lo que permite al anti decir cualquier barbaridad, es la total convicción de que nadie que se considere una persona pensante y de bien, pueda tener un idea diferente a la propia.

Es por ello, que se lanzan estos insultos a los cuatro vientos, sin pensar quien está al lado por una cuestión mínima de respeto y buena educación.

El anti cree fervientemente, y con el derecho que le da el habla por “la gente”, “el país” y “los argentinos”, que solamente puede apoyar a estos “ladrones montoneros” aquel zurdo intelectual, el villero que va por el pancho y la coca o el sindicalista vago e interesado en un puesto donde cobre y no trabaje.

El resto, la gente de bien, tiene que ser anti. Sin lugar a dudas.

Y a pesar de todo, está arraigado en el pensamiento de la ciudadanía, la idea de que el ultra es totalitario e intolerante, prepotente y agresivo. No respeta las instituciones ni las ideas disidentes. Se maneja con engaños y mentiras, corrupción y negligencia.

Todo lo malo es el ultra.

La ciudadanía bien educada y con principios, para el anti, debe ser anti kirchnerista, anti comunista, anti peronista, anti política, anti progresista, anti chavista, anti castrista, anti pobre, anti joven, anti inmigrante, anti piquetero, anti popular.


Buenos Aires, 10 de septiembre 2009.

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