LA ALEGRÍA PERONISTA

domingo, 8 de diciembre de 2013

“Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”

La batalla cultural “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”

Bernardo de Monteagudo





En el año 2003 Elisa Carrió tuvo la ambiciosa idea de abrir un instituto de formación política y cultural. Y, también, el atrevimiento y grandilocuencia de utilizar el nombre de Hannah Arendt para denominarlo.
La banalidad del mal, trabajo central en la obra de la escritora y filósofa alemana, fue redescubierto en los últimos años a la manera de Carrió, ligera y ramplonamente. Así lo demuestra en sus interpretaciones sobre el nazismo y fascismo con las que azota a los televidentes para describir a la política argentina. Todos estos dichos los perpetra amparada en el estudio riguroso del que se jacta haber realizado durante años de la obra de Arendt.
El berretín de citar solamente el título del libro de Arendt, La banalidad del mal, por cualquier presuntuoso para dar cuenta de alguna situación que presuponga, justamente, la existencia del mal, es habitual en cualquier circunstancia que se le presente. Incluso para describir al mundillo futbolístico. Así lo reflejó, recientemente, un comentarista televisivo al referirse a un enfrentamiento entre barras bravas: “La violencia en el fútbol argentino es la banalización del mal”.
Festejos alla Arendt. 
El miércoles pasado, el Instituto de Formación Cultural y Político carriotista cumplió diez años. Carrió organizó un festejó en el Palais Rouge, salón de fiestas ubicado en el barrio de Palermo. A un precio por cubierto de 500 pesos, asistieron al festejo cerca de mil invitados. 
Doña Elisa ingresó al salón de la mano de dos imitadores que trabajan en el programa de Lanata: uno de ellos, el que hace de Pino Solanas, y la otra, la que representa a la mismísima Carrió. El ingreso del trío fue uno de los momentos más festejados de la noche.
La banalidad del morfi. 
Carrió fue el centro de los festejos. En la mesa principal estuvo acompañada por Jorge Lanata, Mirtha Legrand, Martín Lousteau y Beatriz Sarlo. Remató cuadros del pintor Guillermo Roux, y bailó y comió de lo lindo. Así se lo contó, a los gritos, a un par de amigas al día siguiente del festejo, cruzando la calle Vicente López a la altura de Rodríguez Peña: “No saben lo que nos divertimos, ¡y lo que comimos!”.
La banalidad de la locura. 
En un momento de la noche, Jorge Lanata tuvo el turno de dirigir unas palabras a los participantes del festejo, y, refiriéndose a la anfitriona, dijo: “Yo a Lilita la admiro porque está mal de la cabeza”.
La banalidad del tarot. 
Luego tomó la palabra la señora Carrió. Al referirse al presente y futuro de la Argentina dijo: “Vamos a vivir la interna del PJ, que se define con muertes. Estén tranquilos, estén serenos, no tengan miedo, el proceso es inevitable, lo tenemos que hacer lo menos traumático posible con la unidad de la oposición”. Se ha dicho que Carrió utiliza un mensaje místico, profético y apocalíptico para describir el porvenir. El supuesto misticismo no proviene de su religiosidad sino, más bien, de lo que le transmite una vidente a la que recurre habitualmente.
Arendt ha sido banalizada, y la estupidez consagrada.


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