LA ALEGRÍA PERONISTA

sábado, 24 de septiembre de 2011

Los dilemas del éxito



Por Luis Tonelli El discurso de Cristina ante la ONU, los cambios de contexto y la fiebre especulativa global.
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Las Asambleas de las Naciones Unidas no son reuniones que se caractericen por su espectacularidad e importancia. Sólo un puñado de ellas ha hecho historia, a pesar de que se acaba de realizar su edición número 66.
Son las circunstancias políticas las que hacen que una Asamblea de la ONU pase a ser decisiva. La Presidenta ayer inició su discurso planteando, precisamente, esta acotación metodológica: “Ésta es mi cuarta intervención como Presidenta de la República, hemos realizado las mismas apelaciones en un mundo que ha cambiado sustancialmente desde aquel 2003…”.
Ha cambiado el mundo, o sea,  ha cambiado el contexto de interpretación de las palabras presidenciales. Ya no son las mismas, aunque sean las mismas. Ha cambiado el “juego de lenguaje” en el que ellas tenían lugar (como difiere en su significado “La verdad, cuya madre es la historia…” del Quijote de Cervantes, de “La verdad, cuya madre es la historia…” en el Quijote de Pierre Menard). Esas palabras que antes sonaban como las de un aventurero, como las de un perdedor, como las de un irresponsable, ahora reclaman una consideración seria, ante la caída en desgracia de “otras palabras”, las del discurso ortodoxo, ante la crisis mundial desatada con epicentro en los países centrales.
Así es, ma non troppo. La receta neoliberal no ha fallado por estar equivocada, sino porque se ha agotado en su éxito. La política económica no es elegida para “acertarla”, sino para que algunos ganen plata o, por lo menos, más que otros. Los modelos se asientan en intereses concretos. Obviamente, tratándose de humanos, siempre hay margen para el error. O sea, siempre puede fallar, como decía Tu Sam. Pero el tipo de política económica depende de los intereses de quien tiene la manija. Y hoy, pese a todo, siguen siendo los intereses financieros los que dominan el mundo. Mientras el crecimiento mundial esté impulsado fundamentalmente por la circulación de los flujos de capital, es difícil que Wall Street deje de estar en los comandos. Una estructura económica-política persiste hasta que haya agotado todas sus posibilidades.

Algo de esto evidenció el discurso de CFK en la ONU, en el que advirtió que no se trataba de presentar a la Argentina como un “modelo para nadie”. Comprensión quizás de que la devaluación es un instrumento para aumentar la competitividad de un país cuando el resto del mundo no devalúa. Algo diametralmente opuesto a la “guerra de divisas” actual, en la que, quien devalúa último, ríe mejor, pero nadie se resigna a ser el anteúltimo. Que Grecia no es la Argentina de 2001, porque Grecia pertenece a Europa, y nuestro país en la crisis estaba totalmente suelto en el extremo austral, no sirviendo para nada años de relaciones carnales insatisfechas. Nadie se preocupó, en ese entonces, por un efecto dominó si caía la Argentina; en cambio, que se dé una reacción en cadena de caída de varios países a partir de la caída griega es el gran temor de Europa y del mundo.
La Presidenta pidió por los controles de capitales financieros. Lo mismo que en el G20, la Argentina reclama controlar la especulación financiera sobre el precio de los commodities y no controlar directamente su precio (si se decide esto último, podría cederle en préstamo a su secretario de Comercio, Guillermo Moreno, especialista en la tarea de “persuadir” a los agentes económicos).
Es cierto que los problemas para el capitalismo global empiezan cuando se desinfla una burbuja especulativa. Pero la esencia del capitalismo global pasa por la formación de una, dos, tres… miles de burbujas especulativas. De repente, algo coordina los espíritus animales capitalistas y los atrae para que sientan que, si no compran “eso” que está subiendo, van a perder mucha plata. Así, la cantinela de la seguridad jurídica es como el pasto donde se juega el game financiero. Que el pasto esté cortado y regado es importante, pero no es el juego, que tiene que ver, como siempre en el capitalismo, con la búsqueda de la próxima ganancia.
Y esa fiebre especulativa global está en la raíz de la recuperación argentina. Sin el hiperconsumo yanqui, los chinos no hubieran podido desplazar a millones de sus habitantes de la ruralidad al industrialismo urbano, adoptando nuevos hábitos alimenticios que demandan proteínas animales, alimentadas por nuestra soja. No se avizora un mundo que pueda crecer al ritmo al que lo hizo bajo el neoliberalismo, regresando a la integración que brindaba el complejo industrial conjugado con el Estado de Bienestar.
Lo que se ve, por ahora, son parches al modelo ortodoxo, como el de los BRICS ayudando a los PIGS. Es que la matriz de poder sigue siendo la misma, y la crisis irresuelta lo único que exhibe son las diferentes posturas nacionales contrastantes frente a ella. Una Alemania que quiere calvinistamente que los países deudores/pecadores se quemen en el infierno del default, y una Francia católica que quiere que se les dé una nueva oportunidad (claro, pagando la Alemania calvinista la cuenta).
Todo lo demás tiene el mismo valor que las predicciones del horóscopo. Que China se corte sola y bombee peronistamente su mercado interno; que se desintegre la Comunidad Europea, que Estados Unidos caiga en una guerra civil entre W.A.S.P. y chicanos, o que la internacional terrorista lance el gas letal.
Es por eso quizás que las palabras presidenciales, en este contexto crítico, pero completamente irresuelto, mostraron prudencia. A fin de cuentas, un mundo que consume menos significa menos divisas para la Argentina, que tiene que decidirse por tratar de encontrar otra olla para raspar y paliar el momento (como Amado Boudou “encontró” en 2008 la olla de las AFJP) o bien ir redondeando las aristas más puntiagudas del “modelo de acumulación con matriz diversificada distribucionista” (uff) para salir de shopping al mercado financiero y pedir prestada la plata que falta. Léase, arreglar la parte de la deuda que sigue en default con el Club de París -abonando gran parte de ella en cash-, arreglar un poco el desvalijado Indec y comenzar un sinceramiento en los precios de los servicios públicos evitando un sincericidio.

La “normalización” es también el remedio que, según la ortodoxia, va a terminar con la incertidumbre que impulsa la compra de dólares para fugar de la economía en blanco. De todos modos, esta incertidumbre parecería estar generada más por la crisis global que por cuestiones internas. Incertidumbre electoral no hay. Incertidumbre por el efecto electoral sobre la economía no hay. Y, por otro lado, la fuga es de la misma magnitud que la que se dio en 2008, en plena crisis de las hipotecas subprime.
Eso no significa que no haya incertidumbre. Claro que la hay y, la más importante de ellas, la incertidumbre acerca de la sucesión del gobierno de CFK en 2015. Por supuesto que todos tienen que decir que no es momento para pensar en eso, cuando todavía no se realizaron las elecciones presidenciales para el período que viene. Tan cierto, como que todos están ya pensando en 2015. Jorge Capitanich ganó en Chaco, y salió a elogiar a las primarias abiertas como el mecanismo institucional del cual saldrá el candidato que sucederá a CFK (según él).
La lógica de poder del peronismo demanda que, hasta último momento, se mantenga la incertidumbre sobre quién será el heredero/a. Más aún, impone que se mantenga la ilusión de una reforma constitucional y la amenaza del proyecto “Cristina eterna”. Lógica política que entra en contradicción con las necesidades que impone la lógica económica. Pero, al fin y al cabo, no hay cosa más contradictoria que la realidad misma.    

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