LA ALEGRÍA PERONISTA

sábado, 9 de abril de 2011

Opiniones inteligentes, inopinadas.


Por Orlando Barone

Cámaras ocultas | Wilde | Fontanarrosa | Cuidadores | Pelotudos


El título me referencia. Creo que es el que corresponde a esta crónica. No sería justo calificarla de no inteligente o de poco inteligente. En cuanto a la palabra “inopinadas”, nace de la influencia de las meditaciones de Oscar Wilde, quien en sus célebres “meditaciones” la emplea. Inopinadas es algo que sucede sin haberlo pensado. Por eso quisiera empezar este borrador bajo su mirada. La de Wilde. E inspirado en su libro La importancia de discutirlo todo. No de negarlo ni de rechazarlo todo, sino de discutirlo. Para Wilde “criticar es mucho más difícil que crear”. Por supuesto, criticar con argumentos, no con mentiras o infundios. Ni pelotudeces. Es cierto que éstas son las que más se derraman porque hay más pelotudos que sujetos vivaces. Un pelotudo, según el lunfardista José Gobello, es un otario, un tonto. Roberto Fontanarrosa da una vuelta de tuerca y dice: “El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser pelotudo delante de un pelotudo que aparenta ser inteligente”. Siento la tentación de dar algunos ejemplos. Por ahí me sale un nombre y me reprimo para que no salga el mío. Dar nombres cuesta porque quienes aparentan ser inteligentes siendo pelotudos, son muy convincentes. Más que los inteligentes que no son pelotudos.

No tengo que perder el hilo del relato. A fines del siglo dieciocho Wilde escribía: “En Inglaterra vivimos en una época en la que las gentes son tan laboriosas que se han vuelto rematadamente estúpidas”. Se ve que “pelotudas” todavía no se usaba y allá menos. No quisiera enmendarlo pero aquí la estupidez -o la pelotudez- al contrario, suele asentarse más en sujetos políticos que no sudan demasiado. Que saben más de vacaciones que de trabajo. Y que lo único que los afana desde que se levantan tarde de la cama es oponerse al Gobierno. Ellos no critican, difaman e infaman. En el libro citado, Wilde se afirma en la idea de que “una idea que no sea peligrosa no merece llamarse idea”. No es que me proponga esa clase de ideas. Sé que, por más que presuma, no me da para tanto. No me da más que para ideas traviesas. Ideítas de estudiantina, ni siquiera superiores a las de los líderes políticos que firmaron esa diatriba para “cuidar la democracia” simulando creer que el Grupo Clarín es el sostén y la reserva de ella.

“Cuidar la democracia es el imperativo de la hora y lo vamos a hacer”, dicen y se dicen entre sí en nuestro propio Congreso, Ricardo Alfonsín, Mauricio Macri, Ernesto Sanz, Elisa Carrió, Eduardo Duhalde y Felipe Solá. Y como si estuvieran entogados con togas de material descartable, juegan la impostura sin ponerse colorados. O sí, pero a solas con la almohada. Es muy escolar y gracioso ese párrafo solemne que proclama que el acuerdo “es pétreo e inamovible”. Sí, como sus fluctuantes y efímeras y desleales asociaciones, complicidades y alianzas. No obstante, tamaña y voluntaria inmolación merece alguna asistencia. Una dosis aunque sea básica.
Mi “ideíta” -el disminutivo es un signo de modestia- corre a prestarles una intensiva atención democrática. Propongo con urgencia una sesión parlamentaria que sirva para expurgar a la sociedad de aquella sesión tan infortunada.

En fin, unir a los argentinos para liberar de su cautiverio a los líderes opositores. Arrancarlos de sus grilletes, a los cuales se esclavizan aun conscientes de la bajeza en la que han caído. ¿Cómo dejarlos a merced de los grupos mediáticos dominantes y resignarnos a verlos y oírlos agacharse y prosternarse ante ellos hasta en el Parlamento? La democracia no los elige para ese sometimiento. No puede ser cierto esto que ocurre. Si solos no se atreven hay que ir a socorrerlos. Y si no quieren porque padecen el encantamiento de las caricias del amo, hay que liberarlos igual porque a la democracia la denigran y, al ellos condenarse, condenan la alternancia futura. El otro día, Luis Gregorich en La Nación escribió sobre “La Argentina dividida”. Parece un título de Adrián Paenza. Pero si no hay ninguna división. Solamente que hay una parte que no encaja pero insiste en encajarse sin reunir el tamaño apropiado para encajarse. No es cuestión de forzar lo que la natura no presta. Asuman su tamaño y adécuenlo, en lugar de querer imponerlo con prepotencia.

En La importancia de discutirlo todo, Wilde nos dice que quienes discutan sepan de qué discuten. No pueden discutir acerca de la democracia quienes la ignoran simulando que la cuidan. Como diría la Carrió, ¿me siguen? Les aviso que no sé a dónde voy. Este sí es un abuso de la libertad de expresión. Les propongo, no, más sinceramente, les impongo otra opinión inopinada.
Espero que no haya una cámara oculta que me deschave opinando lo contrario de lo que opino conmigo mismo. Cada tanto recuperan actualidad. Hicieron furor durante el éxito de la antipolítica cuando Telenoche investiga se dedicaba a la temeridad con riesgo mortal de filmar el escamoteo de un puntero o la corruptela de un consejal de pueblo o la mafia de los cuida coches y trapitos. Aquella época antipolítica fue la que consagró a los Lanata y Enrique Pinti -los ejemplos más notables- cuyos berrinches clasemedieros ofrecían a los damnificados de los viajes a Cancún y el “corralito” una catarsis de escupirse en el espejo.

Pero voy a arriesgar otra opinión inopinada: creo que las “cámaras ocultas” son una forma impotente y hasta cobarde de querer hacer un desenmascaramiento. Es como jugar a las escondidas sin que el otro esté al tanto del juego y gritarle “piedra libre” sin darle la chance de esconderse. Me suenan a alcahuetería que sirve a algún tipo de poder. Pero no me hagan caso, porque no podría aportar fundamentos jurídicos ni técnicos. Opino al voleo, y lo aviso. No las apruebo ni cuando espían a quienes cometen adulterio y la cacería les abre los ojos a quienes son traicionados. Los cornudos que se las arreglen sin cámara. Que estén alertas, no jugando al golf o haciendo cola para conseguir invitación a la charla de Mario Vargas Llosa sobre su mejor novela, el “antipopulismo”.

Espero que se entienda lo de las cámaras ocultas. No me caen bien los fisgones de ningún tipo, ni si es del Grupo Clarín o de Caiga quien caiga, de la SIDE o de las Carmelitas descalzas Tampoco si es del estudio de Moreno Ocampo para la revista Noticias “escrachando” al sindicalista Armando Cavalieri cuando intentó coimear a un periodista díscolo; o si como hoy -una cámara- trata de hacer lo mismo contra el delegado gráfico Luis Siri; ya que es obvio que un delegado es más vulnerable y menos poderoso que sus patrones.
La cámara oculta, como su nombre lo indica, algo oculta; y nadie podría confiar ni en quien la opera.
Imaginemos que hubiesen existido desde el comienzo de la vida. Toda la historia de la humanidad conocida, especialmente lo sagrado y lo heroico, caería por el sumidero de la duda o de la deshonra.
Volviendo al título, ¿acaban de leer o no opiniones inteligentes?


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