LA ALEGRÍA PERONISTA

sábado, 26 de marzo de 2011

El libro de los récords nunca se acaba.


Por Orlando Barone

Ingesta | Escamoteo | Nonato | Reyerta


El Libro de Guiness de los Récords que no hace mucho había incluido al hombre horno, un rosarino que resistía casi trescientos grados allo spiedo sin salir achicharrado; podría incorporar dos nuevas hazañas argentinas.

Una en La Pampa: el asado más descomunal y bizarro de la historia; y otra en Chubut, el escrutinio de votos más intrigante y más lento del mundo. El primer caso, en General Pico, fue intensamente digestivo (se asaron trece toneladas de carnes y achuras); y el segundo (en tierra de apurado e interrupto post kirchnerismo) fue antidigital y oscuramente transparente.

En cambio, no creo pueda ser incluido en el Guinness -no existe el rubro-, el paro sindical más grande y más efímero anunciado aquí por la CGT al tiempo en que lo “desanunciaba”. Sobre ese paro parado antes de que empezara a parar, se entrecruzaron distintas y alocadas suposiciones y conjeturas: todas, aún las alocadas, razonables.

Estas son algunas: ¿fue contra la Presidenta o fue a favor? ¿Fue contra La Cámpora o contra los medios dominantes? ¿Fue contra las patronales o contra la interna kirchnerista? ¿Fue para imponer a la CGT en la próxima fórmula de gobierno o para defender a Hugo Moyano? ¿Fue para advertir a la oposición o fue una reacción instintiva por sentirse vulnerables? ¿Fue porque tenían los genitales llenos o porque desde Suiza la amenaza suena más considerable?

Hay más, pero me aburren. La opinión que más me gustó, porque huele a tribuna y calentura sin filtro diplomático, es la del periodista Gerardo Fernández en la página web de Diario Registrado: “Leí La Nación y por eso apoyo a Moyano”. Citó a Arturo Jauretche cuando decía que cuando dudaba en qué lugar ponerse ante una situación se fijaba qué opinaba el diario La Nación y así se aseguraba de que lo justo era pensar lo contrario.

El tema de los récords es infinito. En el Guinness hay para llorar y para reírse. Deduzco que en un género más serio no tendría chances de incorporarse a los récords la reyerta retórica y a distancia con Mario Vargas Llosa. El dibujante Daniel Paz en el suplemento Radar ilustró al intelectual planetario y al piquetero intelectual autóctono como dos boxeadores enfrentándose en un ring. El epígrafe aclara: “Vargas Llosa y Horacio González deciden dejarse de mariconear con las columnas de opinión y se cagan bien a piñas en el Octógono de las Letras”. Pero ni así serían incluidos en el Guinness: porque en el rubro reyertas aquí hay una largamente insuperable: la del peronismo y los gorilas. Sobre todo estos que a medida que van perdiendo su hábitat natural, y sintiéndose en riesgo de extinción, más bestialmente se enfurecen.

Otra alternativa sería proponer como récord de enceguecimiento irracional a los opositores políticos al Gobierno; a los más auspiciados por los medios y más relegados por los votantes. Y es paradójico el desbande, porque mientras el cordobés Luis Juez se pone serio y va enfureciendo su repetida gracia, Ricardo Alfonsín se hace el chistoso y apela a malas imitaciones de la Presidenta y de Aníbal Fernández. El bochorno lo hace tener que disculparse con la siguiente expresión: “La imitación la hice en un acto íntimo, donde no creí que hubiera cámaras. Y no soy un impostor, ¿eh? Porque cuando voy al baño no dejo la puerta abierta”. No hace falta tanta privacidad si cualquier cacatúa produce deposiciones a la vista.

El PRO en sus protagonistas de más rango es quien más cantidades provee. Mauricio Macri es un infatigable depositor: sobre las elecciones en Catamarca primero dijo que era un distrito pequeño, sin importancia; pero como le soplaron que eso era ofensivo, lo mejoró y empezó a decir que no era un distrito de los más grandes. No hay que hacerse ilusiones acerca de que eso lo perjudique. En gustos no hay nada escrito.

Donde ya no hay optimismo para ingresar en el Guinness es en el podio a la pitonisa política más bartolera y charlatana de las ciencias ocultas. Ha perdido chance. Es que con la catástrofe de Japón ella está siendo superada por los pitonisos mediáticos argentinos, ya que, al fin, tienen como motivo una catástrofe sin igual y no una de esas desgracias domésticas que dan tanto trabajo agigantar.

Lo que no hace falta que se agigante porque su tamaño trágico es descomunal, es el Día de la Memoria, el 24 de marzo. Aunque todavía hay quienes con afán oscuramente nostálgico quieren hacer al revés y desagigantarlo. Leo un texto del escritor chileno Ariel Dorfman acerca de la visita a Chile del presidente de Estados Unidos. Escribe: “…Algo crucial va a faltar en su agenda. Habrá mariscos suculentos, y discursos que elogien la prosperidad de Chile, acuerdos bilaterales y encuentros con los poderosos y los pomposos, pero no hay planes, sin duda, de que el presidente de los Estados Unidos tome contacto con lo que fue la experiencia fundamental de la reciente historia chilena: el trauma que padeció el pueblo de mi país durante los casi diecisiete años del régimen del general Augusto Pinochet”.

Y no Dorfman. Tampoco Obama se remitió al pasado en Brasil, sólo al futuro. Lo que en sí es una esperanza, aunque no se sabe si tiene fundamento. Desde allí mismo ordenó bombardear Libia, donde se supone que, aparte de bárbaros, hay niños. Eso no le impidió jugar al fútbol con chicos de las favelas de Río y sacarse una foto de felicidad solidaria.
En el Guinness, creo, no hay récords de hipocresía y de cinismo. Aunque para no ser injustos no es Obama el único grande con chances.

Finalmente una pregunta zonza. Si el kirchnerismo se está dividiendo y peleándose entre sí, ¿por qué la oposición y los analistas afines ponen esas caras y crónicas de culo? Si deberían ponerse contentos y saltar en una pata. Si creyeran que es cierto.
Seguramente aprovecharán el feriado largo. Para qué ahorrar en un país inflacionario. En un país aislado del mundo.

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