LA ALEGRÍA PERONISTA

domingo, 5 de diciembre de 2010

Cinismo feliz y chistes de tenedor libre

Por Orlando Barone Sabidurías | Vaciamientos | Perón-Perón | Wikilandia | El Ogro


Qué rápido se pasó el año, ya estamos en diciembre, cuando te querés acordar ya viene el año nuevo, enseguida viene Reyes y chau, empiezan las clases, antes el tiempo era más largo. Los lugares comunes son filosofía. Y también son filosofía las declaraciones de Felipe González tratando de defender al socialismo español de su ocaso ideológico. Lean lo que dijo:“Nosotros tuvimos que ajustar a los trabajadores, pero los del Partido Popular los hubieran despedido”.
Eso sí que es resignación y culpa.

Más justo con la vida y consigo mismo fue Mario Monicelli: se tiró por el balcón del cuarto piso de la clínica donde estaba internado con cáncer. Su cuerpo al chocar y morir contra la planta baja ya había cumplido 95 años. El director italiano, creador de “Los desconocidos de siempre” y de “Un burgués pequeño, pequeño”, cometió un suicidio juvenil, lleno de vida. A los 95 años nadie lo podría acusar de no haber querido vivir. Qué sabio. Apostó a pleno hasta el borde y antes de concederse a la piedad se hizo un corte de manga. Un caso excepcional el de Monicelli: una larga vida y una corta muerte.

Pero la sabiduría no es lo que abunda. Si no, cómo es posible que Magdalena Ruiz Guiñazú haya sido la presentadora del libro No es la ciudad, somos nosotros, de la diputada Silvana Giudici. Hay que empeñarse arduamente para desandar el largo camino desde ese libro histórico, Nunca más, hasta llegar a ese libro mínimo escrito por la diputada que más defiende a los grandes grupos de prensa. Al menos Jorge Lanata no tuvo que desandar ningún largo camino. Al contrario, ha conseguido estar en el lugar que más le concierne sin tener que despojarse de nada. Ah, por asociación temática, también está el caso de Mirtha Legrand: ¿qué hay que decir de ella que no se haya dicho? De ella ya no hay nada para decir. De quienes hay que empezar a decir es de sus comensales. Estar sentado a esa mesa ha dejado de ser un gesto gastronómico neutro o inocente. Comer ahí ahora se paga. Hasta permanecer en silencio mirando el plato hace cómplice.

Tampoco es neutro sentarse a la mesa del nuevo restaurante Perón-Perón, de la calle Carranza 2225. Su nombre es implacablemente selectivo. No le hace falta portero discriminador para conseguir la clientela acorde a su target. Porque no se les va a ocurrir entrar a comer ahí a ninguno de la Mesa de Desenlace y tampoco la editorial Perfil va a organizar allí la fiesta de fin de año para que, a los postres, hablen Nelson Castro y Alfredo Leuco, este último si es que sale de noche porque tiene la paranoia de sentirse amenazado.
El salón del restó es un templo tan peronista, que es como si lo hubiera decorado Antonio Cafiero consultándolos a Jauretche, a Cooke, a Cámpora y a Leonardo Favio. La pantalla gigante del restó pasa la imagen de Perón en uno de sus discursos; el sonido ambiental es atravesado de a ratos por la marcha peronista o por cantos de manifestaciones populares. Hay biblioteca alusiva, cuadros con iconografía y símbolos, películas y canciones de gesta. El menú remite a los años cincuenta con alguna militancia chic, de chef progre. Hay una parrillada “al parquet” muy reminiscente; están las “bombitas Rodríguez”, de papa, inspiradas en Capusotto, y el “matrimonio”, un plato de morcilla y chorizo. Al atardecer nace “La hora de los pueblos” y empiezan a fluir los tragos de la barra. La tabla de fiambres tiene un nombre apropiado: “Aramburu”. Los clientes son “compañeros”; y los que no entran aunque los inviten son “gorilas”. Digamos que flota ahí un espíritu gastronómico y lúdico militante. Cuando llega la cuenta no viene gratis ni a cargo de la Fundación Evita; ni luce inflada como si hubiera sido sumada por un tesorero del PRO. Si van pregunten por Fabiana, María Laura y Daniel. Mi nombre no es una garantía: dejé poca propina y chorreé el mantel con un vino barato. Los citados dicen que son los dueños aunque no muestran la escritura. Elijo creerles porque se sienten entusiasmados. Pero para mí que el restó Perón-Perón es una inversión de Pino Solanas cuando decía y fantaseaba que era peronista.

Ya que estamos en el rubro gourmet, habría que poner un restó con el nombre de Wikileaks y hacer flamear en el frente la bandera norteamericana con un parlante conectado al closet. Sería un restaurante muy light, muy estilo Disney y con target de periodistas argentinos cautivos motu proprio de la Embajada de los Estados Unidos. Cautivos pero prósperos. El menú podría ofrecer platos creativos como ser: “Cipayos de la pampa húmeda”, “Cordero colonizado a las brasas”, “Lengua de chancho a la vinagreta” y “Conejo de criadero macerado en cócteles de embajadas”.

Como notan me hago el chistoso, pero comprendan que estoy agrandado porque sólo me la paso leyendo el Diario de Yrigoyen. Y las encuestas. Para mí que las soplan e inflan desde la Casa Rosada. Si Alberto Fernández auguraba que el oficialismo venía en descenso. Él se fue y cambió el clima. Y el oficialismo ahora ganaría en la primera vuelta. Igual la oposición va a lanzar sus respectivas candidaturas en miniestadios y en saloncitos de fiestas. Todo muy en la intimidad, muy entre ellos, ¿viste? Nada de megaeventos de ésos donde el aluvión selvático viene instigado por el choripán y algún viático extra. Época de pionono y de peceto mechado, ésta.

Sigo con la comida. Escuchen estos chistes compilados por fanáticos del fútbol. Uno de ellos: El Ogro Fabbiani está tirado en el piso tras una falta, y de la tribuna se escucha: “¡Tírenle agua que se seca la ballena!”. Y va la yapa. En medio de un partido otra vez se cae el Ogro Fabbiani. Y desde la tribuna le gritan: “¡Gordo escupí el fitito!”.
Envidiosos, porque el Ogro primero con la Granata, después con la Vanucci y ahora con Cinthia Fernández. Mejor que siga comiendo porque si por ahí adelgaza en una de ésas no le da bola nadie.
Bueno siempre tendrá en oferta alguna de esas estrellas veteranas que de tantas enmiendas que se han hecho superan a las de la Constitución norteamericana. No sé por qué me acuerdo de Chiche Duhalde. Su rostro actual es un excepcional modelo de reminiscencia que plantea un enigma: ¿cuando ella se mira al espejo y no se reconoce, se manda hacer el ADN?
Bueno yo tampoco me reconozco y eso que ando sin enmiendas. Me siento feliz bastante infundadamente.
Ya es tarde para ser genio y para dejar de ser petiso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario