LA ALEGRÍA PERONISTA

sábado, 28 de agosto de 2010

La risa del velorio




Por Orlando Barone
Papelería | Papelones | Pasiones | Twitterismo


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El diario Crónica, la mañana posterior al informe de la Presidenta sobre Papel Prensa, tituló en su tapa: “El fin del negocio”. El gobernador de Chubut, Mario Das Neves dijo: “Se montó un show con un informe del gran mentiroso y matón a sueldo llamado Guillermo Moreno”. Alcira Argumedo de Proyecto Sur se lamentó: “Esperaba medidas más fuertes. Me desilusioné”. Más fuertes, sí. Congelar Papel Prensa con un glaciar o rociarlo con glifosato. Lo que dijo Carrió no le importa a nadie. Pino Solanas también debe haber dicho algo. Lo que dijo Felipe Solá tampoco importa, pero dijo: “Habría que exigirle al Gobierno que diga cuánto le pagan a los periodistas de 678”. Margarita Stolbizer dijo: “Hay que terminar con las decisiones de quienes se han apropiado del Estado para ponerlo al servicio de apetencias personales”.

Los lugares comunes van a parar a un común volquete de desechos comunes. Ricardo Alfonsín dijo sí y dijo no. Por ahí anduvo. Cobos es radical reincidente. Imaginen. El sociólogo Sergio Berensztein, director de Poliarquía, dijo: “Lo que está en juego es la paz social. Si salimos dignamente vamos hacia Brasil, Chile y Uruguay; si ocurre lo contrario vamos hacia Venezuela o Bolivia”. No dijo adónde irá él con ese argumento. La diputada Silvana Giudici dijo de todo: todo a favor de Clarín. Jorge Lanata dice que ha optado defender al “más débil”: a Magnetto. ¿Cómo se llega del asambleísmo popular a esto?

Joaquín Morales Solá dijo: “Nunca el kirchnerismo argentino se pareció tanto al venezolano (…) El matrimonio presidencial decidió parecerse aún más a su cercano amigo Chávez. El problema insoluble que tienen es que carecen de los reaseguros políticos, económicos, sociales y militares de Chávez. ¿Cómo harán entonces?”. ¡Pero Joaquín, mire usted las cosas que dice! Pensar que fue uno de los editores responsables del diario Claríndurante la dictadura, e hizo honor a no practicar la libertad de prensa durante años e incluso a justificarla. ¿Se acuerda cuando usted mismo, Joaquín, llevaba en un auto la plancha con la tapa del diario a las diez de la noche a la casa Rosada, para ser aprobada por los censores militares de la dictadura? Yo me acuerdo.

Sigo: el editor Fontevecchia acusa al Gobierno de ignorar los canales democráticos y encaminarse al totalitarismo. Leuco y Eliaschev rugen. Bufan. El periodista Tenembaum de tanto buscar el “no lugar” -el de la teoría de Marc Augé- se metió en el vientre del Leviatán, que es donde mejor protegido se siente, aunque haya sido consumido. El Leviatán engulle sin masticar: el consumido queda intacto dentro del vientre y se siente vivo. Pero está muerto. La otra noche cuando su colega Zlotogwiazda aclaraba que él había apoyado la Ley de Medios, Tenembaum se apuró a decir que él no. Sí, dijo “no”. Como para no quedarse pegado. Sus empleadores, al escucharlo, deben haber aprobado su fidelidad. Salvo en las secciones de avisos fúnebres, la cartelera de espectáculos y los avisos clasificados, los dos diarios involucrados en la denuncia por delitos en Papel Prensa usaron desde la tapa a los chistes para atacar al Gobierno. Es decir: desde las caricaturas de Sábat, dibujando a una Presidenta prepotente, dictatorial y con bigotes, hasta Nik arrastrando su humorismo a sótanos de malhumor desgraciado.

Descolocados porque el Gobierno le confiará a la Justicia y al Congreso la definición del escándalo de Papel Prensa, especulan que no se atrevió a la expropiación. Que no se atrevió a tomar para sí la planta, el papel, todo. Porque “algo” acobardó al Gobierno que lo obligó a reprimirse y a cumplir con la división de poderes. Le practican análisis psicológico: cuando el Gobierno hace algo tan bueno que no lo pueden rechazar sin quedar mal ante la sociedad, dicen que el Gobierno lo hace pero que no quiere hacerlo. Que los derechos humanos son un artilugio para posar de progresismo. Por eso la progresista Norma Morandini está que trina. Vive aterrada de que un gran hermano orwelliano extienda sus garras desde la Casa Rosada y acabe apoderándose de la libertad de los ciudadanos.
Bartolomé Mitre- no el prócer- de sólo verse donde lo ha puesto esta historia, está muy ligero de vientre. Ernestina de Noble siente nostalgias de la época en que el diario apoyaba al desarrollismo. Los dos hijos famosos, en trance de apropiación, tratan de no lastimarse ni con un alfiler, para que no se les salga ni una gota de sangre. Magnetto se resiste, atacando y sembrando minas a su alrededor. En cualquier momento convoca a otra cena con más invitados y después los delata en el diario La Nación. Sus editorialistas se fatigan en el ejercicio de lograr hacer verosímil lo increíble. Si lo llegasen a conseguir no van a tener lugar en sus uniformes para colgar las condecoraciones.

La farándula está agitada. Ya sentarse a la mesa de Mirtha Legrand es un riesgo, aun siendo opositor. Porque allí se intensifica el riesgo de tener que asentir el absurdo. Alberto Fernández no entiende cómo recién ahora se dan cuenta de este escándalo. Tiene sospechas. Si él, que fue representante del Estado en Papel Prensa, con todo lo astuto que es no se dio cuenta. La vida privada es pública. Hacer el amor en la intimidad, a solas, es una antigualla. Hay parejas que llegan al orgasmo solo si saben que su cópula será exhibida en Facebook. Fibertel es un sentimiento.

El twitterismo cunde. Si Obama twittea, por qué no va a twittear uno en Merlo. El que no quiere saber más nada de Twitter es Andrés Calamaro. Clausuró su cuenta escribiendo: “Qué perdida de tiempo escribir para hijos de Homero Simpson (…)participar en un coro de subnormales(…) que hago metido en el medio de la república de los culoblandos(…)me importa tres pepinos perder un segundo más en el rebaño de boludos con Blakberry”.
Vaya a saberse qué le decían los twitteros. Hay cada uno.

A un septuagenario como yo le impresiona ese mundo. Me impresionó que los medios anunciaran que un pervertido violó a una chica. Como se trató de una seducción vía Internet, titularon la noticia de este modo: “Un violador cibernauta”. En mi época, si un tipo engatusaba a una mujer por teléfono y después en la cita la violaba, no hubieran titulado: “Violador telefónico”. Supongo que si ocurre eso en una nave espacial titularían. “Violador cósmico”.
Disculpen este desvío. En cualquier velorio se cuentan chistes para aligerar el clima espectral.
Es que el periodismo está de duelo y bien merecido lo tiene.

No entiendo por qué yo siento ganas de reír.

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