LA ALEGRÍA PERONISTA

martes, 21 de julio de 2009

BUENOS AIRES ECONÓMICO
POR ALEJANDRO HOROWICZ

La vía del diálogo y las dos alternativas posibles

20-07-2009 /
¿Mesa del diálogo o delimitación de posiciones? La confección de un temario común en el ríspido terreno de la política puede abordarse desde dos perspectivas opuestas.
En la primera, se trata de acercar posiciones para la confección de un recorrido compartido. En la segunda, se trata de dejar en claro por qué ese camino no resulta transitable, ya que no hay voluntad de coincidencia. En la primera se preserva el Gobierno nacional, en particular la investidura presidencial, a partir de considerar que la crisis política –en última instancia– debe proteger su figura, de lo contrario el costo del deterioro para la sociedad resulta excesivo, y por tanto, inaceptable. En la segunda, se trata de lograr el deterioro como parte de una estrategia de poder. El deterioro de la situación política, en un contexto de crisis internacional como la actual, facilita al gobierno emergente la puesta en práctica de sus propias recetas –en esas condiciones fue planteado en el pasado inmediato el régimen de la convertibilidad– sin real capacidad de resistencia del resto del arco político.
A mi ver, la oposición –como colectivo– no definió este aspecto central de la cuestión, y a nadie se le escapa que el gobierno intenta –al menos en principio– una salida negociada y no una ruptura franca. En todo caso, prefiere que de cara a la sociedad el costo del enfrentamiento lo pague la oposición. De lo contrario la mesa del diálogo nacería muerta.
El comportamiento de Elisa Carrió, en cambio, señala con claridad la segunda alternativa. No se trata de negociar con el gobierno sino de golpearlo. Su lectura del proceso electoral –el oficialismo ha perdido la mayoría en la sociedad, y su iniciativa política aparece limitada– no supone ninguna negociación sino la lucha franca: el gobierno, desde ese punto de vista, debe ser arrinconado y vencido. Darle oxígeno mediante tratativas directas equivale a “traición”. Es, si se quiere, una salida catastrofista, destituyente dirán los integrantes de Carta Abierta, y por el momento pareciera no contar con suficiente consenso en las fragmentadas filas del radicalismo.
Ni Margarita Stolbizer ni Julio Cobos participan de este punto de vista. Pero conviene no exagerar, eso no los transforma ni mucho menos en aliados del gobierno. Vamos más despacio. No queda claro si las dos posiciones del radicalismo son la continuación de la interna, y por tanto, de la lucha por el liderazgo en ese espacio, o si además hay divergencias de mayor entidad.
Para Cobos evitar el enfrentamiento es su bandera personal. Su voto en el Senado siempre estuvo vinculado con evitar los enfrentamientos y después negociar. A su juicio, no es imposible acordar niveles de retención aceptables para ambas partes. Si se quiere, ése es el fundamento de su popularidad personal.
Para Stolbizer, la situación es más ambigua. Por un lado, el resultado electoral en la provincia de Buenos Aires, sobre todo si se lo compara con el obtenido en la Capital Federal, le da clara ventaja sobre Carrió. Por tanto, al evitar una postura tan rígida, queda en una situación de mayor razonabilidad pública. En cambio, Carrió juega a todo o nada.
La lectura de Carrió es simple: una postura moderada frente al gobierno facilita el juego del peronismo opositor, e impide que el radicalismo surja como una opción de gobierno para el 2011. En todo caso, para qué votar radical si la interna peronista se juega sobre el mismo terreno con mayores garantías. Con esa simple estratagema, Carrió se diferencia de todos. Desde ese punto de vista su estrategia de diferenciación parece óptima.
Pasado en limpio. La interna radical impone una lógica de diferenciación frente al gobierno que va desde considerar la gobernabilidad sistémica como una prenda colectiva, hasta el más absoluto desinterés por tal situación. En cambio, para el cuarto peronismo la dureza se juega en la interna, es decir, en la provincia de Buenos Aires, y en lo demás los buenos modos no cambian la cuestión de fondo: torcerle definitivamente el brazo al gobierno. El resultado no está escrito en las estrellas, al menos no todavía.

Alejandro Horowicz
Sociólogo y periodista

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