LA ALEGRÍA PERONISTA

domingo, 13 de octubre de 2013

El advenimiento de la desmesura


Pasó una semana desde la internación de la presidenta Cristina Fernández y sorprendentemente la Argentina no colapsó. Cualquier ciudadano desprevenido que hubiera asistido atónito a los primeros análisis y especulaciones políticas luego del anuncio de la operación a la que sería sometida la primera mandataria, hubiera esperado la debacle inminente, la desaparición de la República, la desintegración de la Nación. Pero eso no sucedió.

 
Como nunca antes la oposición política cedió su lugar a un sector del periodismo que intentó establecer un escenario de crisis institucional como consecuencia del estado de salud de la primera mandataria. Salvo algunas excepciones, la oposición mantuvo el tono prudente y responsable que se aconseja en estos casos.
 
No se puede decir lo mismo de algún sector del periodismo. En esa carrera desenfrenada, se convocó a la Plaza de Mayo a impedir que el vicepresidente Amado Boudou cumpliera con lo que establece el artículo 88 de la Constitución Nacional y se aventuró, con sorprendente actitud de desafío al ridículo, que Cristina Fernández había decidido un par de meses atrás cabecear cuanto objeto se le pusiera delante, con la única intención de provocarse un hematoma que la llevara a una intervención quirúrgica en la cabeza que la alejara de la campaña electoral y de la segura derrota. Todo eso, convenientemente disfrazado de análisis político, con el rostro enjuto y el tono preocupado que la inminente catástrofe ameritaba.
 
El oficialismo hizo un aporte menor al disparate, mostró falencias a la hora de informar con precisión sobre la salud presidencial y algún contrapunto de opereta por el protagonismo del cartel a la hora de atender las cuestiones de gobierno. Pero algo falló y el estallido no se produjo.
 
Es más, la semana de ausencia de Cristina Fernández fue de alto impacto en la gestión. El oficialismo consiguió aprobar en el Congreso en tiempo y forma y por amplio margen el décimo Presupuesto de su administración. No sólo despejó el horizonte de la gestión para el año próximo, sino que conjuró así los pronósticos de una desbandada como resultado de las primarias en la provincia de Buenos Aires. Si las especulaciones de las encuestas se confirman, no habrá grandes cambios en la escena parlamentaria cuando asuman los nuevos legisladores en diciembre.
 
Apenas unas horas después del trámite parlamentario, sobrevino el acuerdo con cinco empresas que habían obtenido fallos favorables definitivos de tribunales del CIADI, el organismo de arreglo de controversias del Banco Mundial, por demandas provocadas tras la crisis de 2001. El acuerdo, con quita y compromiso de inversión en el país a través de BAADE despejó el camino para un nuevo programa trianual con el Banco Mundial, que venía siendo frenado por el gobierno de Barack Obama. Es además una señal clara de reafirmación de lo que la presidenta caracterizó como "pagadores seriales" para definir a su gobierno en medio de la disputa con los fondos buitre en la justicia estadounidense. El acuerdo nunca fue anunciado oficialmente y sobrevolaron en este caso las especulaciones que adjudicaban a las internas en el oficialismo esa desinteligencia. Se trata de una buena noticia cuyo impacto se vio morigerado por el minué del anuncio.
 
No está claro que el cierre de las controversias con esas empresas en el CIADI (aún quedan más de 20 casos pendientes) tenga alguna injerencia en la Corte Suprema estadounidense. Sin embargo, como el Estado hará el pago en bonos y las empresas se comprometen a reinvertir en BAADE parte de esos 500 millones de dólares, podría haber algún ingreso de dólares que la economía necesita.
 
Ese mismo camino recorrerán las cerealeras, que se sumaron a los Bulgheroni y aportarán también 500 millones de dólares a través de ese instrumento. Ese compromiso fue gestionado también mientras la presidenta permanecía internada en la Fundación Favaloro y apenas unas horas antes de que una nueva ola de porteños y bonaerense abandonara sus hogares para disfrutar del fin de semana largo en los centros turísticos. Parece difícil de creer que ante la inminencia de una crisis institucional, una parte importante de los ciudadanos se entreguen despreocupados a unas minivacaciones.
 
La internación de la presidenta y el accidente del helicóptero en el que viajaba el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, ralentizaron la campaña electoral.
 
A sólo 15 días de las elecciones de medio término y pese al clima de cosa juzgada, aparecen algunas imágenes que se merecen algunos comentarios. Los analistas coinciden en que es difícil determinar cuál puede ser el impacto de la salud presidencial en los votantes, aunque la opinión mayoritaria es que no habrá cambios significativos respecto de las proyecciones iniciales: el Frente para la Victoria volverá a ser la primera fuerza nacional, aunque perderá en los principales centros urbanos, incluida la provincia de Buenos Aires, donde según las encuestas Sergio Massa le lleva una distancia de poco más de siete puntos al candidato del oficialismo, Martín Insaurralde.
 
El gobernador Daniel Scioli se puso definitivamente al hombro la campaña. Desde aquella definición que lo ubicó como soporte del kirchnerismo, el mandatario bonaerense parece haber experimentado una maduración política. Se muestra como garante de la institucionalidad y actúa como candidato presidencial. Otro que recorre incesantemente la provincia de Buenos Aires es el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo. Acompaña a los candidatos y apuesta a gestionar los ferrocarriles como plataforma para sus aspiraciones a la gobernación en 2015.
 
La contracara de ese aplomo que muestra Scioli volvió a aportarla esta semana Elisa Carrió. Tropezó con su verborragia en el debate televisivo de los principales candidatos a diputado de la Ciudad de Buenos Aires. Tuvo una posición desafortunada sobre el reclamo de las Abuelas para recuperar a los nietos en una chicana para Juan Cabandié y jugó con la religiosidad de su otro contendiente del debate, el silencioso rabino Sergio Bergman.
 
Después se despachó con mal gusto contra la presidenta en un ciclo de charlas de la Universidad de Belgrano: "La salud presidencial no es grave. Tenía un coágulo, y ya se lo sacaron. Ahora, si las otras neuronas funcionan bien o no, ya no es un tema de mi incumbencia", afirmó.
 
Para cerrar la semana se fotografió acostada debajo de una camioneta, en respuesta irónica a la advertencia del senador Aníbal Fernández de que la iría a buscar hasta abajo de la cama luego de que lo sindicara como el responsable del narcotráfico en la Argentina. Carrió en estado puro.
 
Mauricio Macri también hizo su aporte. No se anda con chiquitas. Inauguró el Parque Costanera Norte y recorrió unos metros sobre un skate custodiado por dos jóvenes, uno a cada lado, para evitar el otro papelón, el de desparramarse por el piso. Lo de Sergio Massa fue más grave, aunque prácticamente no tuvo difusión en los medios. Tres facciones de las barras de los clubes Lanús y Los Andes se enfrentaron en una batalla campal durante un acto en el que el propio Massa presentó a referentes del deporte que respaldan su postulación.
 
Son apenas imágenes de una campaña electoral en un país casi normal, que se resiste caprichosamente, con una tozudez que irrita, a caer en el caos, en la hecatombe institucional que cada día le proponen algunos sectores que han decidido abandonar cualquier prurito, en una verdadera muestra de desmesura. 

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