LA ALEGRÍA PERONISTA

miércoles, 20 de abril de 2011

Entrevista exclusiva a Ricardo Forster.


“La Argentina actual ha rehabilitado lo público y la participación política. Incluso la palabra “militancia”, vuelve hoy a pronunciarse y tener una verosimilitud en la escena de la realidad”


Reportaje de Ariel Goldstein

Iniciativa entrevistó en forma exclusiva a Ricardo Forster, Profesor Titular de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) y miembro fundador de Carta Abierta. El filósofo realiza en esta entrevista un análisis de los acontecimientos más significativos de la vida político-social argentina reciente y advierte sobre la influencia de los medios en el escenario electoral de este año. Reflexiona sobre la discusión acerca de la relación entre literatura y política que suscitó el “debate Vargas Llosa” y adelanta ideas para el guión que se encuentra elaborando de la película sobre la vida de Néstor Kirchner.

¿Con respecto al derrotero político y social de la Argentina desde el Bicentenario hasta la actualidad, que análisis puede realizar?

El 2010 fue un año extremadamente significativo, un año de una enorme densidad política, cultural y simbólica. Primero, un año marcado por la recuperación de otro relato de la historia. Los días del Bicentenario, fueron días de tumulto popular, de derrame de una multitud sobre las calles céntricas de Buenos Aires, en un clima de libertad, de festejo y de reflexión. Aquellos días fueron parte de una puesta en escena de alto riesgo tomada por el gobierno nacional, a través del grupo Fuerza Bruta. Pero aquellas jornadas sirvieron también para poner en evidencia todo lo que permanecía sesgado, ocultado o invisibilizado por el discurso mediático hegemónico, que ocultaba una relación que progresivamente se iba ampliando entre amplios sectores populares y el proyecto del gobierno de Cristina Fernández y Néstor Kirchner.

También quedó en evidencia que se abrieron los muros de un tipo de representación de la historia argentina, fisuras en un muro desarrollado y desplegado en un discurso de aquellos que históricamente dominaron de nuestro país. El Bicentenario habilitó entonces otro relato, otra historia, otros rostros, otro lugar para la multitud, para el pueblo, para los desheredados, y otra manera de interpretar la construcción de la argentina, en consonancia también, con un giro de época muy significativo que se abrió en 2003, que supuso la posibilidad de establecer otros vínculos con el pasado y también con América Latina.

El relato del Bicentenario se hizo en un momento en que la Argentina volvió, o en realidad comenzó a instalarse fuertemente en la territorialidad sudamericana, no solo a través del MERCOSUR o la UNASUR, sino básicamente como camino compartido, como destinos encontrados, como raíces absolutamente intercambiables.

Ya el Programa Patria Grande desarrollado por Néstor Kirchner, implicó hacer a la Argentina un país hospitalario para los compatriotas, como así deberíamos llamarlos a los originarios de países limítrofes. Fue entonces la señal de un giro muy importante, muy caudaloso de la Argentina hacia Sudamérica, saliendo de esa matriz eurocéntrica que fue propia de la cultura, y de los imaginarios político-simbólicos de la Argentina durante gran parte de nuestra historia, que finalmente se convirtió en las últimas décadas en una cultura que miraba solamente hacia el norte, particularmente hacia los EEUU.

Creo que el 2010 significó un debate por el pasado, y es muy bueno que una sociedad pueda debatir el pasado, y de un modo bastante peculiar, porque el debate sobre el pasado incluyó nada más y nada menos la reapertura de los juicios, la derogación de la leyes de la impunidad y el indulto, la posibilidad de que la memoria se juntase con la verdad, y la verdad se juntase con la justicia, y todo eso bajo la posibilidad, también, de articular una nueva mirada sobre el pasado, de construir otras interpretaciones. El pasado no es algo cerrado sino que cada generación lo vuelve a reinstalar al interior de sus propias necesidades. Éste es uno de los rasgos fuertes de 2010

Otro rasgo central, sin ninguna duda, es la potencia con la que volvió a aparecer la movilización popular. Previo a los festejos del Bicentenario hubo un acto del 24 de marzo de 2010 que fue muy multitudinario, y también hubieron otras movilizaciones muy importantes. Recuerdo el acto del 11 de marzo de 2010 en el acto de Ferro, organizado por el Movimiento Evita, en el que participaron mulltitudinariamente los que formarían parte de la Corriente de la Militancia, con la emergencia ya anticipadora de los jóvenes. Los jóvenes obtienen visibilidad pública como sujetos de la política a partir de otro momento decisivo que es la muerte de Nestor Kirchner. Es necesario decir también que los jóvenes ya venían entrando fuertemente en la participación política desde el 2008 en adelante, en particular cuando fue el conflicto por la (Resolución) 125, y después de la derrota de las elecciones junio de 2009. Lo que se puede ver es la emergencia de un sujeto que parecía ausente como sujeto colectivo de la vida política. El retorno de los jóvenes bajo las condiciones que cada época fija y cada generación se plantea, creo que ese es otro dato muy fuerte, muy intenso y muy decisivo del año 2010.

Por supuesto cabe mencionar la consolidación de un proyecto que cada vez amplía más su base de sustentación social. Aquello mismo que era lo que no había terminado de generar el proceso abierto en el 2003, que incluso en el 2008 sufrió la soledad frente a la ofensiva agromediática y al apoyo generalizado de las clases medias e inclusive de sectores populares en favor de la causa del “campo”. Ello implicaba que el gobierno no terminaba de encontrar un sujeto social popular que estuviese dispuesto a convertirse realmente en su base social de sustentación y de apoyo.

Por supuesto que ya en 2008 hubo movilizaciones, y yo creo que el conflicto aquel fue muy importante ya que partió aguas respecto de la politización de la sociedad, e incluso le permitió al kirchnerismo explicarse mejor a si mismo hacia adentro y hacia afuera. Es un conflicto particular, que yo lo reivindico mucho, en términos de la generación de estas formas nuevas o distintas de construcción política; de emergencia de sectores que no participaban desde hacía mucho tiempo en la discusión en el espacio público; la recuperación fuerte del espacio público como lugar de debate, de disonancia, caja de resonancia, etc,.

El año 2009 había sido también un año muy importante, porque significó el gran debate sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que permitió abrir la “Caja de Pandora” de los medios de comunicación concentrados y corporativos. Un debate inusual para cualquier sociedad, sobre los medios de comunicación: que son o para qué, cómo crean conciencia, cómo determinan el sentido común, cómo producen artificialmente la opinión pública, a qué sectores económico-políticos responden.

Asimismo, permitió explorar la relación entre medios de comunicación y el neoliberalismo, de qué modo los medios se han convertido, como decía Nicolás Casullo, en los últimos 30 años en el gran sujeto político-cultural del neoliberalismo. En ese sentido la Argentina atravesó un debate muy interesante, que ya previamente lo había tenido quizás un poco más sesgado con la re-estatización del sistema jubilatorio. Y ese año 2009 terminó con la decisión de implementar la Asignación Universal por Hijo, que supuso ir directamente a reparar al sector social popular más dañado en la últimas décadas en la Argentina.

Entonces el año 2010 que hereda todo aquello, que le agrega un debate muy importante para ganar el sentido común de las clases medias, como fue el debate por el Matrimonio Igualitario, que logró mostrar que así como el gobierno había dado una batalla cultural por la Ley de Medios, por el Fútbol para Todos, que abrió fisuras en el muro de esa especie de sentido común dominante en las clases medias que leían muy críticamente al gobierno (el caso de Victor Hugo Morales es el más emblemático, que pasó de ser un opositor muy duro en el 2008 durante el conflicto con la mesa de enlace, y que a partir del Fútbol para Todos y la ley de medios, pasa a leer de otra manera la realidad argentina, el papel del gobierno, el kirchnerismo, etc).

El 2010 es un año en el que ya el kirchnerismo comienza a reponerse de su derrota en junio de 2009, de los cimbronazos que había generado el conflicto de la 125, la ofensiva brutal de la corporación mediática, y al mismo tiempo le empieza a mostrar a la sociedad, lo que ésta ya comienza a percibir, que es el crecimiento económico, la posibilidad de haber sacado a la Argentina de ese proceso de la crisis internacional, que se llevó puesta a varias economías concentradas importantes del mundo en Europa. También el aumento del consumo, la protección del salario, el descenso nuevamente de las tasas de ocupación, tras los cimbronazos del 2009; todas estas cuestiones abrieron un año 2010 importante como año de cristalización y de consolidación de un proyecto que no terminaba de ser claro para la sociedad.

Esto también hay que decirlo, la llegada de Kirchner en 2003 fue inesperada, contracorriente; gran parte de esta sociedad no imaginaba, ni probablemente quería un Kirchner, todo lo que iba a desatar, los intereses que iba a tocar, y todo eso era necesario metabolizarlo. Una parte importante del pueblo argentino tenía que metabolizar la llegada anómala, excepcional e inesperada de Kirchner al gobierno. Esto llevó años, que también se necesitaban para ir reparando la vida social popular argentina enormemente dañada desde los años de la dictadura en adelante, y sobre todo del momento prostibulario del peronismo en la etapa menemista. Esto es algo a rescatar y señalar:

Kirchner vino a rescatar la propia historia y tradición del peronismo, sacándolo de un momento de vaciamiento, de crisis, de pérdida de referencias y de haberse convertido en correa de transmisión de los intereses dominantes en la Argentina. Todo eso, vino muy mezclado con la recuperación de la política de la memoria, de derechos humanos, el giro latinoamericanista, el rechazo al ALCA, etc; se trataba de un rompecabezas que había que armar. En los primeros años, discernir hacia dónde iba el gobierno para el hombre común y corriente no era muy sencillo. Ahora creo que las cosas están más claras: está más claro el núcleo de litigio en la Argentina, lo que está en conflicto y en pugna y lo que el gobierno fue trazando como idea de un modelo de país, aunque le falten muchas cuestiones, y disputas que aún no se han planteado y que por supuesto quedan pendientes. Pero sí está claro que hay una confrontación por proyectos de país antagónicos, que el gobierno ha ocupado el lugar que podemos llamar la cantera de las tradiciones democráticos populares, que se inscribe en la irradiación de toda esa tradición y que lo hace en las condiciones de ésta época. No es la misma la posibilidad de disputar poder en el 2011 que haberlo disputado en 1945, son situaciones históricas distintas.

En ese sentido, 2010 es un año importante, de una densidad histórica tremenda, cuyo campo expansivo habrá que terminar de analizar a partir de lo que se sigue abriendo, que es la muerte de Néstor Kirchner y la respuesta de una parte importante del pueblo argentino frente a la desaparición de Néstor. Tiendo a ver ese 27 de octubre como un parteaguas, no porque previamente no pudiera vislumbrarse en torno a esa cristalización del kirchnerismo un proyecto de país, sino porque puso en evidencia que había algo extremadamente potente, con características muy propias, que estaba desplegándose en la Argentina y generó algo que parecía ausente en la vida social-política, no sólo Argentina sino contemporánea en general a nivel mundial, que es la potencia de la identificación política, el núcleo poderoso de lo simbólico, la resignificación del vínculo entre un hombre político y una parte del pueblo, la recuperación de legados, tradiciones, universos de palabras.

Asimismo, la irradiación de potencia político-apasionada que se generó a partir de la muerte de Kirchner, la emergencia muy tumultuosa de los jóvenes; todo eso plantea una suerte de inflexión, ¿Por qué no pensar en el 27 de octubre, por supuesto haciendo todas las salvedades, y celebrando las profundas distancias históricas, como nuestro propio 17 de octubre? El 17 de octubre de este tiempo, como una fecha que puede ser partera de un nuevo escenario, que ya venía de antes, pero de la misma manera que el 17 de octubre lo que hace es recoger fuerzas, tendencias, que se venían desplegando en la Argentina previamente pero que encontraron en ese momento una oportunidad de dislocamiento, de apertura y de confluencias.

Este 27 de octubre también puede ser leído como un lugar de confluencias: están todos aquellos que vienen del peronismo con sus historias a cuestas, sus diversidades, y todos aquellos que han llegado al kirchnerismo, a este momento histórico sin provenir del peronismo, sobre todo la emergencia de una generación joven que tiene una versión distinta con las tradiciones políticas argentinas. Y creo que allí la interpelación de Néstor, el modo como los tocó, los convocó, generó algo inusual, insólito y en gran medida inesperado, insisto, por las características de este tiempo, de esta época, muy dominada todavía por el clima neoliberal, la desilusión, el individualismo, el plegamiento de las ideas-fuerza que fueron parte integral de lo político-identitario moderno.

La Argentina y una parte de Sudamérica marcha a contrapelo de lo que son las tendencias de los países centrales que tienden a la despolitización y al dominio de la privatización sobre todas las esferas de la vida. La Argentina actual ha rehabilitado lo público y la participación política. Incluso la palabra “militancia”, vuelve hoy a pronunciarse y tener una verosimilitud en la escena de la realidad.

Todo eso significa que algo ha pasado, no solo en el mapa de la economía. No es que sólo se ha recuperado la economía y que ahora hay posibilidades de consumir y que la gente se va de vacaciones, y que el salario mejoró. Por supuesto que eso es clave y fundamental en un país que estaba destrozado económica y socialmente; la recuperación de los índices económico-sociales es decisiva.

Pero a eso hay que agregarle una batalla cultural, una batalla por lo que Beatriz Sarlo llama la hegemonía cultural, utilizando la categoría gramsciana, para decir que el kirchnerismo avanzó fuertemente sobre la hegemonía cultural de la sociedad. No lo diría de ese modo, diría que el kirchnerismo lo que rehabilitó es la posibilidad de dar una batalla cultural, que estaba muerta en la sociedad argentina porque la batalla la había ganado el poder concentrado, el capitalismo neoliberal, y que ahora se ha vuelto a una batalla por los símbolos, por las palabras, por el sentido, por el relato, y que ahí hay un papel clave de Néstor y de Cristina Kirchner. El gobierno de Cristina, sobre todo, supo encarar algunas batallas decisivas en torno a la problemática del sentido. Por eso 2010 fue un año extremadamente importante, uno de los años más significativos de la historia contemporánea argentina.

Hace poco se generó el debate con respecto a la figura de Mario Vargas Llosa y su papel de conferencista de apertura en la Feria del Libro, ¿Cuál es su posicionamiento? Y, ¿qué considera que expresa su figura?

Con un grupo de amigos del campo de la literatura y de la vida cultural argentina sacamos públicamente, al mismo momento que Horacio Gonzalez escribía su carta a la Presidencia de la Feria del Libro, una declaración donde no reclamábamos la “censura” de Vargas Llosa, ni pedíamos que no fuese invitado a la Feria del Libro; todo lo contrario. Decíamos que siendo la Feira del Libro una institución privada, y aunque fuera una institución pública, parecía razonable que se invitara al último Premio Nobel de Literatura, un hombre que ha dejado una marca importante en la literatura latinoamericana.

Lo que poníamos en discusión era la decisión de las autoridades de la Feria de colocar a Vargas Llosa como aquel que inaugurase, con el discurso de apertura de la Feria, entendiendo que eso tenía una carga simbólica-política muy fuerte por lo que significa, por lo que Vargas Llosa significa no como escritor o creador, sino como uno de los exponentes más virulentos de la derecha neoliberal contemporánea, y con una práctica política muy agresiva, de mucha simplificación. Vargas Llosa es un operador político de las derechas continentales, no es simplemente un escritor que tiene opiniones políticas.

Es un hombre de la política, es un hombre que en Perú intentó fallidamente llegar a la Presidencia y que hoy es un ideólogo de la derecha ultra-liberal internacional y ha tenido posiciones muy duras y despiadadas, muy insultantes con tradiciones políticas que denomina “populistas”, donde incluye por supuesto al gobierno de Néstor Kirchner y al de Cristina. Una persona tiene derecho a decir lo que piensa y puede ir a la Feria del Libro a decir lo que quiera, eso es así y debe ser respetado a rajatabla en un sistema democrático.

Lo que nos parecía desafortunado era justamente que las autoridades de la Feria del Libro, que se precian de ser una institución privada y de haber creado un espacio pluralista y diverso, invitase al acto inaugural para que diese ese discurso de apertura a Vargas Llosa en un año tan particular como el 2011 argentino, sabiendo que es un maltratador retórico de una parte fundamental de la tradición político social argentina; sabiendo finalmente que la Feria del Libro es un negocio, un espacio privado y la decisión le competía a las autoridades de la Feria. Ese fue el punto de vista y nuestro reclamo. Por supuesto que la corporación mediática y el establishment, inmediatamente hicieron una reducción banal, una simplificación salvaje, un amarillismo expresivo y hablaron de censura y de intelectuales “k” que “intentan censurar a Vargas Llosa” y a su presencia en la Feria y en la Argentina. Se malinterpretó profundamente una carta mucho más larga y sutil de Horacio González.

Lo que se generó fue un muy buen debate sobre la relación entre literatura y la política, sobre el papel de los intelectuales y sobre la relación entre ser funcionario y tener al mismo tiempo un lugar en el debate político o de ideas en la Argentina. En el caso de Horacio González, él es Director de la Biblioteca Nacional y al mismo tiempo un intelectual importantísimo de la actualidad argentina. Ahí se suscitó también el debate por la intervención de la Presidenta Cristina Fernández donde se puso en discusión los límites del vínculo entre el intelectual y el funcionario.

Soy de los que creen que no por ser funcionario se debe dejar de expresar sus ideas y convicciones, en momentos donde eso es imprescindible y los han hecho y lo seguirán haciendo muchos funcionarios de este gobierno. Se ha hecho respecto de la cuestión de Papel Prensa, del Grupo Clarín. También entiendo el argumento de la Presidenta de no abrir un frente complicado, respecto de demostrar que este gobierno ha defendido a rajatabla la libertad de expresión. No acepto a aquellos que dan cátedra de estrategia política como si siempre hubiesen estado en la cresta de la conducta política sutil y extraordinaria y no hubieran sido también portadores de errores muy duros y complejos de toda la historia popular argentina. Hubo gente cercana, a la que uno respeta, que tuvo expresiones muy desafortunadas respecto a la figura de Horacio Gonzalez y a lo que significaba su intervención política. Creo que el debate en torno a Vargas Llosa fue un debate interesante. La calculabilidad es para los matemáticos, no para los que intervienen con la pasión, con el cuerpo y sus ideas en el debate político y cultural.

Están aquellos que son los grandes estrategas, y miran el partido de ajedrez desde vaya a saber qué altura, y están aquellos que se equivocan. Pareciera que en el 2008, cuando pocos hablaban y surgió Carta Abierta para defender a un gobierno que estaba aislado, ahí no nos equivocamos. Ahora parece que cuando salimos a discutir quién es Vargas Llosa, qué representa y por qué nos parece que inaugurar la Feria del Libro bajo el patrocinio Vargas Llosa es claramente la exposición de un proyecto de derecha restauracionista en la Argentina, somos unos ingenuos en política.

Me estoy refiriendo a un artículo particular que sacó Verbitsky en Página/12, para decirlo con nombre y apellido, porque me parece que es el más significativo de todos los que pensaron desde ese lugar, siendo Verbitsky alguien que respeta mucho a Horacio Gonzalez. En ese momento no le interesó mucho la trayectoria de Horacio Gonzalez, lo que viene haciendo desde la Biblioteca Nacional y como hombre público en todos estos años y lo que ha significado la intervención de Carta Abierta en la escena argentina. Esto también tiene que ver con una vieja raíz antintelectualista de la política argentina que incluye también a las tradiciones populares.

¿Cuál le parece el papel que los medios de comunicación están jugando y van a jugar en este año electoral?

El papel de los medios de comunicación no es diferente al que han jugado desde siempre. La corporación mediática, insisto con aquella idea de Nicolás Casullo, una vez que se van secando los partidos políticos, que se acaba, incluso, el mecanismo del golpe militar como instrumento disciplinador de la sociedad, una vez que surge el sistema democrático, con sus bemoles pero que garantiza que pueda moverse la vida social popular argentina, el papel de los medios concentrados es convertirse en un núcleo irradiador del sentido común neo-liberal. El neoliberalismo no fue solo una “revolución” al interior del capitalismo para cambiar la matriz de acumulación de capital hacia una matriz financiera especulativa.

Fue eso, por supuesto, pero también una profunda transformación cultural-simbólica que penetra en la vida cotidiana, en el sentido común, en las formas de construcción de subjetividad; desplaza a los partidos políticos en crisis; recrea, bajo nuevas condiciones, formas identitarias más ligadas a la sociedad del consumo, a una sociedad hiperindividualista, fragmentada, donde las relaciones entre los distintos sectores sociales quedan totalmente compartimentadas, una sociedad de la despolitización, un privilegiamiento de la gestión privada en la discusión de lo público, el dominio generalizado de la ideología de la privatización, el desguace del Estado. Todo eso, sin el papel de la industria de la cultura y de la información, no es posible.

Por lo tanto, los grandes medios de comunicación, son herramientas insustituibles de transformación cultural que se ha operado no solamente en Argentina sino en el mundo, sobre todo a partir de la cristalización de los proyectos neoconservadores y neoliberales, desde la década de los ´80 del siglo XX, asociado a la caída de lo que quedaba del socialismo real, la crisis de los proyectos populares, etc. De otro modo, no se entiende lo que es el capitalismo contemporáneo y el papel extraordinariamente significativo de los medios de comunicación en la construcción de lo que Guy Debord llamó la “sociedad del espectáculo”.

En este sentido, en Argentina y otros países, los medios de comunicación concentrados, están profundamente imbricados con el poder económico. Son parte del poder económico y, por lo tanto, comparten su ideología, su proyecto de sociedad y de país. Actúan en función de eso, creando las condiciones para sostener el proyecto de concentración que multiplica la desigualdad y la injusticia. Son parte de la cultura del neoliberalismo como momento central y hegemónico. Desde ese lugar van a horadar, a deslegitimar y van a tratar de hacer estallar cualquier proyecto de matriz antagónica que esté amaneciendo en Argentina, Bolivia, Venezuela o donde fuere. En nuestro país se vio muy claramente con el conflicto de la 125.

Sirvió para visualizar lo que el Grupo Clarín había sido durante toda su existencia, un grupo que siempre estuvo ligado al poder de turno y que fundamentalmente actuó sobre intereses propios, debilitando sistemáticamente a cuanto gobierno democrático que actuara en contradicción con los mismos. La Nación, por supuesto, representando históricamente a las derechas concentradas argentinas, tanto en matrices liberales como incluso ultramontano-católicas y últimamente a través de la influencia del Opus Dei. Lo cierto es que los medios de comunicación concentrados, amparados por la ley de la dictadura y por las regalías que les ofreció el menemismo, alcanzaron un poder exponencial enorme en la Argentina.

El gobierno de Cristina Kirchner inició el proceso, muy duro y complejo, de desmontaje de ese poder y de esa concentración monopólica. La resistencia es feroz: se juegan su patrimonio, sus intereses, saben perfectamente que se juega el destino de las próximas décadas en la Argentina. Atacarán con munición gruesa. Irán por el tema de la “inseguridad” cuando sea necesaria. Saben que la reproducción del miedo es un mecanismo extraordinario para mantener sometida a la conciencia social. Lo utilizarán una y otra vez. Tratarán de meterse en lo que ha sido históricamente la forma del establishment de debilitar los procesos populares, que es el dominio de la política de precios, generando condiciones de expansión inflacionaria, multiplicarán el miedo que le ha quedado a la sociedad argentina después de haber pasado por la hiperinflación. También irán, aunque siempre han fallado, por el lado de las denuncias de corrupción. Tratarán de mostrar que en realidad la crisis para el gobierno no viene de afuera sino de adentro, generar enemistades: CGT vs. Gobierno, gobernadores vs. Poder central, intendentes o Scioli vs. el kirchnerismo; van a buscar por donde vean una mínima luz por donde puedan colar su relato, para debilitar, deslegitimar y para ver si logran algo frente a lo que ya casi es una certeza, que es una oposición impresentable, una suerte de tienda de los milagros, que no logra aumentar un milímetro su posibilidad de disputar con ciertas chances las elecciones de octubre de 2011.

La figura de Cristina ha crecido exponencialmente y se ha convertido en la gran estadista de la Argentina contemporánea. Una parte importante de la sociedad ha salido del prejuicio y ha reconocido la fecundidad de su capacidad política y de guiar en tiempos muy difíciles a la Argentina en un momento personalmente muy doloroso, como fue la muerte del compañero de toda la vida, su capacidad para seguir estando al frente del gobierno y expresando la continuidad del proyecto. Eso ha generado que Cristina, si hubiera elecciones mañana a la mañana, tendría una intención de voto que supera el 50%, sin ninguna duda. Esto da cuenta de la consolidación de un proyecto. Frente a eso van a ir por muchos lados.

Nosotros hablábamos de clima destituyente en la primera carta de Carta Abierta. Lo diferenciamos del viejo golpismo de los sesenta y setenta, las intervenciones militares que hoy no tienen las condiciones de posibilidad que tenían en aquellos años, pero sí que lo destituyente supone esa idea perpetua y continua del establishment político y económico, que han venido debilitando y degradando los gobiernos democráticos, prácticamente desde la caída del primer peronismo en adelante. Lo han hecho a partir de golpes de mercado, de legitimaciones político-culturales. Recordemos Illia y el trabajo de los medios de comunicación para mostrar una figura que resultase impresentable para la sociedad. Incluso lo que le sucedió a Alfonsín.

El papel de las corporaciones económicas desatando la hiperinflación y llevando al gobierno de Alfonsín a un lugar sin salida, generando un golpe, literal, de mercado. La destitución es ese camino que a veces es muy capilar, pero que va horadando desde la trama misma de la vida social cotidiana hasta la manipulación de precios, etc. Frente a eso, el gobierno ha consolidado, una y otra vez, sus posiciones. Incluso ahora, los intelectuales de derecha, hablan de los peligros que no vienen desde afuera, sino de adentro de la democracia. Esto lo usaron para derrocar al gobierno de Honduras, lo utilizan para criticar a Chavez, a Correa, a Evo y aquí primero a Néstor Kirchner y luego a Cristina.

Estos gobiernos “populistas” pondrían en riesgo la democracia desde dentro de la propia democracia porque debilitarían sus instituciones, avanza el autoritarismo, se quiere controlar la prensa, y aparte hay una lucha sorda por el poder en el interior del palacio. Es el discurso que hoy domina la estrategia de la corporación mediática. Encontraran otras cosas. Ya no funciona el discurso apocalíptico, de la catástrofe de Carrió o incluso de Pino Solanas. La gente no come vidrio, pero seguirán insistiendo con otro tipo de discurso; el de la “inseguridad” es algo que está muy latente: volverla exponencial y plantear una suerte de sociedad bombardeada por el peligro de salir a la calle.

En referencia al guión de la película sobre Néstor Kirchner, que está elaborando, ¿qué es lo que le gustaría trasmitir a partir de esa composición?

Tengo una imagen del comienzo de la película que debería estar atravesado, no por la cámara mostrando el cajón de Néstor Kirchner en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos, sino la Plaza. Una cámara que muestre esa energía, esos rostros que vienen del Gran Buenos Aires, esos reclamos, los jóvenes, los cuerpos en la Plaza, la profunda re-significación de ese día de dolo, tristeza y de reafirmación y construcción política, de militancia; y junto con esa imagen, la imagen de Néstor Kirchner caminando contra el viento en la estepa patagónica.

Y la pregunta es, ese hombre en soledad caminando contra el viento, ¿cómo generó lo que generó en esa despedida tumultuosa y conmovedora que le dio una parte fundamental del pueblo argentino? Si nosotros en la película pudiésemos en parte desentrañar esto estaríamos haciendo algo importante y significativo. La significación de Néstor Kirchner en la historia contemporánea argentina, lo que tocó, lo que generó, su reconstrucción de la voluntad política en un país donde parecía que la voluntad había quedado completamente deshauciada, y era la época de los gerenciamientos, de los encuestólogos, de los marketineros de la política y de los empresarios.

Néstor Kirchner volvió a colocar a la política en el núcleo de la democracia. También la idea del litigio, de lo que se disputa en el interior de una sociedad. Volvió a habilitar palabras que estaban desahuciadas, volvió a generar condiciones para que el espacio público sea la caja de resonancia de los grandes debates políticos, culturales y económicos argentinos. La película deberá aspirar a dar testimonio de ese paso relampagueante de Néstor Kirchner por la historia contemporánea argentina, tratar de indagar por sus consecuencias y explicar el vínculo que se articuló entre Néstor y una parte caudalosa del pueblo argentino. Empezar con el final y, quizás terminar en otro momento de la vida cronológica de Néstor. No debiera haber una linealidad en el relato, sino que exprese lo zigzagueante, lo tumultuoso de la propia vida histórico-política argentina, desde que Néstor Kirchner entra en lo político en los años ’70, hasta su muerte en 2010. Se trata de jugar en claroscuro con esas vicisitudes argentinas.

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