LA ALEGRÍA PERONISTA

viernes, 18 de febrero de 2011

Propuestas indecentes






Por Orlando Barone


Sandrismo | Asaltismo | Berlusquini | Filosofismo


La ciudad acaba de celebrar a Sandro con un mural en su memoria. Está en la calle Suipacha al 300 y consiste en su imagen pintada entre fuego y rosas. Una mirada aparte se merece la escena del acto inaugural presidido por Horacio Rodríguez Larreta. Si no estuvieron ahí y no vieron la fotografía, les ayudo a imaginarla.

Ante la cara de Sandro en su juventud, pintada sobre la pared, se superponía la cara de Rodríguez Larreta al natural, en vivo. Ya no se trató de ver esas dos caras de imposible asociación salvo en ese protocolo, sino de preguntarse acerca del absurdo al que están expuestos los muertos en manos del absurdo de los vivos.

¿Y qué dicen ustedes de una noticia que cundió esta semana por las pantallas y los medios? Uno leía al pie de la imagen de un señor joven de pelo enrulado esta leyenda: “Asaltaron a Fabio Cuggini”. Como es habitual, todos los noticieros se repetían porque su razón creativa -al contrario de la de los creadores- es copiarse entre sí sus propias copias.
¿Pero quién es este Fabio Cuggini que se mereció el protagonismo de un epígrafe notorio con nombre propio? Ah, después explicaron: es un peluquero de señoras. Un estilista o un coiffeur, como se quiera. Lo lamento, pero por razones de formación y cronológicas, yo sólo había llegado hasta Giordano y Miguelito Romano. Un poco hasta Pino. Desde ahora sé que tengo que agregar a Fabio Cuggini.

El friso de la fama es vertiginoso: me pasa con las “botineras”, porque apenas uno se distrae, nuevas botineras van dejando viejas y en el olvido a las que las habían precedido. Ahí está el caso de Luciana Salazar. Está ya en el límite del reemplazo estelar. Martín Redrado la cazó a tiempo: antes de que ella se marchitara o se agotara el stock del último quirófano.

Otra imagen contemporánea -es un modo de decir- es la que exhibe Silvio Berlusconi. Todos la estamos viendo en continuado, no hace falta empezar a describirla. Una imagen así, en una persona cualquiera, de tantas, causaría gracia; pero en una de su magnitud es patéticamente inexplicable. Leo a la escritora española Maruja Torres; nótese el espíritu de época sepulcral que la embarga cuando escribe: “ Berlusquini y Campsino serían hoy el asombro de Europa, si Europa no fuera ya una vieja alcahueta moralmente artrítica e incapaz de sorprenderse y, por qué vamos a negarlo, poco autorizada para repartir lecciones de ética entre sus pintorescos gobernantes. Aquí, quien más quien menos se ha paseado en yate con un sátrapa de los medios de comunicación y traficante de armas a la vez (…). Si repasáramos la agenda de las vacaciones privadas de muchos altos cargos, obtendríamos un plano real de la repugnante geografía de la doble conciencia (…). La Unión Europea asiste, imperturbable a su propia degradación, tan indiferente como cuando contempla, sin aspavientos, el desempleo que azota a los jóvenes -21 por ciento en Europa; 42,8 por ciento en España (…). A Berlusconi, hace tiempo que Europa habría tenido que repudiarle…”.

Maruja Torres no lo dice pero lo piensa: no hay profetas que acierten con las desgracias. No hay medio de comunicación que prevenga a sus sociedades de males poderosos porque los males los involucran a ellos, quienes los fogonean y se abstienen de dar el alerta. Nadie supo allá, hasta sentirlo dentro de sus casas, del colapso de las economías de los grandes países; nadie supo nada hasta ayer del volcán que ardería en el gran Oriente Medio. Tampoco los italianos acerca de Silvio Berlusconi. Ahora saben. Pero saber no es enterarse. Para enterarse hay que tener la voluntad de sufrir el enteramiento. ¿Serán las italianas las justicieras del sporcaccione o porcachone?

No se sabe qué pasará con el justicierismo de Salta. Los salteños tienen sus tiempos. La revelación de que el diputado Alfredo Olmedo, del amarillo Pro, ha sido obsequiado con 230 mil hectáreas sin pagar impuestos hasta que sea viejo, y que como aporte social usufructúa mano de obra esclava, está crepitando en el ánimo colectivo. Me desmiento, en el colectivo no: hay que exceptuar a los medios hegemónicos y a sus afluentes financieros y políticos, que sólo crepitan cuando se afanan por solidarizarse con la ofendida aviación militar norteamericana.

Si eso no es cipayismo, ¿qué es? Bueno, podría ser prosternación crónica; o arrodillarse por acto reflejo, por amedrentamiento histórico, por no perder la visa a Disney World. ¿Cabeza de ratón o cola de león? ¿Y por qué no probar con la autoestima de ser ratón con cabeza de león? Pero cipayismo, con Salta no. Con la servidumbre rural tampoco. Con eso hay que pensar como colonizados contagiados de colonialismo nativo. Pensar así por ejemplo: ¿qué quieren, que a esos campesinos que nunca tuvieron por baño más que un monte o un agujero, le instalemos un inodoro de mármol de Carrara y un jacuzzi?

Pero adviértase la desmesura territorial. La de que la familia Olmedo haya sido beneficiada de casi el quince por ciento de la superficie de Salta; o para comparar más cercanamente, con el equivalente a la superficie de toda la Ciudad de Buenos Aires más la yapa.
¿Cómo sería la ex Reina del Plata toda sembrada de soja y con un solo recolector y una sola ventanilla de cobro? Aunque últimamente, en la realidad, la ciudad está siendo sembrada de una gestión de estulticia con ínfulas.

Y los impostores filósofos también. Vienen sembrados y además con diplomas. En ninguna universidad los acreditan como filósofos, pero se aprovechan del título que les otorgan los medios tan afines a propagar la ignorancia y la confusión.
En una entrevista al intelectual y graduado en filosofía Tomás Abraham (alias filósofo), el cronista de La Nación le propone un cuestionario. Uno de los párrafos es éste: “¿Usted es antikirchnerista? -Yo soy una persona libre. ¿Eso qué quiere decir? ¿Que a veces es antikirchnerista y a veces no? -Claro, de acuerdo con mis valores, con lo que pienso y con ciertas posiciones coyunturales. Los kirchneristas pasan por mi espectro. Yo no paso por el de ellos. A veces coincido y a veces no. Ahora, en términos generales, no los quiero. ¿Por qué? -Porque son unos mentirosos profesionales. Porque son amorales”.

Me pregunto, filosóficamente claro, ¿en qué momentos Abraham coincidirá con los kirchneristas? ¿Será cuando él también se siente amoral y mentiroso? Planteo esta duda porque no sé. Lo que sí no sé es quién tendrá mejor destino: el periodismo, el periodista o el consumidor de periodismo. Sin embargo sé que el destino peor -es una fija- será eternamente el del consumidor de periodismo. Aquel ser o no ser de Hamlet podría ser parodiado con esta propuesta indecente: ¿Qué elegir, ser un ente construido por los medios o ser un ente solamente construido por los ojos y el pálpito?

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