Por Escriba, el 5 de octubre de 2010.
Para ser experto en política latinoamericana hay que conocer, viajar, estudiar mucho. Apenas podemos plantear, por lo tanto, algunas impresiones desorganizadas:
- Sobre la “unidad” de Sudamérica no hay dudas. Hay una política latinoamericana. Hay una forma de hacer política en América Latina, en la que el Estado avanza por donde puede, como puede, para dar respuesta a un conjunto de demandas. Por un lado, lo hace derramando su mera presencia por terrenos en los que no estuvo presente en los 80 y los 90. Además, cuando se dan algunas condiciones, esa presencia apunta a atender la existencia de derechos (sociales, políticos y civiles). Esta, amigos, es la revolución. Bienvenidos.
- Este proceso está plagado de obstáculos, marchas y contramarchas. Así como de repente no te dejan cambiar un jefe de carabineros, hoy te pueden declarar inamovible un presidente del Banco Central o decirte quealgo que decidieron los representantes del pueblo y de las provincias es como mucho para este país. La política no lo puede todo.
- Derrotado el ALCA en 2005 y ante la crisis sobre todo política de los Estados Unidos, todos los países de la región, un poquito más allá o más acá juegan el juego de “Latinoamérica para los latinoamericanos”.
- Brasil se prepara desde su nacimiento como país para ser una potencia. Ahora está empezando a ejercitar todo lo que aprendió. Ser una potencia implica “llevar” al resto. No imponer sino liderar. Tiene clara la teoría y está practicando.
- Hay, me parece, dos grandes tipos de juegos políticos. El que juegan los países con clase media y el que desarrollan los países sin clase media. En el primer grupo están la Argentina y (ahora mucho más) Brasil; y también Chile y Uruguay (que por tamaño se mueven de otra forma). En el segundo están Bolivia, Venezuela y Ecuador. Colombia arrastra otro tipo de conflictos, vinculados a la cuestión de los derechos civiles (derecho a transitar, el tema de la seguridad ciudadana, la cuestión de la presencia estatal en todo el territorio). Paraguay también es otra cosa. Y Perú, ahí, en el medio.
- Todos los gobiernos de la región -¿todos los gobiernos?- transan. Tran-san. En el gobierno, “uno aprende a ser más tolerante y a consolidar la práctica democrática”, dice Lula. ¿Con quién “aprende a ser más tolerante”? Con algunos sectores, de la política, de la economía. Algunos sectores que, considera el gobernante, necesita tener si no de aliados, aunque sea de no–enemigos para mantenerse en el poder.
- ¿Y para qué? Para hacer lo que dice en el primer punto de la nota. Para decir: “bueno, muchachos, la de ustedes ya está, yo voy a jugar desde acá hasta acá”. El Estado se va mover desde mi arco hasta, por lo menos, tres cuartos de cancha, ponele. Caso paradigmático el de Lula, que ni siquiera osa poner sus huellas digitales sobre el Banco Central y el poder financiero. Pero desarrolla su juego para avanzar con una política social ambiciosa.
- Claro que al Presidente no se le permite jugar en el terreno que ha elegido como si fuera un paseo por el campo. Encima tiene que pelear para que le dejen moverse en ese espacio. Ahí está la disputa de Lula o del gobierno argentino con los medios, por ejemplo. Digo los medios como para señalar quién lidera a la oposición de derecha, por ejemplo, en la Argentina. Pero puede ser cualquier actor que se tenga la fe necesaria como para hegemonizar la “oposición”. El que se la banque para liderarla. Y ahí está la pelea de la gestión, la pelea por imponer una visión, la pelea en medio de los chismes y de las verdades.
- Es decir, sin elegir un aliado no se puede gobernar. Pero aún eligiéndolo, nada te garantiza que te dejen gobernar.
- Este juego es aún más notorio en los países con “clases medias” o con algún tipo de burguesía porque, si se pudre todo ¿en qué sector social voy a apoyar mi palanca política? Evo Morales, Chávez y Correa se asientan sobre los sectores populares y te tiran la camioneta encima (“¡Mátenme si tienen valor!”). Pero ¿qué posibilidades tienen de hacer esto Cristina Kirchner, Lula o Pepe Mujica, por ejemplo? Tienen que hilar muy fino, ser más artesanales, sacar cuentas todo el día.
- Para completar el panorama tenemos sectores políticos que no están de acuerdo con esta dinámica. Que la consideran impura, deshonesta, traidora. A los que no les gusta “el juego” como se da. No importa quién esté de un lado, quién del otro. “Basta de verso” y a otra cosa. No hay contexto, no hay Historia. Y para eso evalúan que la última frontera de la política no está en el avance del Estado, sino en los terrenos inexplorados de la Amazonia, las zonas periglaciares o lo que sea que haga que la política se parezca más a un western que a una charla con mi tía jubilada.
- Estas, me parece, son las coordenadas por ahora. No hay que llorar. Sólo hay que seguir jugando para ganar.
Escriba: "Escriba" es Nicolás Tereschuk. Politólogo (UBA), Maestría en Sociologìa Económica (IDAES-UNSAM).
Me interesa la política y la forma en que la política moldea lo económico (¿o era al revés?).
No hay comentarios:
Publicar un comentario