LA ALEGRÍA PERONISTA

sábado, 11 de septiembre de 2010

Los escribas de la derecha neoliberal y su latiguillo… “los K son pura sed de poder”





La democracia, eso se dice, es la forma de lo diverso, el ámbito formal y material por el que circulan, o deberían circular, las voces y los cuerpos de la pluralidad.

La democracia, y en el interior de una sociedad que ha padecido los horrores del terrorismo de Estado esto es más grave y urgente, es mucho más que una cuestión formal o reducible a juegos jurídico-institucionales aunque sea, por supuesto, la base sin la cual la propia democracia se desvanece y, finalmente, se transforma en un nombre vacío.

Pero, y eso lo hemos experimentado después de casi 3 décadas de recuperación del estado de derecho, la democracia languidece allí donde queda cristalizada en su aspecto puramente formal dejando a un lado algo que la acompaña desde los albores griegos y que denominamos “el litigio por la igualdad”, es decir, el conflicto que surge entre los incontables de la historia, los desposeídos de todos los bienes, yquienes, hablando de democracia, suelen quedarse con toda la riqueza socialmente producida.

Democracia e igualdad se entraman asumiendo un vínculo siempre complejo, arduo y contradictorio.

En América latina, continente que conoció de manera apabullante las distintas prácticas dictatoriales, la época signada por la recuperación de la democracia, por el aparente logro de su estabilidad, no supuso el avance de la equidad ni de la justicia distributiva sino que, por el contrario, ofreció la peor de las realidades: entre 1980 y 1990 lo quecreció exponencialmente fue la desigualdad y la concentración de la riqueza transformando al continente sudamericano en el más desigual del planeta.

Deuda profunda y esencial de un sistema político, el democrático, que habilitó la mesa para que todos participaran del banquete pero que, a la hora de la invitación efectiva, dejó a las mayorías afuera.

Lo que no deja de sorprender es que algunas voces de prestigiosos intelectuales, otrora identificados con perspectivas progresistas, se afanen con sistemática prolijidad en cuestionar por autoritario y hasta por totalitario (¡sic!) a un gobierno que, siendo legítimo y legal(porque llegó con un importante caudal de votos y porque siempre habilitó el juego de la autonomía de los poderes) ha buscado, con más aciertos que errores, modificar el modelo económico que desde 1976 profundizó la inequidad, la injusticia y la pobreza.

Juan José Sebreli, liberal de escritorio que suele invisibilizar lo que ha significado el liberalismo a lo largo de nuestra historia, las terribles dosis de violencia que supo desencadenar y las retóricas del genocidio que desplegó desde el siglo XIX hasta alcanzar una de sus cotas más altas con elproyecto cívico-militar de la dictadura videlista, se desvive porestablecer relaciones “inequívocas” entre el actual “demonio populista” y el peligro de un avance totalitario.

Para el bueno de Sebreli la interpretación que desde el kirchnerismo se hace de la historia nacional, el giro que provocó en un relato hegemonizado por los vencedores de siempre, se asemeja a lo hecho por el stalinismo, es decir, por el sistemático borramiento de la verdad histórica en nombre de los intereses ideologizados de un grupo ávido de poder.

La pobreza argumentativa de Sebreli, su chatura conceptual, sería memorable si no viniera a expresar el sentido común de algunos sectores del establishment económico-mediático y el estado de ánimo interpretativo-prejuicioso de franjas de la clase media atiborradas de antiguo y nuevo gorilismo.

Un cualunquismo del mediopelo que suele rodearse de venerables bibliografías para hacer pasar por inteligentes lo que no son más que vulgaridades atravesadas por el prejuicio y el racismo.

Algo equivalente, aunque yendo por otros caminos también trillados infatigablemente por los publicistas del establishment, viene propinando, desde las democráticas y populares páginas de La Nación, reiterada y concienzudamente, Beatriz Sarlo.

Haciendo algunos malabarismos conceptuales, hundiendo el filo de su argumentación supuestamente refinada y erudita en algunos núcleos decisivos y laberínticos de nuestra historia reciente, suele culminar en lo queya se ha transformado en un preconcepto irrevocable: todo, absolutamente todo lo que hacen los Kirchner tiene que ver con su insaciable sed de poder.

Son los Nerón de la época, los enloquecidos portadores de un afán salvaje que, de la mano del oportunismo más desenfrenado e impune, los ha llevado por los desfiladeros del populismo y la demagogia,contaminando hasta envenenar por completo la saga de los derechos humanos. Su pragmatismo radical no conoce de límites ni de pudores…ellos sólo aspiran al poder.

En ese afán loco se apropiaron del relato de la historia transformándolo en vodevil circense durante las jornadas del Bicentenario, de la generación de los ’70, de la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, de las tradiciones latinoamericanistas, del “mesianismo montonero”, y de toda urdimbre ideológico-demencial que estuviera a mano para perpetuarlos en la Casa Rosada.

Conflicto por la renta agraria, reestatización del sistema jubilatorio, creación compartida de la Unasur, derogación de las leyes de impunidad y reapertura de los juicios, saneamiento de la Corte Suprema de Justicia, desendeudamiento con el FMI, recuperación salarial, paritarias, ley de servicios audiovisuales, asignación universal, matrimonio civil igualitario, denuncia de los orígenes brutales del negocio llamado Papel Prensa –y sigue la lista– son, para tan ilustre intelectual, la suma de una colosal operación ficcional, el pleno ejercicio de la impostura (apenas Pino Solanas se le asemeja a la hora de enarbolar esa graciosa retórica a través de la cual nada de lo que sucede tiene que ver con el orden de la realidad y mucho menos con las intenciones desplegadas por un gobierno esencial y estructuralmente impostor).

Llama la atención la vacuidad y la pobreza argumentativa, el amontonamiento de palabras y descripciones supuestamente históricas para sostener una idea repetida hasta la náusea por los escribas de la derecha neoliberal, esos mismos que escriben en el mismo diario pero que lo hacen sin subterfugios neoprogresistas ni alambicamientos conceptuales.

Últimamente podrían resultar intercambiables las columnas deMariano Grondona, de Beatriz Sarlo, de Juan José Sebreli y de Joaquín Morales Solá. Dicen, con estilos diferentes, prácticamente lo mismo.

Regresando, entonces, a lo señalado al comienzo de este artículo: para ellos, escribas de la República, la democracia está amenazada, sus instituciones han sido prostituidas y, más grave todavía, la memoria del país también está amenazada de irreparable insania, de esa que han sabido desplegar, con astucia envenenada, los Kirchner. En su peculiar concepción de la democracia estaríamos deslizándonos hacia el totalitarismo.

Elisa Carrió suele decir lo mismo con menor refinamiento y mayor explosión apocalíptica: es el fascismo el que gobierna la República y laúltima trinchera que nos queda para defender la libertad lleva el nombre del señor Magnetto y del Grupo Clarín.

Patético si no fuera parte del arsenal destituyente, de ese mismo arsenal que reduce la democracia a la defensa irrestricta de los intereses corporativos.

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