LA ALEGRÍA PERONISTA

sábado, 21 de noviembre de 2009

La histeria, la estupidez y los otros



http://www.revistadebate.com.ar


Domingo 22.11.2009

Por Orlando Barone Millás | Cox | Saunders | Cardoso | Flemming | Majul

El escritor español Juan José Millás dijo en el diario El País del viernes 13: “Estamos tan rodeados de nada que una noticia sin histeria no es noticia”. Me gustó. Y eso que, allá, a él no le llegaba el griterío entre Tinelli y D’Elía. Otro escritor, el norteamericano George Saunders, el miércoles 18, dijo en una entrevista en el diario La Nación: “ No sé en la Argentina, pero en Estados Unidos, el principal objetivo de los canales que transmiten noticias es dejar al espectador agitado, molesto, resentido y enojado con cualquiera que se percibe como otro”. Allá no habrá piqueteros, pero algunos “otros” que joden habrá. Saunders y Millás coinciden. Y hay más coincidencias acerca de ese estado de ánimo tilingo que se expande como si proveyera de lustre. Robert Cox, periodista y ex director del Buenos Aires Herald, le dijo a Página /12 estas frases expresivas: “Buenos Aires es un hotel cinco estrellas, con todos los pasajeros quejándose por el servicio de habitación”. Se me ocurre que los pasajeros más exigentes son quienes escriben cartas de lectores. Algunas misivas parecen haber sido escritas por remitentes vestidos con saco fumoir y ellas con bata de raso antiguas, y después de haberse aplicado las ventosas en la espalda. Así, ya relajados, se dan el gusto de tener rabia antikirchnerista antediluviana y escriben a “Carta de lectores”. Por el tono que usan, deberían usar tinta roja. El editor las edita complacido de que sean coincidentes con su estado de ánimo. El de él es atribuible a su salario, algo inmóvil por razones de costo.
La carrera de un periodista, como la de un empleado de la sección almacenaje, está más cerca del fracaso que del éxito. Disculpen, pero, por asociación gráfica, aquí va la otra frase de Robert Cox: “El diario La Nación describe un país y una Ciudad que yo no puedo reconocer. Y en eso, La Nación actúa como bajo la dictadura. En aquel momento ignoraba lo que pasaba, y ahora también”. Tuvo poca difusión su presencia. Es que en la época a la que se refiere el viejo periodista, su pequeño diario de la colectividad inglesa fue el único que se arriesgó a contar acerca de la desaparición de personas. Esa temeridad democrática le costó el exilio.
Ya está, cambio de histeria y paso al rubro político.
Déjenme citar a Fernando Henrique Cardoso hablando de Lula. El ex presidente de Brasil retratando al actual. ¿Retratándolo o maltratándolo? Lo hace en un encendido artículo en el cual dice acerca de la actual situación de su país: “El ADN del autoritarismo va minando el espíritu de la democracia constitucional. (…) En Brasil vamos regresando a formas de política de tiempo del autoritarismo militar. (…) Los partidos están desmoralizados. Fue con el dedazo cómo Lula eligió a la candidata del Partido de los Trabajadores a la sucesión, como hacían los presidentes mexicanos en los tiempos de predominio del PRI. Devastados los partidos, si Dilma Rousseff gana las elecciones, habrá un subperonismo (o lulismo) de sobra que contagiará a los dóciles fragmentos partidarios, una burocracia sindical anidada en el Estado y, como base de poder, la fuerza de los fondos de pensión. (…)Termino diciendo que es más que tiempo de ponerle un ¡Basta ya! al continuismo, antes de que sea demasiado tarde”.
Ese “¡Basta ya!” suena a Biolcati, a Legrand y a coalición incívica. Otra vez la histeria. Hasta Cardoso la padece.
Injustificable en un intelectual como él, que de tan excitado contra Lula acaba tentado por un mal deseo entre signos de admiración. Pero me estoy haciendo un lío. Porque, ¿no es que los gobiernos de Cardoso y de Lula fueron y son alabados por la derecha y la ortodoxia argentinas? Entonces una de las dos alabanzas es falsa. De ahí que deduzco, que, como toda esa descalificación y demonización de Cardoso a Lula, son un espejo de las que aquí la oposición le hace al gobierno de Cristina Fernández y, antes, al de Kirchner, la alabanza falsa es la que se le hace a Lula. Ya que es un recurso estúpido para ningunear falsamente a la Presidenta.
Falsa es también la carga humana que converge en el escándalo de los mayoristas de espionaje del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Lo que comenzó con un solo “Fino”, seguido por Ciro James, se derrama en el comisario Chamorro, que fue quien se desbocó en una computadora de gorra azul de espionaje múltiple. La ampliación de espiados amplía la confusión, como dice una de las leyes de Murphy, “si no los puedes convencer, confúndelos”. Embarúllalos. Es un buen recurso para decir que de noche todos los gatos son pardos o que la CIA “PRO” no se limitaba a servir a un único empleador. Sino a toda la guía. Al contrario, en su servicio indiscriminado espiaba nombre por nombre. Comparados con el héroe de Ian Fleming, estos espías no entran en la historia sino en el comic.
Pero aparte de los protagonistas y personajes secundarios, en el comic participan muchos votantes. La mayoría, voluntariamente entusiastas del gobierno del espionaje. Que son quienes se automasajean con el eslogan “la gestión no tiene ideología”. ¡Si serán ideologizados! Stalisnaw Lec, en Pensamientos despeinados, dice que “las estupideces de una época dada son para la ciencia de las épocas sucesivas tan importantes como su sabiduría”.
Incluir la sabiduría en este estúpido caso, es un acto generoso bastante infundado. Pero la estupidez, si no se diera aires de inteligencia, no engañaría a nadie. Y siempre hay quienes tardan más que otros en distinguirla. No sé si los porteños son de esos que tardan. Ojalá, no.
En mi caso, tardo en querer volver a ser un periodista clásico, si es que alguna vez lo fui. Nadie me mandó a defender lo indefendible. Pero es que defender lo indefendible, de lo que es aborrecible y estúpido, no está tan lejos de la inteligencia. Para darles una idea de que todavía estoy vivo, les cuento lo que me pasó la otra noche en un restó asiático.
Fui a cenar solo y entre medio de las libaciones y bocados de sashimi, leía un libro. No diré su autor ni su título, no puedo seguir esparciendo rencores prescindibles. No, no era ninguno de Marcos Aguinis. El nuevo de Majul, tampoco; sé que se titula El dueño, debe ser sobre su experiencia en la plantilla de Francisco de Narváez. Escribir es pocas veces un acto de genio y las más de las veces un atrevimiento.
Decía, a solas ante la comida japonesa, cené dos platos refinados y leves. Cuando pagué los 178 pesos de la cuenta me di cuenta. O caí en la cuenta. La cifra igualaba la suma de una asignación universal por hijo pobre. No sentí culpa judeocristiana ni freudiana. Me dije: la vida es extraña, llegaré a casa y todo cuanto escriba será para observar y resaltar la desigualdad de la vida y del mundo. También los representantes de los países ricos alojados en hoteles cinco estrellas reunidos por la FAO lamentaron el atroz hambre en el mundo, pero fueron renuentes a aportar más ayuda.
Al salir del restaurante, en un arranque presuntamente compensatorio, le di diez pesos a un mendigo de la calle.
Sorprendido me dijo: “Que Dios le devuelva más de lo que me da a mí”. Y sí.
Porque el paquete de fideos italianos entintados con calamares, que son los que prefiero, cuesta quince pesos. No me digan que esta historia de histerias no es estúpida.

1 comentario: