LA ALEGRÍA PERONISTA

martes, 26 de mayo de 2009

El precio de la destrucción

SUR

POR FERNANDO BRAGA MENÉNDEZ

24-05-2009 / 

Fernando Braga Menéndez 
Fernando Braga Menéndez
Publicista

La destrucción más profunda y difícil de revertir que produjo el Proceso entre 1976 y 1983 y la posterior Década Menemista es la referida a la presencia y existencia del Estado como tal.
Del concepto de Estado Nación, que se va consolidando en Occidente entre los siglos XVII y XIX, se desprende una infinita riqueza interpretativa. Incluye variados conceptos: interés común, ciudadanía, territorio común, nacionalidad, fronteras geográficas, historia compartida, gobierno común, ámbito legal, idioma, símbolos patrios, etc. Enumero así, caóticamente, para transmitir lo inasible y polisémico que resulta el concepto “Estado”. Este Estado es el que recibió feroces estocadas destructivas en nuestro país, durante los dos períodos que menciono en el comienzo. Mi interpretación se fundamenta en el seguimiento que vengo haciendo de la Argentina a través de la investigación social cualitativa. La investigación cuantitativa te dice cuántas personas comparten equis características; la cualitativa te dice qué siente esa gente. La gente, hoy en la Argentina, no siente al Estado Nacional como una instancia protectora, confiable, contenedora e incluso existente. Revertir esta acendrada anomia requerirá tiempo. Un rascacielos que llevó años construir se demuele en segundos con explosivos. En dicha investigación cualitativa surge con claridad que hoy no resulta prioritario determinar si el Estado administra mejor o peor que la empresa privada. (Nos referimos a emprendimientos productivos.) Si la gente no se queja por la reestatización de Aerolíneas no es porque esté a favor de la administración estatal, es porque no le interesa, no lo siente como un problema propio y a lo sumo dirá “si lo hicieron debe ser porque ellos (los del Gobierno) se deben beneficiar personalmente, no el país”. Ahora bien, cuando la psicóloga profundiza en el concepto de “línea de bandera” y sostiene que además de mantener las fuentes de trabajo es importante comunicar poblaciones aisladas, que por tratarse de destinos antieconómicos la empresa privada no cubriría, alguna gente (no toda) cambia de opinión y vuelve a considerar con más simpatía la opción entre “estatal” o “privado”. A partir de los 45 años y a medida que se desciende en los niveles sociales, se percibe un mayor interés por el tema y una más espontánea aceptación de la intervención del Estado. De todas maneras, el descreimiento y nihilismo de la sociedad en general tiñen todos los temas que investigamos vinculados al bien común. En general, la sensación que flota en el ambiente es que la gente quiere estar en contra y necesita desesperadamente mostrar su insatisfacción y descontento. Si alguien se anima a decir “este gobierno construyó escuelas, caminos y viviendas” le dicen que es mentira. Si otro dice “yo soy viajante, recorro el país y es verdad lo de los caminos” lo retrucan con “esa es la obligación del Gobierno, es lo menos que podrían hacer”.
Desconfían de todo y, a veces, son explícitos: “No sé lo que quiero, sólo sé que no quiero todo lo que me rodea”.
No resulta inocuo el haber minado lo esencial, las bases del concepto Estado Nación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario