LA ALEGRÍA PERONISTA

domingo, 5 de abril de 2009

La derecha siempre falsea





POR JORGE GILES

05-04-2009

El fallecimiento de Raúl Alfonsín irrumpió en la coyuntura política. Su cuerpo aún era velado en el Parlamento, cuando algunos medios de comunicación y dirigentes partidarios opositores, acordaron utilizar esta muerte para seguir adjudicando al gobierno, en general y a Néstor Kirchner, en particular, el mote de políticos crispados y confrontativos.

Lo mismo dijeron de Alfonsín cuando enjuició a la junta militar.

La derecha siempre lucra con la muerte.


Se inventaron un Alfonsín manso y tranquilo, dispuesto a poner la otra mejilla ante cada ofensa o injuria, condescendiente con los patrones rurales que lo hostigaron.

Aquel que gritó ofuscado al cura capellán de los militares, a los fascistas que lo silbaron en la Sociedad Rural y a Ronald Reagan en el propio jardín de la Casa Blanca, fue rápidamente silenciado; fue ese Alfonsín frontal, el que hace un tiempo declaró que “la derecha neoliberal está decidida a sacar a Kirchner con la ayuda de quienes como Elisa Carrió son funcionales a esos grupos reaccionarios”

A esa imagen edulcorada y delarruista que pretenden construir mediáticamente, le oponen la contracara de un oficialismo frontal y agresivo.

Falseando la historia, como lo hacen siempre, ésa es la estrategia que explica las editoriales y tapas de algunos medios de circulación masiva.

En la misma usina, buscan determinar quién capitalizará mejor la figura del líder radical fallecido.

No terminaba el duelo, cuando ya elucubraban públicamente si en lugar de Margarita Stolbizer ponían a otra figura, priorizando, inconsulta y ofensivamente, la “portación de apellido”.

Así de cruel y cínica es la vida y la política para cierta dirigencia.

Es más probable que resuciten a Marcelo T de Alvear en Julio Cobos, antes que alguno de estos dirigentes radicales pueda heredar el liderazgo vacío que deja Raúl Alfonsín.

Ninguna muerte transfiere almas y carismas. Pensar lo contrario, es demostrar una chatura política incapaz de comprender la realidad, cuando no una miserabilidad humana.

De tal manera que se está montando una operación política, en el intento de complementar el operativo de desgaste que cumplió hasta ahora, la alicaída tropa rural.

No tienen ningún reparo en trocar una carroza victoriana de la Sociedad Rural por una cureña fúnebre. Más allá del profundo rechazo que estas actitudes merecen, habrá que recordar algunos antecedentes para entender las probables consecuencias de esta circunstancia.

El 3 de julio de 1933 falleció el más importante caudillo radical de todos los tiempos, Hipólito Yrigoyen. Tres años antes, el 6 de septiembre de 1930, había sido derrocado por un golpe militar encabezado por el general faccioso, José Félix de Uriburu. Pese al llanto colectivo, la muerte de Yrigoyen no provocó la unidad de la familia radical, y además, quien heredó el liderazgo partidario fue un hombre que estaba en las antípodas del pensamiento yrigoyenista, Marcelo T. de Alvear.

Si Yrigoyen expresó la defensa de los intereses de los sectores populares y de sus clases medias urbanas, Alvear representaba los intereses de la oligarquía.

Doce años después, será el Radicalismo Renovador de Hortensio Quijano, el desprendimiento que acompañará la gesta colectiva del peronismo, gesta nacida el 17 de octubre de 1945 y que meses después alcanzará la presidencia de la Nación.

El 1º de julio de 1974 fallecía el general Juan Domingo Perón, por entonces Presidente de la Nación por tercera vez. Nadie podrá afirmar que ese triste suceso para el pueblo argentino logró, por sí mismo, la unidad de todo el peronismo. Es parte de un análisis histórico que habrá que hacer con mayor detenimiento y profundidad. Aquí sólo pretendemos reafirmar que, mal que les pese a algunos alquimistas de la política, no hay derecho a usufructuar dolores colectivos como si fueran cocinas subalternas de listas electorales.

Si bien cataliza, quizás, la unidad dirigencial de la UCR, desde el centro hacia la derecha de su espectro político, este suceso impactará negativamente sobre todo el arco opositor, al contrario de los que algunos análisis interesados escriben por estas horas.

En el corrimiento repentino, provocarán seguramente algunos desaguisados y zancadillas mutuas que desatarán más de un conflicto interno en las filas radicales y con la Coalición de Elisa Carrió. La vieja familia radical está a punto de retroceder un nuevo casillero en la consideración de sectores que no comulgan con el Gobierno pero tampoco, con actitudes como las descriptas, envueltas en un fuerte contenido reaccionario.

¿Qué ocurre en tanto con el campamento de la otra derecha, la que lideran Duhalde y Mauricio Macri y llevan como candidatos a Francisco De Narváez y Felipe Solá?

Es posible que también les impacte negativamente esta situación, porque reaviva el rechazo visceral de las capas más antiperonistas y porque nadie olvida que el menemismo, fue un actor interesado en la caída de Alfonsín, con la operación que ejecutó Cavallo y que provocó el golpe económico desestabilizador e hiperinflacionario.

La rechifla de los simpatizantes radicales contra Solá es un indicador de esta apreciación.
El riesgo de consumirse en un neomenemismo explícito, les rondará la fortaleza de acá en más.

El naciente Frente Progresista, Nacional y Popular, abre un nuevo escenario en la ciudad de los porteños. Todo hace presumir que el oficialismo y sus aliados, tienen el horizonte abierto para seguir escalando en la ponderación pública. Dependerá ya del arte que sepan desplegar en la defensa de la gestión de gobierno, en sus logros, en su iniciativa permanente por mostrar que su campo de acción está en continuar defendiendo el empleo, la producción, el consumo interno y el fortalecimiento de la unidad latinoamericana, en un mundo más plural, como el que empieza a alumbrar.

La disyuntiva aparece así, entre las fuerzas que tironean hacia el pasado y el frentismo identificado con el proyecto político gobernante, que busca reafirmar y profundizar el modelo de redistribución del ingreso en marcha, con las tensiones propias de toda época de cambio.

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