LA ALEGRÍA PERONISTA

martes, 31 de marzo de 2009

En busca del paraíso perdido




POR EDUARDO ANGUITA
En busca del paraíso perdido

30-03-2009 /

En unos pocos días, la reunión del G-20 le entrará a una de las perversiones del capitalismo financiero de este siglo XXI. Le pondrán coto a los paraísos fiscales, según anunciaron de modo temerario los ministros de Finanzas en Londres, en la reunión preparatoria de la cumbre donde Gordon Brown será el anfitrión de los principales mandamás políticos del planeta. Y a los que se sumarán algunos pocos presidentes de los llamados países emergentes. La pregunta que queda flotando es qué piensan los mandamás económicos y financieros del planeta, que diseñaron y ejecutaron un sistema que pasó de ser un fenómeno relativamente marginal como es el secreto bancario para evadir impuestos, a un mecanismo clave para acumular riquezas multimillonarias por parte de un club muy selecto de superempresas. Por estos días se publican muchos artículos en los que los paraísos fiscales son una modalidad financiera ilegal, cuando no es para nada así. Es viejo como la historia lo que sucedió en los últimos años en que los niveles de desregulación de los Estados –para favorecer a la gran banca internacional– convirtió en grandes autopistas lo que antes era un camino lateral. El Citigroup, el mayor banco mundial hasta que estalló la crisis, tiene 427 filiales en centros offshore, el Bank of America tiene 311 y el BNP Paribas, 189. Y sus clientes principales, desde ya, no son piratas somalíes sino las grandes compañías. Por caso, las 40 principales empresas francesas tienen –en total– 1.470 filiales en esos centros offshore. Se dice, con razón, que la función principal de esa banca es la de evadir impuesto a las ganancias. Pero no es tan simple: cada dólar o euro que sale hacia la banca offshore paga primero sus respectivos impuestos. Claro, una vez que esos dineros se meten en las aguas turbulentas de los paraísos cobran vida propia y pueden eludir el fisco de los países de origen. Ante el apremio de la recesión mundial y la necesidad de buscar recursos para los Estados de los países centrales, el Grupo de Acción Financiera Internacional calculó que las grandes economías del mundo se están perdiendo recursos fiscales por entre 300.000 y 500.000 millones de dólares, producto del crecimiento de la banca offshore y del crecimiento del dinero en negro, que no son para nada la misma cosa aunque tengan vasos comunicantes.
Cuando los presidentes reunidos en el G-20 se encuentren en Londres y quieran fijar controles para la banca offshore no podrán precisar cuánto dinero escapa. Pero las estimaciones del GAFI hablan de 10 billones de dólares. Creen, además, que gran cantidad del circulante del mundo atraviesa paraísos fiscales y luego reingresa a los circuitos oficiales. En el medio, se hacen la mayoría de los negocios que escapan al fisco.
Pero hay otro aspecto que es determinante y no sólo sirve para eludir impuestos. Las grandes empresas viven de las Bolsas y necesitan maquillarse para captar ahorristas. Entonces, con la contabilidad asistida por cuentas offshore, a veces aumentan artificialmente sus patrimonios o evitan reportar pérdidas. Los reportes que salen en la prensa financiera son un gancho para capturar más dólares y no balances serios. Es un engaño. Para no ponerlo a la altura de un truco, es algo más grave: el dinero –especialmente el dólar– actúa como el fetiche, como el dios todopoderoso de una religión llamada capitalismo financiero.

VORACIDAD FINANCIERA VERSUS VORACIDAD FISCAL.

La era Bush fue, en realidad, la era de oro del gran capital financiero. Pero no tan enfrentado con los capitales industriales, porque las grandes compañías de origen industrial desarrollaron más productos financieros –si es que se los puede llamar así– que nuevos modelos de autos, heladeras o bicicletas. Lo que empezó a trascender como las malas maniobras de las hipotecas está mostrando ahora la profundidad de los dilemas del capitalismo. En los años anteriores, el déficit fiscal norteamericano era descomunal pero casi nadie escuchaba las advertencias de que, en algún momento, iban a chocar los planetas.
El mundo, desde que arrancó este siglo, quedó empapelado de dólares. Sin entender el insólito crecimiento del circulante despegado completamente de los niveles reales de producción no se puede tomar dimensión real de la cantidad de dinero que mueve la banca offshore de los países centrales, nombre técnico más adecuado que el de paraísos fiscales.
La banca offshore no es el escondite de piratas, narcos y mafiosos. Son un lugar para empresas y para las grandes fortunas privadas que se duplicaron en esta década en la cual el dólar inundó el globo. Según Merrill Lynch, el grupo de un millar de multimillonarios pasó de tener 16,6 billones de dólares al finalizar el siglo XX a tener 33,3 billones de dólares. La mayoría de esa plata está offshore.
Lo que esta reunión del G-20 debería tratar si pretende afrontar los problemas financieros y de la economía real del planeta es que los Estados Unidos, a costa del resto del mundo, financiaron su déficit fiscal y comercial. En 2008, el PBI de la gran potencia fue de unos 14 trillones de dólares. El déficit comercial fue de 700.000 millones (un 5% del PBI) mientras que su déficit fiscal fue de 650.000 millones (un 4,6% del PBI). Una economía que dista mucho de las recetas neoliberales. Por el contrario, lo que hacen los norteamericanos es emitir y emitir. A principios de los noventa, la base monetaria era de 231 billones de dólares, pero se multiplicó por cuatro y a fin de 2008 fue de 1.182,5 billones.

¿PERVERSIÓN DE LAS PALABRAS? Edén es una palabra de origen acadio, un pueblo semita, cuyo significado se refiere a un lugar que es puro y natural. Más de uno creerá que para acceder a la banca offshore hay que ser un 007. Nada de eso. Por Internet usted podrá encontrar miles de invitaciones. Por ejemplo, en Uruguay: “Contáctese con Banco Offshore, por teléfono o fax a nuestra oficina”. Y da un teléfono sin costo a Estados Unidos (01-888-348-3193). Y si no, puede ir a Juan A. Golfarini 4041, Buceo, 11327 Montevideo. Uruguay tiene una pequeña tradición de Suiza americana. Pero las islas Caimán, con menos de 70 mil habitantes, tienen registradas 40 mil compañías. De ellas, 600 son bancos y manejan activos por 500 mil millones de dólares.
Aunque con el peso de su marca, Suiza no aparece en la lista de los paraísos fiscales y es el principal. “Abra su cuenta bancaria en Suiza por tan sólo 149 dólares”, dice un aviso de una oficina de emprendedores porteños. “Para ayudarlo a conseguir sus metas para protección de haberes, privacidad y seguridad, nuestra compañía ofrece una variedad de servicios offshore de consultoría y administración”. Para su tranquilidad, para poder quedarse en el country o en Punta del Este, le aclaran: “Nuestro trabajo de consultoría consiste en iniciar el trámite de apertura de su cuenta bancaria en Suiza, sin la necesidad de concurrir al banco. Desde siempre los bancos suizos trabajaron con clientes alrededor del mundo, pero muchas veces por desconocimiento, sólo podía acceder a ellas un grupo selecto. Nosotros creemos que todo el mundo tiene derecho a la seguridad, protección y privacidad que brinda desde siempre la banca suiza”. Sin duda, la democratización de la evasión fiscal.
De acuerdo con la Asociación de Bancos Suizos, hay siete billones de dólares en cuentas bancarias, de los cuales dos billones pertenecen a multimillonarios que escapan al fisco de sus países y que, por supuesto, crean sociedades, fundaciones y todo tipo de figuras legales para enmascarar sus actividades. Claro, no son tratados como blanqueadores de dinero o narcotraficantes o piratas. Son los dueños del modelo que condujo al mundo a esta crisis.
Mientras Naciones Unidas durmió la larga siesta que la convirtió en una momia, el G7 fue el instrumento político para que el capital financiero se moviera sin trabas. Un organismo informal, cuyos encuentros deben ser protegidos por la gran prensa mundial y por miles de policías de elite. Ahora, ampliado a G-20 parece querer convertirse en la herramienta para poner coto a la voracidad financiera.
En realidad, si hay un debate que requiere medidas concretas y no la mera formulación teórica es que sean los Estados los que regulen la creación y circulación de dinero. Porque si éste es una representación del valor y, a su vez, el valor del dinero lo confieren los Estados, es lógico que sean los Estados los que lo administren y no la banca internacional –con su modalidad offshore como la más disparatada– que monta burbujas especulativas y mantiene a una pequeña porción de supermillonarios como los verdaderos dueños del planeta.

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